De Euskadi a Cataluña

A la postre, el  filoterrorista Ibarretxe ha tenido que coger el petate y dejar la presidencia del gobierno vasco. Resentimiento y pataleo, expresión de la impotencia de alguien que ostentó el poder, no gobernó, gracias a los trabucaires de ETA. Él lo negará, como lo ha negado siempre, pero ahí están los crímenes de la banda terrorista para demostrarlo. Demostración eterna e incontrovertible.  Ibarretxe es un delincuente en cuanto protector y protegido de quienes matan. Él lo sabe y, como lo sabe, lo niega  para conservar su buena conciencia, falsa buena conciencia.

El caso es que Ibarretxe, protector de trabucaires  y protegido suyo, se ha ido con su rencor y sus amenazas.  Tendremos que esperar para ver cuánto le dura ese rencor y hasta dónde llegan las amenazas. ¿Habrá más muertes?

No lo sabemos. Lo que sabemos es  que en estas tierras hay personas que pueden seguir tranquilamente con su partida de cartas cuando se enteran de que acaban de matar a un amigo o, al menos, compañero de mesa y juego. Si esas personas son un exponente real  y válido de toda la sociedad  podemos  afirmar  que los trabucaires de ETA no tienen nada que hacer, han perdido la batalla, la guerra y la posguerra.

De hecho, a los ojos del Insomne, la derrota de Ibarretxe marca el fin de la guerra y la victoria de Patxi el principio de la posguerra. Sobresaltos y soponcios aparte, parece que  ahora los exiliados vascos podrán volver a sus pueblos y a sus casas. Tendremos ocasión de comprobarlo y, Dios mediante, lo comprobaremos. El terror es terror, aunque esté bendecido por el padre Arzallus. Pero  es sabido que el terror ni es ni puede ser eterno.

Eso  vale igualmente  para la dictadura catalana. También sus días están contados, aunque  aquí la situación es más complicada. Para acabar con esta dictadura hay que desmontar la estructura mafiosa del frente separatista y, muy concretamente, del PSC. Una primera medida podría consistir en agrupar bajo una dirección colegiada todas las fuerzas –entidadedes socio-culturales y partidos políticos—  que sufren el acoso implacable del catalanismo institucionalizado, bien directamente, bien a través de sus incontables  ramas y ramificaciones.

Se trata de dar consistencia a una sociedad civil sojuzgada por una minoría que se arroga la representación de todos los habitantes de la Comunidad Autónoma, cuando en realidad es eso, una minoría. Lo mismo que había  hecho en el País Vasco la facción dirigida por los Ibarretxe, los Arzallus y compañía, pero con otros medios y otros procedimientos.

Dos formas de dominación, dos formas de terror, pero un mismo fin: usurpación de las instituciones de representación ciudadana y secuestro de la democracia.

Pregunta a los cuatro vientos: ¿está madura la sociedad española para defender un régimen auténticamente democrático en todos los ámbitos de la soberanía nacional?

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