La Iglesia católica y la homosexualidad

Es sabido que la sexualidad en sus diversas manifestaciones ha sido siempre un tema peliagudo para la Iglesia católica y, en consecuencia, una fuente inagotable de problemas y conflictos teóricos y prácticos tanto para los creyentes como para la sociedad en su conjunto. De ahí emana una infinidad de preguntas, entre ellas algunas tan cruciales y persistentes como: ¿es posible conciliar realmente ética y vida matrimonial? ¿Tienen o no tienen derecho los homosexuales a cultivar su sexualidad y, en caso afirmativo, cómo y, en caso negativo, por qué no?

Tradicionalmente, en el ámbito de la vida matrimonial la Iglesia católica se ha rendido siempre a la evidencia y ha aceptado de facto las prácticas «fraudulentas» de la inmensa mayoría de los matrimonios, mientras teólogos y moralistas buscaban afanosamente nuevas dimensiones a la relación conyugal con propuestas que veían el control de la actividad sexual como conquista de la razón, la sexualidad como gozo compartido, la sexualidad compartida como proyecto  de una autorrealización que se encarna en los hijos, la sexualidad como dimensión-manifestación liberada de las leyes rígidas y ciegas de la naturaleza  y elevada por sublimación al plano de la espiritualidad.

Pero, ¿no consistió la Caída (the Fall) de nuestros primeros padres en experimentar el orgasmo por separado y juntos? ¿Acaso no fue el orgasmo lo que les hizo sentirse como dioses?

En un momento histórico que vino a coincidir con el triunfo de la laicidad en la vida privada y pública de la sociedad civil y sus miembros, la  Iglesia católica dio la batalla por perdida y, a partir de ese momento, decidió mantenerse al margen de la sexualidad matrimonial y dejar que corderos y corderas se las apañaran como Dios les diera a entender. Martin Luther tenía razón cuando dio la razón a Pablo de Tarso. Entonces se impuso la moral. La ética pertenecía al pasado. (¿Y al futuro?)

Durante siglos, la Iglesia católica, secundada coyunturalmente, sin duda nolens volens, por la medicina y las ciencias sociales, mantuvo que la homosexualidad era una anomalía  y que las relaciones homosexuales constituían prácticas contra natura. La homosexualidad era el pecado nefando, el pecado de Sodoma y Gomorra que provocó la ira de Yahvé. Y ahí sigue.

Hoy, la Iglesia católica no sólo condena las prácticas homosexuales  sino que, a juzgar por lo que declaran y pregonan los periódicos estos días, incluso niega a los hombres con esa tendencia sexual el derecho a ser sacerdotes.

En opinión de Pájaro bobo, todos los seres humanos tienen derecho a cultivar su sexualidad como fuente de gozo, búsqueda de placer y, en definitiva, como modo de autorrealización. El sacerdocio, sometido hoy al precepto del celibato, es por definición ajeno a toda tendencia sexual, puesto que no permite su actividad. Una vez clarificado que el aspirante a sacerdote es varón y éste, en cuanto varón, acepta libremente el celibato como precepto y modo de vida (carisma), no parece lógico que la Iglesia católica niegue el sacerdocio a los homosexuales, pues, al menos a juicio de Pájaro bobo, no tiene derecho a escudriñar la tendencia sexual del aspirante y éste, por su parte, no está obligado a declararla, toda vez que esa tendencia, en cuanto característica de la personalidad,  pertenece a su intimidad. Ahí, el celibato es claramente la norma necesaria y suficiente que las dos partes deben tener en cuenta y respetar. Stricto sensu, un sacerdote homosexual no es un homosexual.

Más constructivo y más moral sería, al menos a los ojos de este descreído creyente, que la Iglesia católica, por mediación de sus doctores, tratara de hallar una solución honrosa para esas personas, de modo que pudieran llevar, desde ayer mismo, la vida que en justicia les pertenece: una vida sin estigmas psicológicos y sociales nacidos de prejuicios tan arraigados como injustos.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿comprenderán algún día los doctores de la Iglesia católica que la sexualidad no lastra necesariamente  la espiritualidad sino que por el contrario, una vez sublimada por el amor, puede  y debe formar  parte de la espiritualidad e impulsarla como sostienen diversas religiones?

La duquesa, la Reina y el casino

Sería la del alba cuando la duquesa sintió una picazón y, entre sueño y vigilia, decidió levantarse, emperifollarse como en sus mejores tiempos e ir a la iglesia y casarse aunque fuera en segundas y  penúltimas náuseas. Bien pensado y bien hecho. El matrimonio, ayuntamiento carnal incluido, ha sido concebido para eso: dar carnaza a la libido y perpetuar la especie.

A los ojos de Pájaro bobo el matrimonio siempre fue un asunto de mucha envergadura. Incluso ahora, cuando ya es viejo. Pero, a decir verdad,  en estos tiempos el matrimonio ni se entiende ni se practica  exclusivamente así. Han cambiado las costumbres, ha cambiado la ética, ha cambiado la semántica. Necesitamos urgentemente definiciones actualizadas. De hecho, ahora un par de amigos puede ser también y sobre todo una pareja de amigos. Eso significa que ahora  hay matrimonios que antes no lo eran y que para nuestra Santa Madre Iglesia siguen sin serlo. Y, a juzgar por sus palabras,  para nuestra Reina, tampoco; una reina cuyo nombre significa sabiduría. En cualquier caso, Doña Sofía tiene derecho a expresar su opinión, máxime habida cuenta que lo hace con respeto. Otra cosa es cómo ha transcrito sus palabras la paparazza vaticano-urbanita.  Pájaro bobo se inclina a pensar que, si ha habido algún error de interpretación-transcripción, ha sido sin mala intención, senza cattiveria.

Mientras tanto,  nuestro pobre y desvalido Zapatero sigue con sus trajines en dos mundos y sendos hemisferios en busca de una entrada al casino de los veinte, aunque tenga que recurrir a  la reventa.  Y eso que Sarkozy, samaritano y bon ami, le ha ofrecido uno de los dos sillones que le corresponden en el salón de actos. La pega radica en que, a lo sumo,  eso le da derecho a entrar en el casino  y a sentarse con los demás invitados, pero no a hablar, aunque, bien mirado, ¿de qué puede hablar nuestro inculto jefe de Gobierno en una cumbre de economía, máxime si es economía especulativa, también llamada economía de casino?

Pájaro bobo considera que, si el comportamiento de nuestro representante en su intento de romper el veto estadounidense es humillante/denigrante, la actitud de Estados Unidos, veto incluido,  es abiertamente repudiable. La superpotencia practica una política imperialista con claros gestos dictatoriales: «Estos son mis invitados. Tú aquí no entras porque lo mando yo». Con todo, lo más indignante e inadmisible es, en opinión de este  pájaro,  que los demás invitados al casino hayan aceptado esas condiciones, sabiendo, como están obligados a saber, que mañana el despótico anfitrión va a hacer lo mismo con cualquiera de ellos. La dignidad y el instinto de supervivencia deberían hacerles ver que las condiciones fijadas por el dueño del casino no son aceptables. Eso sin contar que, bien mirado, ya asistir al casino es una inmoralidad.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuál será el próximo garbanzo negro en la lista del big Boss del casino?

El Idióticon de Pájaro bobo
Segundas náuseas.
Equivalente jocoso-malicioso de «segundas nupcias» en el idiolecto de Pájaro bobo.

El Constitucional, el Estatut y el Premio Planeta

A juicio de Pájaro bobo, un juicio que en determinados temas y momentos no es ni mucho ni sano, las filtraciones sobre el tratamiento —quirúrgico o medicamentoso— que el Tribunal Constitucional intenta aplicar al Estatut ponen de manifiesto las tensiones y presiones a las que la alta instancia es sometida, poco menos que a diario, por parte de los siempre activos traginers catalanes. Trajín va y trajín viene, intriga va e intriga viene. Los conjurados no paran.  Y Montilla, hijo de la falsedad y la perfidia, en su  ciudadela o, por mal decir, Citadella. Estamos a orillas del mar de la Sargantana, costa que fue de fenicios. Pero, ¿es realmente posible que una traición dé para tanto?

A juicio de Pájaro bobo, que acaso nunca fue un juicio sin cierto y muy cierto fundamento lógico, esas filtraciones, tensiones y presiones  desautorizan, por consentidas, permitidas y en definitiva fomentadas, a la instancia que debe pronunciar sentencia sobre el documento estatutario e invalidan, stricto sensu, tanto su acción en el Estatut como su veredicto sobre él.

A juicio de Pájaro bobo, que ahora se dispone a emitir su juicio, la sentencia del Tribunal Constitucional adolece, mutandis mutatis, del mismo vicio —léase pecado original— que el premio Planeta, pues si en él se conoce el nombre del ganador cuando, en muchos casos, este aún no ha terminado de escribir su novela, en el caso del Estatut políticos y periodistas conocen con todo detalle el contenido de la sentencia que emitirá el Tribunal Constitucional cuando éste aún no ha empezado a redactarla.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿no se podría organizar el próximo mes de diciembre un happening político-social unitario  para celebrar oficialmente  la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut y la concesión del Premio Planeta?

A juicio de Pájaro bobo hay estafas que deben celebrarse como triunfos, como hechos heroicos e incluso como conquistas de la imaginación humana.

El capitalismo y la selección natural

Todos, videntes y televidentes (literalmente, los que ven lejos), coinciden en afirmar que el sistema capitalista se encuentra por enésima vez en una situación límite. Según ellos, ese sistema, con sus subsistemas (producción, administración y control, amén del dinero como valor y moneda de cambio), había entrado en un proceso de aceleración que, si no se detenía o al menos se ralentizaba, acabaría  inexorablemente en un desastre inminente y total. Los responsables, atentos al apocalíptico mensaje de videntes y televidentes, han decidido poner remedio, aunque sólo sea para iniciar una nueva etapa, ciclo o época. El capitalismo no se rinde; ni se rinde ni se extingue. Que venga Marx y lo vea.

Y es que, muy probablemente, el judío alemán no acertó a imaginar los recursos prácticos del capitalismo para zafarse de situaciones que en apariencia, sólo en apariencia,  lo condenan inexorablemente a muerte en razón de sus contradicciones internas. Contradicciones, sí; pero conciliables. Indefinidamente conciliables y, por conciliables, con valor de impulsos dinámicos y proactivos. De hecho, estamos ante una rarissima  avis a la que en ocasiones se ha llamado metafóricamente Ave Fénix. Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, el capitalismo resurge una y otra vez después de cada crisis, no sabemos si con más vitalidad que antes pero probablemente sí con más capacidad de aguante y dotes de supervivencia.  Y, sin duda alguna, con menos explotación.

En lo que no coinciden videntes y televidentes, como tampoco sus respectivos pupilos, es en el tratamiento que debe aplicarse ahora al sistema, pues mientras unos propugnan una intervención quirúrgica a fondo hasta refundirlo y refundarlo, otros proponen exclusivamente  medidas centradas en la parcela  controlada por los brokers, llamada comúnmente economía financiera o especulativa. Hay que mantener a raya a parásitos y depredadores para que no acaben con el organismo anfitrión, que somos todos nosotros.

Sea de ello lo que fuere, lo más probable es que, una vez aplicada la terapia,  el sistema funcione durante un período de tiempo más o menos prolongado no sólo porque, hoy por hoy, no existe una alternativa al capitalismo sino también y sobre todo porque, a juzgar por infinidad de indicios acumulados a lo largo de los siglos, ese es el modus operandi y el modus vivendi elegido por la naturaleza para llevar a la humanidad hasta un sistema social totalmente libre de contradicciones internas  y de  injusticias.

En opinión de Pájaro bobo, por peregrino que pueda parecer, el capitalismo, como sistema sometido a un proceso de cribas sucesivas, se inscribe en el modelo de la selección natural, sólo que, en ese  caso,  la plena adaptación al medio deberá traer consigo su superación y extinción como fase histórica.  En esas estamos.

Crisis económica + crisis política = segunda Gran Depresión

Juan Velarde Fuertes decía ayer en el diario ABC que la actual crisis económica va a ser larga, pues   podría durar unos seis años y eso en el caso, harto improbable, de que se hagan las cosas bien. Cabe pensar, pues, que tenemos ante  nosotros un panorama de unos diez años entre fase y período de descenso (seis años) y fase y período de recuperación (cuatro años), que también formarán parte de la crisis.

Pájaro bobo, basándose en cierto conocimiento de la historia contemporánea y  de ese período que va de la República de Weimar a la Guerra Fría, pasando por la Gran Depresión, el triunfo del militarismo de cuño germánico y la Segunda Guerra mundial, se inclina a pensar/vaticinar que, muy probablemente, la actual crisis económica irá  acompañada, unas veces simultánea y otras sucesivamente, por una crisis política de dimensiones universales  en cuanto que previsiblemente afectará, con intensidad variable,  a países del primer mundo, del segundo mundo y del tercer mundo.

Podemos y acaso debemos imaginar asimismo que la crisis económica que ahora se inicia va a significar el fin de un  ciclo histórico y, con harta probabilidad,  va a afectar profundamente al modelo vigente  —el modo de producción capitalista y su correlato económico-financiero, llamado unas veces economía de mercado y otras  libre mercado—,  lo que va a traer consigo, poco menos que como necesidad biológica, una crisis política de dimensiones universales.

En el futuro inmediato Pájaro bobo ve no el hundimiento del orden establecido pero sí una perturbación que  previsiblemente afectará a sus cimientos y de manera especial a la ya instaurada sociedad del bienestar. A partir de ahí, en su imaginario las fronteras y los territorios se difuminan, aparece el caos y surge una situación en la que las crisis político-económicas  se propagan de un país a otro, de un hemisferio a otro, de un mundo a otro. Estamos en los años veinte, a un siglo exacto de la República de Weimar, a la que siguió la Gran Depresión de 1929 y, sin solución de continuidad, el auge de una Alemania poseída por una delirante voluntad de poder.

Aunque ha cambiado el escenario, el argumento de la historia sigue siendo esencialmente el mismo. Los actores de hoy, hijos de los actores de ayer, continúan sin aprender. ¿Es eso una variante del eterno retorno?

Estados Unidos: anfitrión, croupier y jugador

Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, Estados Unidos es hoy la única superpotencia existente en el mundo. Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, Estados Unidos es una superpotencia política, económica y militar. Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, España se halla en la zona de influencia de Estados Unidos en lo político, en lo económico y en lo militar; en un lugar impreciso de Sudamérica y acaso en  la tercera fila por orden de importancia, pero en su zona de influencia.

Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, la economía de Estados Unidos es una economía de guerra, pues, para bien o para mal, nos guste o no nos guste, la máquina industrial y económica de Estados Unidos es accionada por su Departamento de Defensa. Y, para bien o para mal, nos guste o no nos guste, ese Departamento de Defensa fabrica y exporta armas con las que monta  guerras en zonas del globo siempre situadas lejos de Fort Knox  y seleccionadas previamente de acuerdo con sus intereses,  pues,  para bien o para mal, nos guste o no nos guste, Estados Unidos, es una potencia militar imperialista.

Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, eso es una realidad que hay que aceptar como tal. Y, si ahora Estados Unidos organiza una cumbre de los veinte países más poderosos del mundo en el ámbito económico, es, para bien o para mal, nos guste o no nos guste, para poner orden en su maltrecha economía y, de paso y como por añadidura,  en la de esos otros países y en la de todo el mundo.

Para bien o para mal, nos guste o no nos guste, Estados Unidos piensa y actúa siempre en primera persona. Naturalmente eso lo saben todos los demás países, empezando por el Reino Unido, su padre histórico, y siguiendo con Rusia,  vieja y nunca rendida antagonista, y con esos  amigos/enemigos suyos conocidos como el hijo de De Gaulle y la heredera de Adenauer.

Rodríguez Zapatero, inútil total en política internacional como su subalterno y Black Jack Moratinos, debería saber todo eso y algunas cosas más. Por ejemplo, que a un tahúr avispado y avisé (Gambler) nunca se le ocurriría intentar engañar al que reparte las cartas. Y menos en ese casino que es su casa.

Ahora, Estados Unidos ha organizado una partida (léase, si se quiere, timba) con los representantes de los veinte países económicamente más poderosos del mundo. No sabemos si Zapatero, a fuerza de humillarse y humillar a los españoles, va a estar presente. Lo que sí sabemos es que el que parte y reparte se queda siempre con la mejor parte. El ruso, el francés, la matrona alemana e incluso el británico lo saben y están al acecho. Hasta ahora, nunca nadie tuvo tanto poder como para quedarse con la baraja y el dinero de todos los invitados, comensales y comitentes.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuáles serán las fuerzas en presencia y su correlación sobre el tablero cuando termine la crisis política que, según este observador, seguirá a la la crisis económica que acaba de empezar?

Todos con España por España

Como a juicio de Pájaro bobo, dado un problema, sólo son válidas aquellas aportaciones que ayudan a resolverlo, en estos momentos y en este trance  —próxima cumbre del G-20—,  todos debemos apoyar lealmente al Gobierno de España, cualesquiera que sean nuestros sentimientos individuales, para que, a ser posible,  España esté presente en ella en las mismas condiciones que los demás países.

Pájaro bobo considera asimismo que Rajoy actúa correcta y lealmente cuando ofrece su apoyo incondicional al Gobierno por ser el Gobierno de España. Si España queda fuera de la cumbre, los españoles, incluidos aquellos que lo son a pesar suyo,  lo lamentaremos  pues tendremos que pagar las consecuencias. La historia nos enseña que nuestros períodos más tristes han sido aquellos en los que España ha permanecido separada de  Europa y del mundo, sin ocupar el lugar que le corresponde por derecho.

Mientras tanto, Zapatero debe aprender que en política internacional no sirven de nada las trapisondas  y las añagazas con las que acostumbra a burlar y a engatusar a los gerifaltes autonómicos. Al menos, eso cree él.

¿Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué hará Zapatero si, finalmente, no es invitado a participar en la cumbre como jefe de Gobierno y  miembro de pleno derecho ni del G-8 ni del G-20?

Cataluña: del cangrejo ermitaño a la mantis religiosa

La clase política catalana viene practicando una ingeniosa táctica que consiste en instalarse en determinadas instituciones estatales de proyección internacional y, una vez se ha instalado y se ha apoderado de ellas, sustituir al Estado anfitrión.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿quién ha enseñado a los separatistas catalanes esa táctica que combina la usurpación de las instituciones del Estado anfitrión con su muerte y fagotización?

Ley de memoria histórica, no; reconciliación nacional, sí

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere creer que, como los pecados, los delitos en sí mismos no  prescriben. Prescriben, cree él, los plazos para denunciarlos, enjuiciarlos y penalizarlos.

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere creer  que en un Estado de derecho ni hay ni debe haber delitos que queden impunes por falta de instancias judiciales competentes.

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere creer que en cada caso concreto el magistrado competente debe ser designado por la autoridad competente, cerrando el paso a intromisiones indebidas, incluidas acciones motu proprio de tipo voluntarista.

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere creer que, con referencia al período de nuestra Guerra Civil,  la existencia de pruebas tan numerosas como irrefutables en forma de corpora delictorum da derecho a hablar de crímenes y a  iniciar las acciones judiciales pertinentes, una vez comprobado que no se hizo ni  en su momento ni en fecha posterior.

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere pensar que un Estado de derecho no debe pasar página y asentar la legalidad vigente sobre miles de crímenes y miles de cadáveres que se hallan todavía en fosas comunes.

Llevado de su ignorancia, Pájaro bobo quiere creer que los españoles tenemos el derecho y la obligación de conocer la verdad y tratar de restablecer la dignidad y el honor de todas las personas agraviadas, pero personalmente no está de acuerdo con una ley concebida como ajuste de cuentas que perpetúe el enfrentamiento fratricida de los españoles .

Pájaro bobo, hijo de la guerra,  sueña con un futuro en paz nacido de la acción conjunta de un poder judicial competente, imparcial y magnánimo y una sociedad civil generosa, suficientemente generosa para anteponer el perdón a la venganza, la reconciliación de los españoles  a la memoria histórica.

España: ni en los G-8 ni en los G-20

Salir de España con dos o tres idiomas de primera división en el caletre y en la boca es una inteligente manera de descubrir tanto lo que somos como lo que no somos. Quimeras aparte, la medida debería aplicársela Zapatero, dada su ignorancia respeto a lo que ocurre en el mundo y respecto al lugar que España ocupa en él.

Quimeras aparte, ahora el supuesto políglota y presunto hombre de Estado podría/debería salir corriendo, no para imitar a Sarkozy, sino para poner remedio a la situación: España no figura en el mapamundi  económico. Los veinte países económicamente más poderosos del mundo se disponen a celebrar una cumbre para planificar el nuevo orden mundial y España no está presente en ella por la sencilla razón de que Estados Unidos, país anfitrión y factótum, no la ha invitado o, para ser exactos, ha ignorado deliberadamente a su jefe de Gobierno, Rodríguez Zapatero. Ajuste de cuentas, sí, pero, por encima de todo, prueba rotunda y fehaciente de lo poco que somos y de lo poco que contamos en el mundo de las finanzas y en las finanzas del mundo.

Cabe pensar que, como tantas veces y en tantas ocasiones, ahora el tal Zapatero va a colmar de promesas a los responsables del Pentágono y les va a decir cosas como: «Estamos dispuestos a enviar a Afganistán y  a donde ustedes manden y ordenen un cuerpo de legionarios para que luchen en primera línea de fuego y en las zonas más peligrosas, así como una división acorazada completa, hombres y equipos; por ejemplo, la división Brunete. Además estamos dispuestos a firmar ahora mismo  la compra de tres fragatas, tres acorazados y tres portaviones. Pago a tocateja».  Y en  ese plan, hasta conseguir el beneplácito de Bush, sus asesores y sus contables, con la preceptiva e inexcusable tarjeta de invitación a la cumbre. Tarjeta American Express, of course.

Evidentemente, Pájaro bobo no sabe si Zapatero va a conseguir su objetivo y va a salir en la próxima foto de jefes de Gobierno en el Pentágono gracias a su sempiterna treta de promesas con kindersorpresa, pero sí se atreve a pronosticar que el aspirante/suplicante/mendicante se va a emplear a fondo y, como tantas veces y en tantas ocasiones, va a prometer lo que no debe y lo que, después, no piensa cumplir. Lamentablemente para él,  la experiencia nos enseña que al final todo se sabe.

Lo más triste del caso no es que Rodríguez Zapatero sea un irresponsable, un embustero y un amoral-inmoral, sino que España y los españoles tengamos que pagar sus traiciones.

¿Dos preguntas ingenuas e intempestivas?
¿Alguien cree sinceramente que lo de Zapatero, visto como caso patológico, tiene remedio?
¿Cabe la posibilidad de pedir a  Mister Bush que curse una invitación personal  a su amigo Anzar para que éste asista a la cumbre económica en representación de España y al menos salve los muebles?