Trabajo: ajuste, sí; flexibilidad laboral, no
Cuando un sistema productivo, entendido como una máquina, presenta deficiencias en su funcionamiento y, consecuentemente, en su productividad, lo lógico y racional es revisarlo hasta detectar el fallo o los fallos con sus causas y sus consecuencias.
A partir de ahí, lo lógico y racional es proceder al reajuste de toda la máquina o todo el sistema para que recupere su funcionamiento normal y con él su equilibrio. Limitarse a efectuar una intervención puntual y unilateral puede ayudar a salir del paso, pero no será una solución válida a largo plazo.
La crisis del sistema productivo español en estos momentos es tan grave que su superación, si la hay, requiere la intervención conjunta y solidaria de obreros y patronos con un reparto mínimamente justo y equilibrado de derechos y obligaciones.
Podemos y debemos pensar que la llamada flexibilidad laboral provocaría la adopción de medidas de signo contrario por parte de los trabajadores, lo que llevaría a una espiral de graves consecuencias para unos y otros.
El Insomne entiende que «flexibilidad laboral» es un eufemisno fraudulento en cuanto que pretende ocultar una práctica injusta e incluso inmoral adoptada por una de las partes implicadas en la relación laboral; concretamente, por los patronos.
Lo correcto es estudiar el funcionamiento del sistema y, acto seguido, proceder a un ajuste de todo él, repartiendo las cargas entre las dos partes implicadas — obreros y patronos—, pues otra cosa llevaría a un enfrentamiento siempre perjudicial para unos y otros.
Pregunta a los cuatro vientos: ¿se impondrá la sensatez que nace del sano egoísmo y el instinto de supervivencia o terminaremos, una vez más, como los dos aldeanos retratados por Goya?
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