Obama y Zapatero: procrastinación

Pájaro bobo  quiere creer que Barack Obama, ahora presidente de Estados Unidos, conoce la palabra procrastination, aunque no la practique, y también se inclina a creer que Rodríguez Zapatero, actual jefe del Gobierno español, no la conoce (probablemente  ni  en su versión española ni, mucho menos, en su versión inglesa), pero practica sistemáticamente lo que la palabra dice y significa. A saber: dejar para mañana lo que debe hacerse hoy. Y, por extensión, diferir compromisos y/o aplazar su cumplimiento.

Estamos ante  una práctica a la vez genuinamente española y antiespañola, perpetuada en la frase, ayer fórmula de obligado cumplimiento, «Vuelva usted mañana». Aclaremos que en latín hodie es hoy y cras es mañana. Por eso, en las lápidas de algunas sepulturas figura,  a  modo de memorándum,  la frase  Hodie mihi, cras tibi, que, traducida a nuestro dialecto, quiere decir «Hoy a mí, mañana a ti».  Y, como podemos comprobar, ese cras forma el núcleo semántico de procrastinación, que tiene su equivalente cabal en la inglesa procrastination.

Son muchas las personas de Estados Unidos y del resto del mundo que han depositado grandes esperanzas en Obama por  su condición de representante emancipado de las capas inferiores de la sociedad norteamericana.  Están en su derecho, aunque olviden o no sepan que en aquel país inmenso un político con responsabilidades de Estado es esencialmente un actor/robot controlado/dirigido a distancia. Obama ni hace ni puede hacer política; hace teatro:  recita, gesticula y poca cosa más.

¿Y Zapatero?

En primer lugar, Zapatero es, al menos a los ojos de Pájaro bobo, un trapisondista irreductible y, como tal, incurable. En segundo lugar, España no es Estados Unidos. En España, por ejemplo, el patriotismo es un atentado contra el orden/desorden establecido; en Estados Unidos, el patriotismo es una condición ineludible para ser presidente de la nación. Obama está obligado a ser un patriota y a comportarse como tal. Zapatero está poco menos que  obligado a declarar que ni es un patriota ni sabe lo que es una nación, objeto del patriotismo. En realidad, el susodicho intuye nebulosamente que el patriotismo, como la bandera, es algo que tiene que ver con los militares, la burguesía capitalista y los curas.

Zapatero ha depositado en Obama la esperanza de que va sacarle del  pozo  guantanamero y de la lista negra en la que lo hundió George Bush. Es posible que Obama le ayude e incluso que  intente sacarlo  y lo consiga. Pero él, el Zapatero, tendrá que pagar un precio por ello. Y ahí es donde probablemente va a aparecer la procrastinación inveterada de nuestro trapisondista y apátrida compatriota.

Es más que probable que prometerá hacer y darle a Obama lo que este le pida y un poco más, en la confianza  de que, una vez hecha la promesa-trampa y obtenido el premio o la recompensa, le va a torear recurriendo al inveterado truco de la procrastinación.

¡El muy iluso!

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿será cierto, como sostienen algunos especialistas, que el irreductible  cinismo de Zapatero es  con toda seguridadd  de raíz psicopatológica?

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