De Ivan Klíma a Pájaro bobo: las tres vidas de dos proscritos

¿Están necesariamente unidas la inmortalidad y la transcendencia? ¿Hay inmortalidad sin transcendencia? ¿Hay transcendencia sin inmortalidad?

Si ahora, superados los setenta, se llama Ivan Klíma, en su infancia tuvo por nombre una cifra, L54, y un estigma, la estrella de David. Ha conocido la persecución, la opresión y la marginación, pero ha sobrevivido para contarlo y hacer lo que le gusta, escribir. Klíma es un hombre reposado, sin asomo de rencor en su mirada y en sus palabras. Toda una suerte. La historia de Pájaro bobo presenta ciertas similitudes con la del checo Klíma. Su padre, Miguel Ibero, fue víctima de la guerra y él lo fue primero de la guerra y después de la posguerra. Aprendió a leer y a escribir cuando ya tenía diez años, y por puro milagro. Como hijo de un rojo y por lo tanto rojo irrecuperable, conoció la persecución-estigmatización-marginación bajo el régimen de Franco. Años durísimos, de los que le queda, convertido en agradecimiento, el amor inmenso de una madre que, más que mujer, fue una leona en la defensa de su prole. Madre y padre a la vez. Pájaro bobo emigró y, tras la emigración y la emigración a partir de la emigración, se instaló por segunda vez en Cataluña, donde, en la medida de sus posibilidades, luchó por la implantación de un régimen democrático —tiempos de la Transición—, pero no tardó en ver y comprender la maniobra: después de ser utilizado para derrocar una dictadura española, se le quería imponer una dictadura antiespañola y se le negaba el derecho a ser español y a educar a sus hijos en español y como españoles. Y se rebeló contra ella y gritó con rabia: «¡Hay una conjura para destruir España!». Y los separatistas le condenaron a muerte civil. Y así vive desde hace más de veinticinco años. Pájaro bobo está vivo, pero a ciertos efectos no existe. O, a lo sumo, sólo en las listas negras de los inquisidores catalanistas. Como superviviente reducido a la impotencia, se mantiene todavía  lúcido y en aceptables condiciones físicas y ahora, superada la barrera de los setenta, se dedica a escribir. Su primer libro, una novela, saldrá en el 2008. Al menos, eso espera.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿le habrán ayudado sus ingenuos perseguidores y opresores a encontrar el camino?

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