El fracaso de una democracia formal: el valor de los votos

No a cualquier memoria histórica sin conciencia patriótica

A pesar de la democracia y a pesar de las leyes, en España persiste la pugna entre tener y saber, entre cantidad y calidad. Los separatistas en general y los catalanistas en particular nos han enseñado que en una democracia formal o aparente como la nuestra los votos no sólo se cuentan sino que también y sobre todo se pesan. Entre nosotros, el voto de un separatista vale lo mismo o más que los votos de diez españoles juntos. Artur Mas proclama tanto su alianza con Ibarreche en la conjura por la independencia de Cataluña y Vascongadas como su pancatalanismo cuando observa y comprueba que el PP y el PSOE están enfrentados obcecadamente y no hay peligro de pacto o entendimiento entre ellos. Ese es el retrato en negativo de nuestro torpe cerrilismo y la razón inicua de por qué —dicho sea a modo de ejemplo— en varias regiones de España están prohibidos de facto, y casi por ley, el aprendizaje y la enseñanza del español. Moraleja: democracia sin unión es destrucción.
Pregunta ingenua e intempestiva a los españoles: ¿aprenderemos alguna vez la lección y nos uniremos o dejaremos que la democracia acabe con España y con nosotros?

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