Política española: diálogo entre separatistas catalanes

El próximo capítulo de la política española está cantado desde hace tiempo. Días pasados, yo mismo lo canté y lo conté  en forma de maldición fatal, no en forma de traición evitable y evitanda, en esta página virtual.

Una vez nuestro infame doctor cum plagio abandone el primer plano de la escena, ahora, sí, convertido para siempre en convidado de piedra, los nuevos y futuros protagonistas  –Perfidia Iceta y el buen separatista Salvador Illa–, dos catalanes contratados y reservados  para la ocasión, se ocuparán en exclusiva de la cosa pública de España y los españoles en base a un diálogo permanente en la línea de la táctica futbolística «tuya, mía; tuya, mía», con remate final y gol por la banda izquierda, táctica  conocida y aceptada por todos, actores y espectadores, embaucadores y embaucados.

En mi guión  está previsto que el capítulo o, si se quiere, el acto teatral termine con la desaparición paulatina pero definitiva, corpore insepulto,  del convidado de piedra y el ascenso de Perfidia Iceta al rango de eminencia gris de la nueva política y la nueva realidad plurinacional, una y otra al servicio de la República de Cataluña, que, a efectos oficiales,  probablemente pasará a manos de otro buen separatista por aquello del juego democrático y las buenas maneras.

No creo que en la decisión de pasar página e iniciar una etapa histórica de España sin España se vayan a tener en cuenta  las últimas voluntades de los interfectos, pero tengo por cierto que, aun entonces, yo seguiré aferrado, aunque sea sólo en sueños, a la Patria de mi infancia.

Me angustia España

Un día conocí una Europa de humanos con voluntad de ser y poder y desde entonces vivo conscientemente  mi condición de español como desgracia.

La desgracia de ser español.

A partir de ahí –lugar y momento–, lo español me angustia y me ha angustiado de por vida.

Me enfrenté y me enfrento a  mi condición para superarla, no para dejar de ser español.

Nunca conseguí ser europeo –¿pensar en alemán?– y nunca acerté a dejar de ser español.

Tampoco ahora, cuando España y los españoles se disponen a vivir su pasado más triste e  ingrato como futuro necesariamente incierto.

No aprendemos.

Dice y escribe Sánchez Dragó: «VIVIR en el FUTURO, como nos enseñan, crea ANSIEDAD y, en el PASADO, crea DEPRESIÓN».

En mi opinión, el  autor de Gárgoris y Habidis es, al margen de su querencia a la quincalla vanidosa, una mente tan lúcida como rica en hallazgos geniales y, por todo ello, una de las manifestaciones más auténticas y profundas del Genio español.

 

La envolvente catalana y el futuro de España

Entiendo que la Envolvente catalana es un concepto modular y, en este caso concreto, un recurso táctico-estratégico polivalente y multiuso. Con él se ha tramado  sobre el papel y se está llevando a cabo en la práctica la demolición de España como realidad histórica, política, social y cultural, demolición que en su momento irá acompañada, sin solución de continuidad,  por  la creación de una República de Cataluña destinada a asumir en el futuro próximo y para siempre un rango único por hegemónico en el ámbito de la península Ibérica y en definitiva a suplantar al Estado Español en el concierto de las naciones. Entiendo asimismo que con la incorporación de Salvador Illa y Miquel Iceta al Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez, la demolición de España ha entrado en su fase decisiva y, probablemente, última.

Pedro Sánchez, siempre desleal y siempre atento a sus intereses,  ya ha confiado la gestión de los asuntos de Cataluña a Salvador Illa, conocido y  reconocido en este espacio virtual como el buen separatista. A mi entender, de ahora en adelante la misión de este  va a consistir en alentar e impulsar, ora bajo cuerda, ora abiertamente, todas las formas de deslealtad constitucional  que, a su juicio, converjan en el fortalecimiento del separatismo y faciliten la creación de estructuras de Estado propias y, en muchos casos, exclusivas de Cataluña, con el consiguiente y deseado debilitamiento de España hasta dejarla convertida en una carcasa vacía.

De Miquel Iceta me atrevo a decir que, dadas su perfidia natural y  su condición de eminencia gris de todas las conjuras separatistas perpetradas de veinticinco años a esta parte en el ámbito catalán, ahora está llamado a dirigir la política nacional hasta la demolición de España, pero pasando antes  por su descabezamiento.

Así, mientras Illa fomentará e impulsará a buen seguro el separatismo catalán de estirpe  convergente y burguesa, hasta llevarlo a las puertas de la república (y, si puede, más allá), Perfidia Iceta se dedicará a fomentar los movimientos de cuño comunero y/o  regionalista  de las tierras del interior para, acto seguido, enfrentarlos con Madrid y los señoritos madrileños, a la vez odiados y envidiados.

Todo ello me permite aventurar con un mínimo riesgo de error que, tan pronto como  el Pedro Sánchez de turno quede reducido a la condición de convidado de piedra, nuestra política postnacional girará básicamente en torno a un diálogo fijo y discontinuo, naturalmente sin testigos foráneos, entre catalanes –Perfidia Iceta y el buen separatista Illa– o, en su ausencia, entre sendos miembros de su misma casta y su misma escuela.

Sinceramente daría mi vida por que lo expuesto y narrado aquí no ocurriera, pero, por desgracia, los signos premonitorios están ahí y son muchos. En cualquier caso, creo que he hecho mi parte.

¡Españoles, la Patria está en peligro!

La demolición de España entra en su fase decisiva

Pienso y siento que el trío formado por Pedro Sánchez,  Salvador Illa y Miquel Iceta ha iniciado, poco menos que oficialmente, la fase decisiva de la demolición de España.

El fenicio se ha apresurado a  rectificar: con la suplantación de España por la República de Cataluña queda resuelto desde dentro y  por elevación el  derecho a decidir con todas sus elipsis (verbi gratia, quién lo ejerce, cómo, cuándo, dónde  y para qué).

Mientras tanto, la Sexta, canal de televisión adicto a la conjura, continúa con sus ataques al PP, partido corrupto pero sobre todo baluarte de la derecha española.

No hace falta preguntarse quién o qué vendrá a continuación, pues una cosa parece cierta: la Ferrusola, el Avi Pujol y la Cigronada  seguirán estando a salvo.

¿Tiene el español alma de esclavo?

El proyecto o, por mejor decir, la conjura viene de lejos. Podemos imaginar que se inició  en los años cincuenta de ese siglo que ya es historia, bajo la dictadura de Franco, circunstancia que obligó a sus promotores, pertenecientes a la   burguesía catalanista,  a disfrazarse de devotos feligreses  de la Santa Madre Iglesia para susurrar con voz montserratina: Volem bisbes catalans!  (¡Queremos obispos catalanes!)

Con la instauración de la democracia formal en España, esa misma burguesía afianzó su posición en su predio natural e histórico y en el plazo de pocos años  consiguió copar, una tras otra,  todas o casi todas las instancias autonómicas de decisión y representación, con el consiguiente control de la población, para, acto seguido, instaurar en la región una dictadura encubierta cada vez más activa y  poderosa.

¡Hoy todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas e ilegales!

El paso siguiente fue cruzar el Ebro y tender puentes con los sectores más desleales de la izquierda española, hasta establecer toda suerte de alianzas y pactos contra natura con un Podemos traidor a la clase trabajadora y un PSOE desnaturalizado o, si se quiere, degenerado: ni socialista ni obrero ni español.

Resultado: entidades  burguesas  y organizaciones  obreras, unidas en una conjura contra la sociedad civil y, en definitiva, contra España y los españoles. Ellos,  a mandar; nosotros, a cumplir órdenes.

Por de pronto, Pedro Sánchez, desleal  a España y al socialismo, ya ha entregado el presente y el futuro de Cataluña a Salvador Illa en funciones de buen separatista y ha confiado los territorios de la España profunda a Miquel Iceta, personificación de la perfidia fenicia, al tiempo que se ha reservado  para él   la función de capomastro.

Los tres juntos –Sánchez, Illa e Iceta–  forman ahora el trío encargado de  hacer saltar por lo aires a España, patria querida e irrenunciable,  con sus estructuras, con su historia e incluso con su nombre.

Si, como dice Hegel,  esclavo es aquel que lo supedita todo a la supervivencia,   yo pregunto: ¿tiene el español alma de esclavo?

 

España, ¿vuelta sin retorno?

Por razón de mi edad y sus servidumbres llevo bastante tiempo disponiéndome a morir o, al menos, intentándolo.

Mi  deseo último y primero es alcanzar el estado de ataraxia y, a partir de ahí,  esperar a que se consume el tránsito.

Tránsito que, a mi entender,  es vuelta a la nada, que es el todo.

Vuelta –¿¡necesariamente!?– sin retorno.

Pero, a juzgar por el panorama que ahora me circunda o envuelve, parece  ser que antes voy a asistir, de cuerpo vivo y presente, a la muerte de España como  comunidad y cultura.

A pesar de mi  condición de criatura alienada o precisamente por ella,  la muerte de España  me abruma y, en este preciso instante,  me sobrecoge.

A mis ojos, esa España encarna –¿personifica?–  una consciencia colectiva de la que participo a través de mi yo.

En ese sentido, la muerte de España es también mi muerte.

¿Va a ser la suya también una vuelta sin retorno?

 

Plan del separatismo catalán: táctica y estrategia

Después de seguir la política de Cataluña y en Cataluña durante más de cincuenta años, con especial atención al movimiento separatista, creo estar en condiciones de decir algo sobre el particular.

En mi opinión, el objetivo de ese movimiento, en esencia un movimiento burgués,  ni nacional ni nacionalista, es destruir España, incluido el sentimiento de pertenencia histórico, social y político de los españoles, y, una vez destruida y aniquilada España,  ocupar su espacio y suplantarla con una república catalana de cuño formalmente democrático y europeo de acuerdo con el espíritu de los tiempos imperante.

Ese es para mí su objetivo estratégico.

La táctica elegida por nuestros separatistas responde claramente a su temperamento o tarannà y consiste básicamente, de una parte, en aniquilar el  sentimiento de pertenencia  integrador de los españoles y, de otra parte, en primar y fomentar simultáneamente un sentimiento de pertenencia propio y excluyente, centrado en Cataluña y lo catalán.

A partir de ahí entra en juego la burocratización por partida doble. La hiperburocratización se encargará de diluir el sentimiento de pertenencia de los españoles, con la consiguiente creación de  ejércitos de prosélitos subvencionados, y, al mismo  tiempo, de potenciar el sentimiento catalanista y vestir al futuro Estado con una administración propia a la altura de sus exigencias.

A mi entender, la gran innovación del separatismo catalán en este terreno ha sido y es conseguir que España, la nación a la que se quiere destruir y se  está destruyendo financie y dirija la independencia de Cataluña con dinero, instalaciones  y knowhow, incluso con personas.

Por ese y otros motivos me inclino a pensar que los separatistas intentarán permanecer dentro y fuera de España el mayor tiempo posible.

En cualquier caso, aunque no sé qué  fuerzas ocultas concibieron el perverso plan de destruir España y decidieron su puesta  en marcha, ahora me resisto  a hablar de los peones que cumplen y llevan a cabo sus órdenes.

Como Friedrich Nietzsche, me niego a  ser siervo de siervos.

Cataluña contra España, a mi pesar

Entiendo y lamento profundamente que los separatistas, minoría mayoritaria entre los dirigentes políticos y parapolíticos de Cataluña, lleven décadas trabajando en un plan para destruir e incluso suplantar a España, mientras los españoles no separatistas aún no  hemos acertado a elaborar un plan conjunto no ya para destruir el separatismo catalán sino ni siquiera para  hacerle frente y defender el Estado de derecho con los medios de que el Estado de derecho dispone a ese fin.

Entiendo que los separatistas catalanes llevan años, incluso décadas, infringiendo descaradamente las leyes de la Constitución española, y, como puede comprobarse a diario,  las instancias responsables del Estado español no son capaces de exigirles su cumplimiento estricto en defensa del ordenamiento constitucional.

Inaudito.

Más inaudito e inadmisible aún es que esos mismos separatistas, actuando siempre en contra de las leyes del  Estado de derecho y, por lo tanto, como delincuentes públicos contumaces, muestren desde hace años una hostilidad de calculada intensidad creciente a las instancias  de nuestro  Estado de derecho y sus representantes.

¿Qué buscan, la independencia o el enfrentamiento?

Los presos del procés y la Justicia del Estado de derecho

La Generalidad de Cataluña, siempre atenta a mitigar las penas y  penalidades de sus hijos predilectos, se apresuró a aplicar el tercer grado a los políticos catalanes condenados por  el procés y el jueves, 28 de enero, los puso en la calle con el propósito manifiesto de que participaran de manera activa en la campaña de las próximas  elecciones autonómicas, pero la Fiscalía reaccionó inmediatamente revocando la medida, a la que la Generalidad contestó a su vez devolviendo o intentando devolver los presos a la calle.

Y en esas deben de estar ahora jueces del Estado y políticos de la acera de enfrente.

Por ese motivo  y teniendo en cuenta tanto lo que hemos vivido en Cataluña como lo que, más que probablemente, tendremos que vivir, tal vez sea conveniente acuñar un término para definir con claridad la situación generada e implantada en esta región española tras el tira y afloja entre la Generalidad de Cataluña y  la Fiscalía o, por mejor decir, entre la Justicia del Estado de derecho  y el gobierno de esta comunidad autónoma.

Para cubrir ese vacío propongo el término de catalanización de la Justicia, una catalanización hecha de todas las trampas legales, lingüísticas y semánticas imaginables, como corresponde a sus practicantes y defensores, los separatistas catalanes.

En ese medio estas criaturas de Dios se mueven como pez en el agua.

En cualquier caso, considero que la Justicia debe exigir el cumplimiento de las penas de acuerdo con las sentencias de los jueces, pues la experiencia nos dice que si se dejan arrastrar al terreno de la catalanización tienen la batalla perdida, aunque sólo sea por cansancio y/o aburrimiento.

En estos territorios las trampas semánticas no cuentan negativamente  y la elipsis es sin duda uno de los grandes y secretos recursos dialécticos de los mensajes políticos de los separatistas, como puede verse,  por ejemplo, en  Lo volveremos a hacer (sin decir qué),  Procés (sin objeto ni objetivo), Independencia (sin mencionar «de Cataluña»).

¿Ocultar deliberada y reiteradamente una parte (esencial) de la verdad en un mensaje político es mentir y/o engañar?

 

Mi padre

Siento y entiendo que los españoles no tenemos derecho a consentir la destrucción de España, nuestra patria, a manos de los separatistas catalanes y nuestros falsos socialistas.

Siento y entiendo asimismo  que el socialismo nace de la unión y busca la unión a través de la unión. Si eres socialista no divides, si divides no eres socialista.  La división de la sociedad comporta necesariamente la división y el empobrecimiento de la clase trabajadora.

Siento y entiendo también que seguir y cumplir instrucciones de una burguesía tan desleal como la catalana es una traición a todos los españoles y, en primer lugar, a los integrantes de su clase trabajadora, ellos fueron los que en su día dieron la cara y murieron.

Soy huérfano de guerra. Mi padre, obrero socialista, fue ejecutado, con tres compañeros suyos,  a tiro de pistola y fusil el día 13 de septiembre de 1936, en el término municipal de Puerto de Béjar. Yo tenía entonces 2 años. Mi vida ha sido dura, muy dura, pero creo que nunca he sentido rencor. Mi padre ha sido y es mi héroe.

Alguien me dijo hace tiempo: Tu padre murió para que tú vivieras.