Lluís Martínez Sistach, cardenal y arzobispo: entre el delito y el pecado

Lluís Martínez Sistach pertenece a  la hornada  cocida  al amor de  las campañas «Volem bisbes catalans» del tardofranquismo. Han transcurrido cuarenta años, aquí lo tenemos.

Sumo sacedote  y, pr eso mismo, miembro destacado del Consejo Asesor de Cataluña, bautizado por el Insomne con el nombre de Sanedrín,  Lluís Martínez Sistach se cuida de que el clero catalán,  dirigido por él, cumpla en su demarcación, las diócesis de la Tarraconense, las consignas político-religiosas impartidas por los líderes civiles de la nación. A la nación catalana le corresponde una Iglesia catalana, absolutamente catalana, sólo catalana.

De eso se viene cuidando con devoción y entrega este indigno purpurado.  Él es de esos  que entienden que  el idioma español debe desaparecer no sólo de las iglesias de Cataluña, de modo que los miembros de  la parroquia  española de esta Comunidad Autónoma no puedan rezar en su lengua materna, sino también  de su entorno social, incluidas, claro está,  las emisoras  con programas  que aún se emiten en esa lengua odiada y odiosa.

Fiel a su cometido, el indigno pastor Martínez Sistach lleva años persiguiendo y acosando con maquiavélica perfidia al locutor Federico Jiménez Losantos por su presencia y su intervención en la emisora de la  COPE. Prácticamente,  el único que queda y lo único que queda en estas tierras.

La actividad del cardenal, con sus infinitas intrigas, se extiende desde la Conferencia Episcopal Española hasta el Vaticano. Y si en Madrid cuenta con colaboradores como Enric Juliana, agente a sueldo del pujolismo, y en Roma no duda en solicitar la ayuda de nuestro embajador para su causa,   siempre ha tenido  el apoyo entusiasta y, por qué no, leal  de agentes como  Enric Sopena, catalanista disfrazado de intelectual socialista y de lo que sea necesario para poder seguir vertiendo  su  veneno donde sea y como sea. Sopena, Juliana y Martínez Sistach, tres almas con un mismo espíritu, el espíritu de la traición y la indignidad.

Pregunta a los cuatro vientos: dime, Lluís,  indigno pastor de almas, ¿acaso no sabes que estás  colaborando en una causa ilegítima con procedimientos ilegítimos? ¿Acaso no te has enterado aún de  que eso que  maquinas y perpetras  es a la vez delito y pecado?

Miserable, miserable.

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