Del franquismo a Convergencia pasando por la Mola

La raposa en el gallinero del PP catalán

Cuando el inicuo Josep Piqué consideró llegado el momento, abandonó el Partido al que pensaba traicionar y traicionó. Por entonces, ya tenía instruida y adiestrada a una subalterna de toda su confianza/desconfianza con el encargo de que continuara y rematara la labor iniciada por él: el desmantelamiento del PP, el más impopular de los partidos de Cataluña, y su paso/entrega a la Convergencia de la gent de seny. Días atrás, dicha subalterna, de nombre Montserrat Nebrera, estuvo en Sabadell y Tarrasa, tierra histórica de urdidores de la lana, para predicar su doctrina y explicar su mensaje. Aquí, como en tantos otros lugares de la antigua España, ya hace tiempo que los últimos resistentes del franquismo orgánico decidieron pasarse en bloque al bando del catalanismo oficial, que, según vaticinó en su momento un avisé y avispado observador local, estaba llamado a ser, en el plano sociológico, la continuación digna y respetable del franquismo. En este asunto, como en otros relacionados con los contactos entre miembros del antiguo Régimen y representantes de las capas medias y superiores de la sociedad civil catalana y catalanista, los dos bandos han contado siempre con los buenos y caritativos oficios de monjes montserratinos, feligreses de San Félix, miembros de la Obra y devotos falangistas. Y así ha sido en esta ocasión. La tal Nebrera, en funciones de mediadora y captaire (!) por encargo, se movió con la soltura y la confianza de quien está en casa y con los suyos. Y lo estaba. En el fondo, su misión era tan sencilla como altruista. Se trataba y se trata de proporcionar una patria y un hogar político a aquellos elementos de la pequeña y pequeñísima burguesía hispanohablante de Cataluña que, muerto el Generalísimo y extinguido definitivamente su régimen, se quedaron sin lo uno y sin lo otro. La Nebrera ha venido a ofrecerles una patria y un hogar político debidamente actualizados y actuales. En adelante sólo tendrán que seguir la flecha. Aquí, como en la Legión, no se le pregunta a nadie por su pasado y, en consecuencia, nadie tiene que cambiar de ideología; a lo sumo, de bandera. De bandera y, claro está, de lengua. ¡Ay la lengua!
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿alguien duda de que la raposa enviada por Convergencia va a terminar de esquilmar el maltrecho gallinero del más impopular de los partidos de Cataluña?
Cirerer, cirerer,
quién te ha visto y quén te ve.

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