Baltasar Porcel

En pago de sus servicios, Baltasar Porcel recibió en vida todos los premios literarios, paraliterarios y político-literarios que aquí, en las Tierras de Poniente, es fan i es desfan.

I la torna!

Como el hombre tenía dos lenguas, mascullaba el catalán y el español, y, consecuentemente, comía con dos cucharas y a dos carrillos.

Amanuense siempre  al servicio de la clase dominante, el Destino quiso que Baltasar Porcel pasara de los círculos próximos a la Falange al rovell de l’ou catalán/catalanista y que pronto  Pujol ben Gurión, presidente del Sanedrín y sus cien familias, le designara escriba particular y le asignara un estipendio vitalicio con cargo a la cuenta de la familia de los Ferrusolos, conocida en este minifundio virtual como la Cigronada.

Desde su columna diaria — columna blindada, of course! —  en La Vanguardia, el amanuense y escriba Porcel, nunca escritor y nunca periodista, cantaba las glorias de su protector con devoción y entrega.

Lealtad al servicio de la deslealtad, fórmula en la que, por supuesto, al susodicho nunca le faltaron las dosis pertinentes de colaboracionismo y complicidad.

Colaboracionismo con el enemigo madrileño, entre bourbon y bourbon; complicidad, hecha de elipsis y sobreentendidos.  Tu ja m’entens!

Farmacopea suprema, eterna e infalible  de los hijos de estas tierras y estas islas desde la arribada  de los fenicios.

Pregunta a los cuatro vientos: ¿qué no habría conseguido el tal Baltasar Porcel si, además de tener una pluma ágil, siempre dispuesta a la felonía leal por encargo, hubiera sabido escribir de algo o  alguien con coherencia lógica y   gramatical?

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