El estado de la Nación: debate y partido

El debate sobre el estado de la Nación, en sede parlamentaria, no aclaró prácticamente nada, al menos nada esencial. Zapatero sigue dominando el hemiciclo y mandando en el país  merced a sus inverosímiles equilibrios.  Equilibrios insertos en un  discurso en el que no hay insultos personales pero en el que abundan las descalificaciones servidas en un lenguaje a medio camino entre el púlpito y el patio de armas con mensajes de talante tan poco democrático como el que ordenaba: «Usted no debe dar lecciones, aunque sí es experto en perder elecciones».

¿Sabe Zapatero en qué consiste el espíritu democrático? Ahí va una fórmula improvisada: conceptos democráticos, procedimientos democráticos, lenguaje democrático. En opinión del Insomne, claro está.

Duran i Lleida hizo honor a su condición de hombre de la Franja con una faena templada, de corte ortodoxo y, naturalmente, con puntilla final. Aplausos y silencios en una proporción de uno a diez.

Diez para Rosa, que, como de costumbre, estuvo prácticamente sola en su intervención.  Su mensaje nacional no consigue calar  como este  ibero desea ardientemente,  aunque alguien, menos ibero, dirá que, aun así, va calando. La pregunta sería: ¿es suficiente para formar un partido que decida el destino de una nación en avanzado estado de descomposición?

La pelota está en el tejado. O, por mejor decir, en el césped del Mestalla.

Allí se juega la final de la ahora llamada Copa del Rey. En el campo y sus  aledaños se dan cita las aficiones de los dos equipos. Los separatistas se hermanan y montan la traca. Curiosamente hablan español. Dirigidos desde  arriba, acuerdan una serie de actos de ofensa a España, país anfitrión. Salto cualitativo en  la escalada separatista. Los representantes del Estado deciden minimizar los actos, su significado y su  intención.

En el campo de juego ganan los catalanes. Por goleada. Si reunimos    el debate y el partido y formamos  con ellos  un pack para definirlo luego como happening polivalente,  podemos aplicarle la fórmula de Duran i Lleida y decir una vez más:  «En la tómbola de Zapatero siempre toca, cuando no es un pito es una pelota».

Pregunta a los cuatro vientos:  ¿será que todos los españoles debemos hacernos separatistas para que nos pongamos de acuerdo y decidamos hablar español entre nosotros?

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