Escribir con orden

Cuando tiene que escribir algo, Pájaro bobo sigue una norma que, resultados aparte, le parece de considerable utilidad.

En lo material, la norma consiste  simplemente en  agrupar las ideas en bloques de cinco a diez líneas como máximo, procurando separar cada bloque con un par de líneas  en blanco.

Esto le permite   hacer correcciones puntuales dentro de cada uno de los bloques y ajustarlos por separado,  sin necesidad de desmontar el escrito en su conjunto.

Una vez  fijadas todas  las ideas básicas que conforman el escrito, Pájaro bobo establece  la secuencia lógica exigida por el argumento y el razonamiento,  modificando, en caso necesario, el orden de los bloques e incluso añadiendo o eliminando los que convenga.

En cualquier caso, el que escribe  tiene siempre a su disposición, entre otros,  dos tipos de orden: orden orgánico y orden temporal. El orden orgánico toma generalmente como modelo y referente primero y último el cuerpo humano  —cabeza, tronco y extremidades inferiores—, mientras que el orden cronológico o temporal nos viene dictado e impuesto por los hechos en su  acontecer simultáneo y/o sucesivo.

Pájaro bobo entiende que  el orden responde al intento del ser humano, en cuanto observador, de racionalizar lo observado, no a la naturaleza de lo observado, aunque observador y observado pertenecen al mismo universo y, en consecuencia, están sujetos a las mismas leyes y, en definitiva, a la misma lógica.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿es imprescindible  el orden, cierto orden, para escribir o, si se prefiere, para describir lo que pensamos?

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