Homo politicus, Procusto procusteado

Procusto, personaje mitológico cuyo nombre significaba originalmente «el que estira», ha pasado a la historia de la cultura occidental como protagonista de una leyenda de la que existen unas cuantas  versiones.

La leyenda del lecho de Procusto.

Según una de las  versiones, el gigantesco y perverso Procusto, de profesión  posadero, tenía un lecho en el que obligaba a yacer a su cliente de turno. Si  éste era demasiado grande  para las medidas del  lecho, le cortaba los pies;  si, por el contrario, era demasiado pequeño, lo descoyuntaba y le estiraba el cuerpo hasta que diera  la talla requerida.

Al parecer,  Teseo, hermanastro del sádico Procusto,  le aplicó una de las dos modalidades practicadas por éste, pues, tras tenderlo en el lecho,  le cortó la cabeza y las extremidades inferiores para que su cuerpo se ajustara  a las medidas del catre.

Así, a la postre, Procusto también tuvo su lecho de Procusto.

Hoy se califica como  procústeo el criterio que exige que alguien se someta, sin apelación posible,  al marco en el que debe actuar.

A partir de ahí,  el Insomne se ha tomado la licencia  de  utilizar, dentro del mismo espacio semántico,  el verbo procustear y el sustantivo procusteador, de indudable utilidad pública.

Pregunta a los cuatro vientos:  ¿saben los actuales  Procustos y procusteadores de la política española que corren el riesgo de  terminar procusteados por procedimientos procústeos?

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