Zapatero, vendedor de promesas

Ayer,  en el Parlamento,  Rodríguez  Zapatero, se dedicó básicamente a vender promesas.  Y lo hizo como siempre,  dominando la escena, dosificando los tiempos, templando la voz y abriendo oportunamente los brazos como para abrazar a todos y a nadie.

La política como escenificación de la sonrisa,  los brazos abiertos y las promesas.

Zapatero es sin duda un cínico inmoral, pero, por encima de todo, es un gran vendedor, mejor vendedor incluso que  Sarkozy. Zapatero se convence a sí mismo  de lo que quiere decir y luego lo dice, siempre con una sonrisa. Por eso convence y por eso vende. Y lo que Zapatero vende, lo que viene vendiendo desde que está al frente del Gobierno, es siempre lo mismo: promesas.

Zapatero vende, y es sabido que al productor que vende ni se le despide ni se le cambia de demarcación o cometido.

Pregunta a los cuatro vientos: ¿no va siendo hora de estudiar a fondo el secreto de Zapatero y su  fórmula, ya sea para copiarlo o para acabar con él de una vez?

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