El título responde, casi literalmente, al de una tercera de ABC firmada por Javier Rupérez el pasado lunes, 9 de abril, mientras que su contenido denuncia a buen seguro la preocupación del autor por el presente y el futuro previsible de España.
En realidad, a mi entender el desguace de España se inició hace ya más de cuarenta años, algunos más de los que yo llevo en situación de muerte civil aquí, en esta antigua región de España llamada Cataluña.
Muerte civil y, a continuación, acoso permanente e implacable ad hominem para destruir incluso, si les es dado, mi matrimonio y mi familia.
En esas están.
¿Delito? Denunciar la conjura del separatismo catalán con los medios a mi alcance, incluida mi vida.
El hecho es que para entonces, principios de los años setenta de ese siglo que ya es historia, estos separatistas tenían a punto su plan táctico y estratégico: cómo querían hacer lo que tenían pensado hacer ellos solos y sólo para ellos.
Conjura en forma de política de la puta i la Ramoneta y en nombre de la construcción nacional: una naciúncula con un miniestado burgués para burgueses.
En la práctica, una conjura hecha de incontables conjuras y una política hecha y deshecha constantemente combinando con ladina sabiduría gestos de traición, incluso de amenaza prepotente, con gestos de sumisión y —risum teneatis, amici–, de ostentosa lealtad.
Lamentablemente, los españoles de la Meseta, en su inmensa mayoría, siguen sin saber ni imaginar de qué es capaz y de qué no es capaz un homenot de la burguesía barcelonesa después de ser proclamado solemnemente «español del año».
Me permito recomendar a Javier Rupérez que vaya a ver a Enric Juliana, hombre de Pujol y corresponsal de La Vanguardia en los Madriles, capital de su país vecino y anfitrión.
Si lo hace, es posible que el tal Juliana le explique –por supuesto con ánimo de confundirle– la diferencia que hay entre «soberanía» e «independencia» a los ojos de un separatista ilustrado.
En cualquier caso, he aquí los principales hitos del proyecto —¿topants y trending topics?– tal como yo los he visto en mis pesadillas:
–colonizar España y apoderarse de sus medios de comunicación;
–ocupar sus centros de poder y decisión, incluido el Ejército, pero sobre todo Hacienda, la caja. Siempre la caja;
–desmembrar y desnaturalizar España como entidad y unidad nacional;
–poner la estructura del Estado, una vez desprovista de sus señas de identidad, al servicio de Cataluña.
Evidentemente, mientras tanto, el territorio y las instituciones de Cataluña irán quedando vedados a los españoles. Será de manera subrepticia y por vía de los hechos consumados, especialidad de la casa. En lo básico ya lo están ahora.
Según ellos, los separatistas catalanes, todo es cuestión de tiempo e intriga. El control total y exclusivo de la Caja grande marcará el punto de inflexión y no retorno.
El botín –una España sojuzgada, controlada y dirigida por Cataluña– bien vale una traición con todas sus intrigas y conjuras.
¿Sabe ahora el señor Rupérez cuál es la diferencia entre soberanía e independencia?