Del peor de los casos posibles a la mejor de las soluciones posibles
En un discurso reciente, Vidal-Quadras, político con cabeza de estadista, ha expuesto la situación en la que, de acuerdo con su perspectiva, se encuentra hoy España y la situación en la que se encontrará, inexorablemente, en el plazo aproximado de dos años si continúa la derrota emprendida y seguida hasta ahora. Su exposición, nacida de una preocupación honda y leal por el destino final de nuestra nave, tiene por objeto claro e inequívoco aportar soluciones para corregir los errores más graves y peligrosos que se han cometido y están cometiéndose hasta estos momentos en el ámbito de la política nacional y evitar los que podrían y, por su gravedad, no deberían cometerse en el futuro próximo. En el plazo de dos años, dice este español dignísimo, España llegará a una situación límite, en la que se verá obligada a tomar una decisión última y definitiva, y esa decisión sólo puede y debe nacer de la unión y el buen entendimiento de los dos partidos de ámbito nacional, pues lo contrario equivaldría a un suicidio, suicidio que comportaría, con el triunfo conjurado de las fuerzas desintegradoras llamadas impropiamente nacionalismos, la muerte de España como Estado, nación y patria de todos los españoles.
Pájaro bobo aprueba el planteamiento general de Vidal-Quadras y lo comparte, máxime toda vez que está inspirado claramentente en una visión integradora y, por lo mismo, racional y democrática de España. Aun así, le parece arriesgado hacer predicciones de carácter sociopolítico y más todavía a plazo fijo. Helmut Schmidt le enseñó hace tiempo que, aunque parezca una artimaña de vidente televisiva, las predicciones más perspicaces y por lo tanto con más probabilidades de acierto son las que apuntan a tendencias y orientaciones, no a situaciones o hechos concretos. Ni es seguro que vaya a producirse esa situación en el plazo señalado ni, mucho menos, que las personas y sus colectivos vayan a reaccionar como Vidal-Quadras prevé. Wishfulthinking? Ante crisis graves o gravísimas, las sociedades, como las familias, han apostado, unas veces, por la integración y la solidaridad, como en nuestro 2 de mayo, y, otras, por la desintegración y la insolidaridad, como en nuestra Segunda República. De todos modos, a Pájaro bobo le parece correcto y sobre todo necesario fijar como punto de llegada y, por lo tanto, también como nuevo punto de partida el peor de los casos posibles: en este supuesto, la desintegración de España dirigida por los separatistas catalanes, sus principales beneficiarios, especialmente en la variante de la llamada soberanía compartida y la subsiguiente sojuzgación de los territorios peninsulares (en realidad, una suprasoberanía).
A juicio de Pájaro bobo, el Estado debe recuperar cuanto antes, en términos absolutos, la posesión, el control, la administración y la adjudicación del dinero de los españoles. Sin dinero no hay poder, de la misma manera que sin dinero y sin poder no hay ni nacionalismos ni nada que se les parezca, tanto menos cuanto que, como ya ha dicho y ha explicado a menudo, nuestros presuntos nacionalistas son en realidad burgueses reciclados y actualizados. El suyo es un proyecto político-económico en el que, como es lógico, la política es el medio y la economía el fin. Fórmula: territorio propio, administración propia, caja propia. Aunque Vidal-Quadras ve el «nacionalismo» como «no integrable, sólo neutralizable», Pájaro bobo aboga en este punto por una política de asimilación y nihilización. Los españoles pueden y deben utilizar el separatismo como acicate de un impulso superador que les permita invertir la relación de fuerzas con las consiguientes situaciones de dependencia e inferioridad/superioridad. El objetivo a medio plazo es que sean los separatistas los que quieran integrarse lealmente, sí, lealmente en España y ser tenidos por españoles, sólo españoles, de pleno derecho. Mientras tanto, y a falta de esa lealtad, convendrá tener presente en todo momento que entregar dinero a los separatistas es como entregárselo al mismísimo Judas.
Vidal-Quadras viene a decir que, hoy por hoy, los líderes de los grandes partidos nacionales no estan preparados o maduros ni para afrontar la situación a la que España se ve abocada ni para acometer el cambio de ruta que nuestra nave reclama con apremio. No cabe duda de que eso es cierto, pero con honrosas/deshonrosas salvedades. Más cierto e infinitamente más triste es que gran parte del pueblo español no tenga conciencia de la gravedad de la situación y no sienta esa gravedad como un peligro para su esencia y su existencia. Ahí está tanto el mal que nos aqueja en estos momentos como la causa histórica de ese mismo mal. En definitiva, la España desvertebrada que ahora se vislumbra en el horizonte es el espectro y el trasunto de la España invertebrada de Ortega. Bueno será que lo tengamos presente, junto con su doctrina de las minorías, minorías responsables y capaces de salvar no sólo un régimen democrático sino también y por encima de todo el ser y el existir de España como Estado, nación y patria de todos los españoles.