Artículos de enero de 2020

El ser o no ser de España

Entiendo que más pronto que tarde los españoles tendremos que decidir definitivamente, por acción u omisión, el ser o no ser de nuestra Patria.

De momento, los traidores van ganando por goleada.

¿Habrá una reacción del pueblo español en el último momento?

Barones socialistas: ni varones ni socialistas ni españoles

Entiendo que, a la hora de la verdad, los barones del PSOE han demostrado que no son ni varones ni socialistas ni españoles.

Fagocitados por el establishment  burgués de la buena vida y il dolce fare niente, los que  un día fueron jóvenes luchadores por la libertad no se han atrevido a comparecer ni ante los obreros socialistas ni ante el pueblo español en su conjunto para proclamar y defender  ideales históricos  siempre actuales.

¿Será la muerte del socialismo la muerte de España?

El ser o no ser de España: entre la envolvente catalana y la traición socialista

Entiendo que la envolvente catalana, nombre ideado por el que escribe y suscribe, responde a un esquema modular, básicamente siempre el mismo, y gracias a esta característica puede aplicarse y de hecho ha venido aplicándose  durante décadas, incluso simultáneamente, como recurso táctico y plan estratégico.

Para comprenderlo bastará con pensar por un momento, de una parte,  en el PSC, de Raventós a Iceta, y verlo a un mismo tiempo como gueto de charnegos y caladero de voto separatista, y, de otra parte, en el ominoso Estado de las autonomías, propugnado, dirigido y controlado  por Cataluña, al que, de acuerdo con la conjura rupturista y desintegradora en curso,  seguirá un conglomerado de autonomías, erigidas en naciones para la ocasión, bajo la égida de la República catalana,   pero sin España y, claro está, sin monarquía.

Y mientras los españoles de la Meseta duermen y nuestros socialistas, ni socialistas ni españoles, tienen que aceptar un pacto de sumisión con Podemos y abandonar toda esperanza de una alianza  con  el centro derecha socio-político  si no quieren perder total y definitivamente sus últimas señas de identidad como referentes de las izquierdas ibéricas, que pasarían inmediatamente, por la mismísima ley de la gravedad, a Podemos o, lo que en este caso es igual, a manos del ambicioso e indigente moral Pablo Iglesias.

Ambicioso e indigente moral, ávido de formar familia con el sector más insolidario de la burguesía catalana, siempre que se le asegure un cargo digno de su personalidad en la nueva república.

Y, si los españoles no nos tomamos verdaderamente en serio el ser o no ser  de nuestra Patria, cabe imaginar que, en pocas décadas,  de ella no quedará ni rastro.

Lo dicho, de nosotros depende el ser o no ser de España.

La catalanización de la política española, el Estado de las autonomías y más allá

Entiendo que la catalanización de la política española  va a traer consigo la catalanización de los políticos españoles y, a rebufo de éstos, la catalanización de todos o casi todos los ciudadanos españoles.

Y como, a mi entender, la política catalana se caracteriza por la deslealtad de todos con todos, me veo obligado a pensar que, una vez catalanizados, los españoles adoptaremos su modelo socio-político gracias al perverso invento del Estado de las autonomías, del que, si Dios no lo remedia, pasaremos en poco tiempo y por obligación al de las autonomías-naciones sin Estado, o sea, sin España, pero con una República catalana dominante y reguladora de las taifas medievales en su versión autonómica, republicana y actual.

Moraleja (invento catalán)

Si quieres destruir una nación milenaria monta un Estado de las autonomías, luego retira el Estado y quédate con las autonomías.

Cómo se destruye una nación unitaria y milenaria (añagaza catalana)

Si tienes una nación unitaria y milenaria y  quieres destruirla lo primero que debes hacer es plantarle encima un Estado de las autonomías.

Después le hurtas el Estado y te quedas con las autonomías. Así tendrás autonomías sin Estado y de paso habrás destruido para siempre  la nación unitaria y milenaria, que es de lo que se trataba.

Conjura separatista: Cataluña independiente y España parasitada

Sin dejar de lado el plan de la Cataluña independiente, en forma de superrepública, con su cohorte de micronaciones o naciúnculas, los separatistas catalanes están concentrados ahora en ocupar con hombres y mujeres de su confianza instancias y cargos clave de la estructura del Estado español y, muy concretamente, de su Gobierno.

Se trata de una ambiciosa conjura que tiene por objeto atenazar al conjunto de España y sus instituciones mediante lo que en su día bauticé con el nombre de Envolvente catalana.

Y en esas están.

Está previsto que el futuro de los españoles lo negocien catalanes con catalanes y luego lo decidan catalanes, sólo catalanes.

¿Que quién dirige las operaciones? Pues alguien que ni está en el actual Gobierno de la Nación ni pertenece formalmente al PSOE, tampoco a Podemos.

En varias ocasiones he definido a la criaturita como personificación de la perfidia y la deslealtad.

Y ahí sigue la pobre o el pobre.

Separatistas en el Gobierno de España

Me gustaría saber cuántos ministros y altos cargos separatistas hay en el actual Gobierno de España. Lógicamente, también me gustaría saber  quiénes son y cuál es la misión específica de todos y cada uno ellos como colectivo organizado, al menos en cuanto que están implicados en un plan para aniquilar a España y sojuzgar a los españoles desde dentro y desde arriba (la Envolvente catalana como estrategia  integral).

¿Lo sabré cuando sea demasiado tarde?

Ahora ya resulta evidente que  ser separatista o, lo que es igual, estar implicado en una conjura para destruir España no es  impedimento para formar parte del Gobierno de nuestra Nación.

¿Cuál será el paso siguiente? ¿Un jefe de Gobierno catalán y separatista?

No te hagas el tonto, Borrell. De todos modos, no va por ti. En cambio, Iceta sí puede ser presidente de la República de Cataluña o algo parecido.

De lo que estoy convencido ya ahora  es de que, llegado el momento, el futuro de España será tratado por catalanes, entre catalanes. Catalanes a un lado y a otro: en representación de los españoles y de los antiespañoles. A ellos y sólo a ellos corresponderá la decisión final.

¿Y qué haremos los españoles? De acuerdo con mis visiones y  previsiones seremos convidados de piedra en nuestro propio hogar.

Entiendo que eso nos pasa porque tenemos alma de esclavo, y, como dice Aristóteles, el esclavo es una propiedad (ajena) viva. A lo que yo añadiría por mi cuenta y riesgo: ni pensante ni decidente,  pues otros  piensan y deciden por él.

¿Será cierto que todos los españoles tenemos alma de esclavo?

De hijos de la Revolución industrial a padres de un paraíso fiscal

Siempre que se me ha permitido he dicho que lo que hay en Cataluña ha sido y es esencialmente un movimiento burgués, nunca nacionalismo.

¿Por qué? Pues porque entiendo que, en el plano histórico, el catalanismo empieza a manifestarse  en elementos  vanguardistas de la intelectualidad y el clero, secundados y patrocinados por un sector de  la  burguesía superior, se consolida en las clases medias, donde adquiere entidad,  y termina por abajo en la pequeña burguesía o menestralía.

Las capas inferiores de esa  sociedad ni son catalanistas ni son tenidas por catalanas por los dirigentes de sus capas superiores.

Si partimos del postulado de que en Cataluña hay hoy en día dos comunidades socio-lingüísticas -una comunidad minoritaria y dominante de lengua catalana, frente a una comunidad mayoritaria y dominada de lengua española- habremos de convenir -¿necesariamente?- en que aquí no hay ni democracia ni libertad de expresión.

De hecho,  a mi modo de ver y entender hace tiempo que en Cataluña no hay  ni una cosa ni otra.

La burguesía nacida de la Revolución industrial, con sus trescientas familias, sigue controlando la actividad económica y política de Cataluña, mientras que los miembros de la comunidad de lengua española, demográfica y por lo tanto democráticamente equivalentes al sesenta y cinco por ciento de la población total, son marginados socialmente y manipulados políticamente;  pueden votar y votan, pero no deciden  el uso y la aplicación de sus votos.

La dirección política del país está reservada mayoritariamente  a los catalanes  auténticos;  a la charnegada le corresponde una cuota muy pequeña y poco o nada significativa, que, además, es utilizada como coartada democrática.

En cualquier caso, el hecho es que, coincidiendo con la implantación del Estado de las autonomías, la burguesía de estirpe industrial se apoderó de la dirección política de esta futura república independiente y, acto seguido,  la convirtió en una parcela de la economía especulativa, con el agravante de una corrupción institucional exhibida con descaro,  gracias a la presencia y la intervención del clan de los Pujol  a partir de los años ochenta.

Por lo tanto, para mí no tiene nada de extraño que ahora, siguiendo esa misma línea, sus herederos políticos quieran convertir Cataluña en un paraíso fiscal.

Para eso no hace falta crear y financiar una nueva Administración estatal, basta con apoderarse de la existente y adaptarla a las exigencias del momento (teoría y práctica del cangrejo ermitaño).

La hora de los charnegos

Entiendo que charnego es aquel español que reside en Cataluña, pero cuyos padres, cuando no él mismo, proceden de otra región. El charnego conserva sus señas de identidad, en especial su lengua y sus costumbres, y, a pesar de todos los programas de ingeniería social puestos en marcha por el catalanismo dominante e imperante, intenta llevar una vida normal en español.

Hasta ahora menospreciado por su origen,  su baja condición socio-económica  y en muchos casos, no siempre, por  su deficiente formación intelectual, el charnego ha sobrevivido a un entorno hostil  y hoy constituye un colectivo social con un considerable potencial político.

Ahora, partidos de izquierda y derecha, españoles y antiespañoles, se disputan el favor de este colectivo integrado por un total de un millón a un millón y medio de individuos y llamado a desempeñar un papel relevante, tal vez incluso decisivo, no sólo en la politica catalana sino también  en el conjunto de la política española.

El caso de Gabriel Rufián, charnego captado por los agentes de ERC con rango de prosélito y  una ficha inimaginable para una persona sin formación profesional, es todo un  exponente de la importancia que los independentistas otorgan a este colectivo.

¿Serán los separatistas catalanes más activos que los españoles también en esta ocasión?

España sobrevivirá, pero mutilada

Quiero pensar que, de momento, España sobrevivirá al golpe de Estado perpetrado por los separatistas catalanes en el otoño de 2017.

Pero creo también que lo hará con graves e irreparables mutilaciones y amputaciones en su cuerpo y en su alma.

Los separatistas catalanes han conseguido, además de una parte considerable de lo que querían y quieren, que su lucha para acabar con España siga en adelante el esquema que tanto les gusta: guerra sucia e intriga permanente; desde dentro  y desde fuera de la Ley, sobre todo desde fuera.

El atávico y siempre actual juego de la puta i la Ramoneta como táctica y estrategia.

Ahí se consideran invencibles.

Y a mi entender lo son si no se los obliga a abandonar sus posiciones de una vez por todas.

Sobre un posible, nunca deseado, futuro de Cataluña y los catalanes

De momento, los separatistas catalanes nos han enseñado que la parte puede llegar a ser más que el todo y cómo conseguirlo.

Alcanzado  el año 2020, la intervención del Estado Español en Cataluña, no su presencia real e institucional, consiste básicamente en pagar el gasto que genera esta comunidad más que autónoma, sin controlar su utilización  y a duras penas su cuantía.

Cataluña es cada vez menos España y cada vez más otro país. Naturalmente gracias al dinero español.

En otras palabras.

Cataluña, que era la parte, terminará siendo entera y exclusivamente de los catalanes, mientras que los territorios del Estado español seguirán siendo de todos, incluidos los catalanes que ni se sienten ni quieren ser españoles.

De hecho, hace décadas que estamos financiando la desintegración de España y, al mismo tiempo,  el empoderamiento y la independencia de Cataluña.

Y, por lo tanto,  cada vez más lejos de tener y poner en práctica un antídoto eficaz contra la perfidia separatista.

A partir de ahí podemos imaginar que Cataluña dejará de ser definitivamente España, bien por una declaración unilateral tajante, bien, a la genuina manera catalana,  mediante un juego sinuoso y humillante de trampas y traiciones.

En cualquier caso, a la postre la parte se impondrá al todo, que, despojado de sus poderes,  ya no será el todo sino mero acúmulo residual de un Estado histórico, mientras que la parte, erigida en república  soberana emergente, impondrá su ley no sólo sobre su territorio sino también sobre los restantes territorios de lo que un día fue España.

Pablo Iglesias ha dicho…

Pablo Iglesias, el inteligentísimo, muy honrado  y muy leal dirigente de Podemos, ha dicho más o menos: «Los independentistas, mejor negociando en una mesa que en la cárcel».

Imagino que el pobre hombre ha olvidado que esos independentistas están en la cárcel por haber infringido gravísimamente la Ley de un Estado de derecho llamado Reino de España, no por sus ideas políticas.

¿La hora de la gran embranzida?

Entiendo que el separatismo catalán sigue y, probablemente, seguirá apostando por la intriga permanente como táctica preferida y más idónea, siempre en línea con su atávico masoquismo.

Entiendo asimismo que, ni en este momento ni en un futuro inmediato, ese separatismo sueña con imponerse al Estado español por vía directa y en campo abierto; sólo a minarlo colonizando lenta y furtivamente el mayor número posible de instituciones estatales, de modo que la  presencia del elemento catalán condicione de manera progresiva la vida o, si se prefiere, la actividad  interior y exterior del Estado anfitrión.

Y, a partir de ahí, a resistir e intrigar, a intrigar y resistir como siempre, hasta que llegue el momento  glorioso de la gran embranzida.

Pero, ¿se producirá algún día esa gran embrazida que permita a los separatistas catalanes superar su frustración colectiva y su irredentismo histórico?

¿Fin de la ensoñación separatista?

Después de décadas intentando aparentar lo que nunca fueron, los dirigentes separatistas empiezan a cobrar conciencia de lo que son en realidad.

La imagen  de una Cataluña ideal se está viniendo abajo por el peso de los hechos y una realidad inmisericorde.

En el espejo de esa realidad inmisericorde los dirigentes separatistas también podrán ver de ahora en adelante la imagen de todos y cada uno de ellos desprovista de los aditamentos de la cosmética política, o sea, tal como siempre fueron y, por lo tanto, tal como son.

Tengo curiosidad por ver qué queda de criaturas como Torra, Puigdemont y Junqueras, una vez sean despojadas de sus máscaras y transiten por la vía pública como simples mortales.

Aunque también es posible que no se atrevan a salir a la calle.

Pilar Rahola como profetisa

Es sabido que La Vanguardia ha sido y es el órgano oficial y oficioso del catalán burgués o, si se prefiere, del catalán bienhabiente y bienpensante.

Sus colaboradores más influyentes defienden de manera sistemática los intereses de una clase social que, formada inicialmente por trescientas familias, copa hoy en día, casi totalmente,  las instituciones  de poder y representación democrática de Cataluña y aspira a copar o, al menos, controlar en fecha no lejana las instancias nucleares del Estado español.

Suplantación, palabra prohibida.

Pero parece que la cosa se ha torcido, y ahora los colaboradores más destacados del mencionado medio burgués hablan, de manera más o menos abierta, de un plan suicida que es necesario abandonar cuanto antes en aras de la supervivencia de nuestro pueblo.

Y justamente hoy, Pilar Rahola escribe en el mencionado diario catalán:

«La conclusión es evidente: el PSOE tiene el poder de la Moncloa, pero el PP domina los poderes del Estado. Y Catalunya es la primera víctima».

Aunque básicamente estoy de acuerdo con la conclusión de la señora Rahola, me permito  añadirle para completar su última frase:

«Y Cataluña es la primera víctima de su propia traición».

De paso me sirve para recordar a lectores y leídos que, de acuerdo con mis investigaciones,  traición es una de las cien palabras que un buen separatista catalán procurará no pronunciar en toda su vida.