Artículos de febrero de 2021

España, ¿vuelta sin retorno?

Por razón de mi edad y sus servidumbres llevo bastante tiempo disponiéndome a morir o, al menos, intentándolo.

Mi  deseo último y primero es alcanzar el estado de ataraxia y, a partir de ahí,  esperar a que se consume el tránsito.

Tránsito que, a mi entender,  es vuelta a la nada, que es el todo.

Vuelta –¿¡necesariamente!?– sin retorno.

Pero, a juzgar por el panorama que ahora me circunda o envuelve, parece  ser que antes voy a asistir, de cuerpo vivo y presente, a la muerte de España como  comunidad y cultura.

A pesar de mi  condición de criatura alienada o precisamente por ella,  la muerte de España  me abruma y, en este preciso instante,  me sobrecoge.

A mis ojos, esa España encarna –¿personifica?–  una consciencia colectiva de la que participo a través de mi yo.

En ese sentido, la muerte de España es también mi muerte.

¿Va a ser la suya también una vuelta sin retorno?

 

¿Tiene el español alma de esclavo?

El proyecto o, por mejor decir, la conjura viene de lejos. Podemos imaginar que se inició  en los años cincuenta de ese siglo que ya es historia, bajo la dictadura de Franco, circunstancia que obligó a sus promotores, pertenecientes a la   burguesía catalanista,  a disfrazarse de devotos feligreses  de la Santa Madre Iglesia para susurrar con voz montserratina: Volem bisbes catalans!  (¡Queremos obispos catalanes!)

Con la instauración de la democracia formal en España, esa misma burguesía afianzó su posición en su predio natural e histórico y en el plazo de pocos años  consiguió copar, una tras otra,  todas o casi todas las instancias autonómicas de decisión y representación, con el consiguiente control de la población, para, acto seguido, instaurar en la región una dictadura encubierta cada vez más activa y  poderosa.

¡Hoy todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas e ilegales!

El paso siguiente fue cruzar el Ebro y tender puentes con los sectores más desleales de la izquierda española, hasta establecer toda suerte de alianzas y pactos contra natura con un Podemos traidor a la clase trabajadora y un PSOE desnaturalizado o, si se quiere, degenerado: ni socialista ni obrero ni español.

Resultado: entidades  burguesas  y organizaciones  obreras, unidas en una conjura contra la sociedad civil y, en definitiva, contra España y los españoles. Ellos,  a mandar; nosotros, a cumplir órdenes.

Por de pronto, Pedro Sánchez, desleal  a España y al socialismo, ya ha entregado el presente y el futuro de Cataluña a Salvador Illa en funciones de buen separatista y ha confiado los territorios de la España profunda a Miquel Iceta, personificación de la perfidia fenicia, al tiempo que se ha reservado  para él   la función de capomastro.

Los tres juntos –Sánchez, Illa e Iceta–  forman ahora el trío encargado de  hacer saltar por lo aires a España, patria querida e irrenunciable,  con sus estructuras, con su historia e incluso con su nombre.

Si, como dice Hegel,  esclavo es aquel que lo supedita todo a la supervivencia,   yo pregunto: ¿tiene el español alma de esclavo?

 

La demolición de España entra en su fase decisiva

Pienso y siento que el trío formado por Pedro Sánchez,  Salvador Illa y Miquel Iceta ha iniciado, poco menos que oficialmente, la fase decisiva de la demolición de España.

El fenicio se ha apresurado a  rectificar: con la suplantación de España por la República de Cataluña queda resuelto desde dentro y  por elevación el  derecho a decidir con todas sus elipsis (verbi gratia, quién lo ejerce, cómo, cuándo, dónde  y para qué).

Mientras tanto, la Sexta, canal de televisión adicto a la conjura, continúa con sus ataques al PP, partido corrupto pero sobre todo baluarte de la derecha española.

No hace falta preguntarse quién o qué vendrá a continuación, pues una cosa parece cierta: la Ferrusola, el Avi Pujol y la Cigronada  seguirán estando a salvo.

La envolvente catalana y el futuro de España

Entiendo que la Envolvente catalana es un concepto modular y, en este caso concreto, un recurso táctico-estratégico polivalente y multiuso. Con él se ha tramado  sobre el papel y se está llevando a cabo en la práctica la demolición de España como realidad histórica, política, social y cultural, demolición que en su momento irá acompañada, sin solución de continuidad,  por  la creación de una República de Cataluña destinada a asumir en el futuro próximo y para siempre un rango único por hegemónico en el ámbito de la península Ibérica y en definitiva a suplantar al Estado Español en el concierto de las naciones. Entiendo asimismo que con la incorporación de Salvador Illa y Miquel Iceta al Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez, la demolición de España ha entrado en su fase decisiva y, probablemente, última.

Pedro Sánchez, siempre desleal y siempre atento a sus intereses,  ya ha confiado la gestión de los asuntos de Cataluña a Salvador Illa, conocido y  reconocido en este espacio virtual como el buen separatista. A mi entender, de ahora en adelante la misión de este  va a consistir en alentar e impulsar, ora bajo cuerda, ora abiertamente, todas las formas de deslealtad constitucional  que, a su juicio, converjan en el fortalecimiento del separatismo y faciliten la creación de estructuras de Estado propias y, en muchos casos, exclusivas de Cataluña, con el consiguiente y deseado debilitamiento de España hasta dejarla convertida en una carcasa vacía.

De Miquel Iceta me atrevo a decir que, dadas su perfidia natural y  su condición de eminencia gris de todas las conjuras separatistas perpetradas de veinticinco años a esta parte en el ámbito catalán, ahora está llamado a dirigir la política nacional hasta la demolición de España, pero pasando antes  por su descabezamiento.

Así, mientras Illa fomentará e impulsará a buen seguro el separatismo catalán de estirpe  convergente y burguesa, hasta llevarlo a las puertas de la república (y, si puede, más allá), Perfidia Iceta se dedicará a fomentar los movimientos de cuño comunero y/o  regionalista  de las tierras del interior para, acto seguido, enfrentarlos con Madrid y los señoritos madrileños, a la vez odiados y envidiados.

Todo ello me permite aventurar con un mínimo riesgo de error que, tan pronto como  el Pedro Sánchez de turno quede reducido a la condición de convidado de piedra, nuestra política postnacional girará básicamente en torno a un diálogo fijo y discontinuo, naturalmente sin testigos foráneos, entre catalanes –Perfidia Iceta y el buen separatista Illa– o, en su ausencia, entre sendos miembros de su misma casta y su misma escuela.

Sinceramente daría mi vida por que lo expuesto y narrado aquí no ocurriera, pero, por desgracia, los signos premonitorios están ahí y son muchos. En cualquier caso, creo que he hecho mi parte.

¡Españoles, la Patria está en peligro!

Me angustia España

Un día conocí una Europa de humanos con voluntad de ser y poder y desde entonces vivo conscientemente  mi condición de español como desgracia.

La desgracia de ser español.

A partir de ahí –lugar y momento–, lo español me angustia y me ha angustiado de por vida.

Me enfrenté y me enfrento a  mi condición para superarla, no para dejar de ser español.

Nunca conseguí ser europeo –¿pensar en alemán?– y nunca acerté a dejar de ser español.

Tampoco ahora, cuando España y los españoles se disponen a vivir su pasado más triste e  ingrato como futuro necesariamente incierto.

No aprendemos.

Dice y escribe Sánchez Dragó: «VIVIR en el FUTURO, como nos enseñan, crea ANSIEDAD y, en el PASADO, crea DEPRESIÓN».

En mi opinión, el  autor de Gárgoris y Habidis es, al margen de su querencia a la quincalla vanidosa, una mente tan lúcida como rica en hallazgos geniales y, por todo ello, una de las manifestaciones más auténticas y profundas del Genio español.

 

Política española: diálogo entre separatistas catalanes

El próximo capítulo de la política española está cantado desde hace tiempo. Días pasados, yo mismo lo canté y lo conté  en forma de maldición fatal, no en forma de traición evitable y evitanda, en esta página virtual.

Una vez nuestro infame doctor cum plagio abandone el primer plano de la escena, ahora, sí, convertido para siempre en convidado de piedra, los nuevos y futuros protagonistas  –Perfidia Iceta y el buen separatista Salvador Illa–, dos catalanes contratados y reservados  para la ocasión, se ocuparán en exclusiva de la cosa pública de España y los españoles en base a un diálogo permanente en la línea de la táctica futbolística «tuya, mía; tuya, mía», con remate final y gol por la banda izquierda, táctica  conocida y aceptada por todos, actores y espectadores, embaucadores y embaucados.

En mi guión  está previsto que el capítulo o, si se quiere, el acto teatral termine con la desaparición paulatina pero definitiva, corpore insepulto,  del convidado de piedra y el ascenso de Perfidia Iceta al rango de eminencia gris de la nueva política y la nueva realidad plurinacional, una y otra al servicio de la República de Cataluña, que, a efectos oficiales,  probablemente pasará a manos de otro buen separatista por aquello del juego democrático y las buenas maneras.

No creo que en la decisión de pasar página e iniciar una etapa histórica de España sin España se vayan a tener en cuenta  las últimas voluntades de los interfectos, pero tengo por cierto que, aun entonces, yo seguiré aferrado, aunque sea sólo en sueños, a la Patria de mi infancia.

Última traición del falso bolchevique Pablo Iglesias

Después de tramar y perpetrar alianzas y pactos contra natura para formar Gobierno y figurar en él, aunque fuera sólo en calidad de subalterno, Pablo Iglesias, fiel a su propia imagen y a su condición de falso bolchevique, viene ahora y nos endosa su última traición: España no es una democracia plena, hay dirigentes políticos en la cárcel.

El muy culto y leal Pablo Iglesias no menciona ni siquiera una de las razones por las que esos dirigentes están en la cárcel. Por no mencionar no menciona ni siquiera que los angelitos fueron procesados y declarados culpables de delitos tan graves como la sedición.

Que se enteren todos los españoles,  los dirigentes políticos catalanes están en la cárcel no por sediciosos y después de un proceso en el que gozaron de todas las garantías que ofrece el   Estado de derecho, sino simple y exclusivamente por su condición de dirigentes políticos.

Y yo, empeñado en votar a VOX.

 

España, sociedad enferma, nación enferma

Quiero entender ingenuamente que, para ser una sociedad sana y equilibrada y, a partir de ahí, una nación sana y equilibrada, España necesitaría de manera ineludible y permanente que sus formaciones políticas de izquierda y derecha, separadas en un principio por sus respectivas ideologías, pasaran a estar unidas,  más allá de estas, por un mismo y único  sentimiento de pertenencia y una misma y única manera de hacer frente a sus necesidades como sociedad, pueblo y nación.

Ese sería para mí un sentimiento de pertenencia o  patriotismo esencialmente integrador y positivo.

En cambio,  a mi entender, nuestra derecha se ha caracterizado  a lo largo de los dos últimos siglos por un patriotismo reaccionario y poco o nada pragmático, mientras que nuestra izquierda, en especial la surgida a raíz de la Revolución industrial (que, en mi opinión,  la tuvimos y la tenemos), ha rechazado de manera obstinada todo lo  relacionado con el patriotismo (concepto, término y praxis), identificado en el inconsciente colectivo de la clase trabajadora con fascismo, opresión y explotación.

Y, de acuerdo con mis observaciones, ahí sigue en buena medida.

A pesar de todo ello o precisamente por todo ello, yo he abogado y abogo  por un sentimiento de pertenencia o patriotismo  que, superando  las barreras levantadas por las ideologías, cristalice en el alumbramiento de una sociedad y  una nación de seres humanos cada vez más racionalmente solidarios y pragmáticos.

En definitiva, me gustaría contribuir a que España dejara de ser una sociedad enferma y una nación enferma.

Nota

Hay sociedades y naciones en las que el patriotismo se asienta prioritariamente en la izquierda.

 

«España no es una democracia plena», Pablo Iglesias

Entiendo que la declaración de que España no es una democracia plena, formulada por Pablo Iglesias,  contiene en sí misma una acusación grave, máxime habida cuenta de que quien la formula forma parte del  Gobierno español.

Aun así o por ser así, personalmente entiendo asimismo que al susodicho Pablo Iglesias se le podría y acaso se le debería permitir/pedir/exigir que hiciera una exposición razonada de su acusación, cosa que, por lo que yo sé, hasta ahora no ha hecho.

¿Por qué piensa el señor Iglesias que en la actualidad  España  no es una democracia plena? Razones, argumentos, hechos y casos concretos.

Entonces, ¿por qué y para qué está él en el Gobierno?

La cosa es muy sencilla. No se debe condenar a nadie sin darle  antes la oportunidad de defenderse y, en este supuesto, de exponer las razones de su acción.

Por último, entiendo que, si está mal acusar de algo a alguien sin presentar pruebas, peor aún está condenar a alguien sin juicio previo.

Y que conste que, además de que no soy jurista, no  comparto las ideas de Pablo Iglesias y no  apruebo su  comportamiento.

La señorita Elipsis, del partido de los elípticos, en las elecciones de Cataluña

Me permito pronosticar,  aunque  sea aquí y ahora en clave humorística, que la señorita Elipsis  –nombre completo: Elipsis Semántica de los Elípticos— estará presente en las elecciones catalanas del próximo día 14.

Y considero que lo puedo afirmar y pronosticar porque hasta ahora la susodicha ha figurado indefectiblemente en  las  consignas, las proclamas y  los programas de todos y cada uno de los partidos independentistas.

Es cierto que en rigor constituye un recurso primordialmente táctico, pero también lo es, al menos para mí, que, incluso como tal, también ha venido afectando  y sigue afectando  a la estrategia de los colectivos  que la han adoptado  como medio propio de la idiosincrasia o, si se prefiere, del tarannà  de los catalanes  en su lucha por sobrevivir, medrar y prosperar.

Considero asimismo que en el caso del independentismo catalán la señorita Elipsis ha impuesto hasta ahora su ley en dos conceptos nucleares, entre otros muchos: Independencia de Cataluña  y pago del coste de la independencia de Cataluña.

Después de examinar y estudiar la cartelería de la campaña actual, puedo decir que aprecio  síntomas de ese gradualismo aperturista al que nos tiene acostumbrados y más que acostumbrados el independentismo (perdón, señorita  Elipsis).

Y como hasta ahora nunca  he oído hablar a los independentistas del coste de la independencia de Cataluña, entiendo que estos dan por seguro que será España, Estado opresor y explotador, la que cargue con el muerto. (Es sólo un decir.)

El plan de Pedro Sánchez para derrotar al separatismo

A mi entender, Pedro Sánchez, bastante más maquiavélico y amoral de lo que el español medio podría pensar, elaboró hace ya tiempo un plan para derrotar al separatismo catalán en su propio terreno y con sus propias armas.

Y, por  lo que estamos viendo, ha empezado a ejecutarlo colocando a Perfidia Iceta como comisario de los territorios de la España profunda e impartiendo  las últimas instrucciones a  Salvador Illa, que ha de representarlo en  el papel del buen separatista en su país natal.

Antes, el susodicho Illa tendrá que imponerse a sus correligionarios de morro duro en las elecciones del próximo día 14, algo que no parece ni fácil ni seguro.

Pantomimas aparte.

Imagino que una derrota preliminar de su subalterno en Cataluña podría significar para Pedro Sánchez no sólo un contratiempo grave sino incluso la imposibilidad de llevar a cabo su plan en un futuro previsible.

¿Qué hará nuestro maquiavélico y amoral jefe de Gobierno si   los separatistas catalanes de toda la vida deciden no respetar el pacto de no agresión y machacan al pobre Illa en las urnas y fuera de las urnas?

Evidentemente  no lo sé, pero estoy convencido de que el hombre persistirá en su conjura para acabar con todas las conjuras tramadas  contra él  y su plan.

Sí, Pedro Sánchez es un estratega.

Dictadura separatista en Cataluña: casi el 50% del electorado opta por la abstención

Los resultados de las elecciones catalanas sitúan a cuantos nos sentimos  españoles ante un panorama desolador: los separatistas consolidan su dictadura con la ocupación de todas las instituciones de decisión y representación autonómicas, mientras los ciudadanos españoles optan por la abstención, que llega a casi el 50%.

¿Han sido democráticas las elecciones?

La monocatalanización de Cataluña dentro de la primera fase de la desnaturalización de España

Triunfo rotundo e inapelable del separatismo en las elecciones autonómicas de Cataluña, al menos tal como yo las interpreto.

Mi enhorabuena de corazón, que es mi enhoramala de corazón.

Los españoles optaron mayoritariamente por la cama.  Ni se enteraron de lo que estaba y está en juego, sencillamente la ruina de España.

Contra perfidia, indolencia.

Así las cosas, Salvador Illa hizo su campaña y los resultados dicen que acertó. Illa, el buen separatista, forma tándem con Perfidia Iceta y los dos juntos están a las órdenes de Pedro Sánchez, conocido en este predio virtual con el sobrenombre de  el Estratega.

Como representante genuino de la muy catalana política de la puta i la Ramoneta,  Illa se cuidará en esencia  de mantener un diálogo continuo y permanente con los separatistas de morro duro para que todo quede en casa y como asunto a tratar por catalanes y entre catalanes. Cosa nostra a casa nostra!

Título de la película: Separatista bueno contra separatistas malos.

Gracias a su biografía de eminencia gris del separatismo en sus diversas manifestaciones,  Perfidia Iceta tiene ahora a su cargo el control y la gestión de los territorios de la España profunda con la consigna  de primar, incentivar e impulsar las formas de regionalismo que, a partir de las comunidades autónomas, puedan rentabilizarse  como fuerzas desnaturalizadoras, desintegradoras y  desespañolizadoras.

La Envolvente catalana queda así supeditada a la tenaza socialista con Pedro Sánchez como gran Estratega. Por lo que sé y lo que intuyo,  el objetivo capital de este es llevar a España de la actual monarquía parlamentaria a una república según él auténticamente democrática y para ello el hombre se propone utilizar –léase engañar–  simultánea y/o alternativamente a separatistas y antiseparatistas, a  falsos socialistas y capitalistas auténticos;  dicho en pocas palabras, a todos los españoles.

¿Lo conseguirá?

 

¿Tres planes para una España nueva?

Entiendo que,  a partir del año 1978, con la instauración en España de un régimen político mínimamente democrático o, cuando menos, formalmente democrático, a los españoles se nos ofrecieron a priori tres maneras de configurar el ordenamiento político de lo que en lo sucesivo y respondiendo al espíritu de los nuevos tiempos iba a ser y a llamarse este país.

Plan constitucionalista o Plan Aznar

Plan socialista o Plan Pedro Sánchez

Plan catalán o Plan Iceta

Transcurridas más de cuatro décadas desde la fecha inaugural de la llamada Transición democrática (1978), me atrevo a afirmar que esas tres concepciones de nuestro ordenamiento político siguen vivas como sendas realidades sociopolíticas parciales, bien que sometidas en su conjunto  a una deriva que hasta ahora ha ido y  va inexorablemente del centro a la periferia, de Castilla a Cataluña, del constitucionalismo con sello del Partido Popular, representado por  Aznar, al catalanismo actual, insolidario y desleal, de Iceta, con el socialismo sui generis del ambicioso Pedro Sánchez como momento de un equilibrio siempre inestable y precario.

Ahora mismo  me inclino a pensar que Pedro Sánchez, con su autoconciencia de gran Estratega, está convencido de que terminará imponiéndose a sus rivales  de dentro y fuera de su ámbito  social y socialista, de izquierda y derecha, españoles y antiespañoles.

En definitiva –y siempre en mi opinión–, su objetivo es llevar a España y los españoles de la monarquía parlamentaria a lo que él considera una república realmente democrática.

Para ello  deberá imponerse antes, de manera contundente,  a los separatistas catalanes de Miquel Iceta, con sus infinitas argucias  y su irreductible deslealtad.

Por lo que sé,   la criatura, conocida en este predio como Perfidia Iceta, tiene capacidad para hacer mucho daño a los españoles, incluso para hundir a España en el caos social, político y económico (de hecho ya lo está haciendo), pero no de presentar un proyecto mínimamente aceptable en términos económicos y políticos a la sociedad, ni siquiera a la catalana.

¿Dónde están los caudales para financiar  la creación y puesta en marcha de una administración estatal catalana? ¿Alguien cree realmente que España va a pagar su propia destrucción y, acto seguido, su suplantación por la República de Cataluña?

Hoy por hoy creo  más bien que lo que los españoles deben hacer, y desearía que hicieran, es aprovechar las posibilidades  que ofrece la España vacía, incluso las franjas costeras, para reducir su dependencia del turismo y, en contrapartida,  aumentar el peso específico del trabajo realmente formativo y productivo.

El emporio económico creado en torno a Madrid  es un ejemplo a seguir. Ese emporio reclama ahora la colaboración de un personal que va desde operarios de diferentes profesiones hasta emprendedores y ejecutivos capaces de dirigir la nueva economía y explotar debidamente sus posibilidades.

Ya ahora, Madrid y su entorno superan en actividad económica a Barcelona e incluso a toda Cataluña.

Hacer de España un país atractivo en términos de oportunidades laborales es una manera inteligente de combatir el separatismo insolidario.

Eso significa para mí que el chantaje separatista está a punto de dejar de funcionar.

 

La España con la que sueño

Como me tengo por un ultraidealista o, si alguien lo prefiere, por un ultra idealista, sueño  ingenuamente con  una España asentada en dos partidos contrapuestos y recíprocamente compensados y  equilibrados:  un partido de izquierdas y un partido de derechas.

Dos partidos  leales   y  fuertes,  cada uno con su ideología y, por lo tanto, cada uno con sus propios intereses y su parroquia, pero los dos unidos, por encima de todo ello, por un sentimiento de pertenencia único y unitario, de acuerdo con el modelo  implantado hoy en las sociedades nacionales más avanzadas y progresistas de nuestro entorno cultural, social y político.

El hecho es que formamos parte de la civilización occidental con su manera de entender y organizar la vida social y la actividad política.

Fruto suyo es el actual Estado de derecho, que, según un criterio generalizado entre expertos y estudiosos, marca la cota más alta alcanzada hasta ahora por las sociedades nacionales en el ámbito de la vida comunitaria y la gestión pública de sus actividades, en especial la política, la económica y la estrictamente social.

¿Y entonces qué hacemos con nuestros odiosos y queridos separatistas?

Para mí la respuesta, incluida la solución del problema, es muy sencilla, pues viene dada en nuestra Constitución y quiero suponer que en la Constitución de todo Estado de derecho: «Al ciudadano o, lo que en este caso es igual, a todo ciudadano sólo se le puede exigir el cumplimiento de la Ley y el acatamiento de la Constitución».

Dime, Jordi, hijo de Jordi, ¿volverás a hacerlo?

 

Por una nueva derecha española

Considero que la España profunda, representada  en lo social, en lo político y en lo económico  por Castilla,  también tuvo, ha tenido y tiene su burguesía.

Pero mientras las burguesías vasca y catalana comparecieron en la escena pública española, mediado el siglo XIX, con la llamada Revolución industrial, después de un largo y provechoso aprendizaje de sus precursores  como navegantes y navieros dedicados al transporte de materias primas desde las colonias, la burguesía castellana, cuyos orígenes se remontan a la Edad Media, toma cuerpo en la Edad Moderna como nobleza cortesana y funcionariado capitalino, nacional/estatal  y, llegado el momento, imperial.

Nobleza cortesana, funcionarial  y, mal que me pese, parasitaria, frente a las dos burguesías periféricas de navieros y  mercaderes, fundidores del hierro y  tejedores.

¿Iberos y fenicios?

El hecho es que, tal como yo lo veo y entiendo, la corte con su populoso servicio vive de renta y para ello la autoridad competente entrega el mercado peninsular en forma de concesión exclusiva  a los empresarios  vascos y catalanes.

En lo económico, la entente cordiale se mantiene básicamente durante un reinado tras otro,  pero a mediados del siglo XIX,  algunos catalanes ilustrados empiezan a pensar y escribir en su lengua como manifestación/expresión de una autoconciencia propia y diferenciada de la española.

Ha nacido el germen de lo que un día querrá ser  y llamarse la  República de Cataluña.

Superada la Guerra Civil (1936-1939) con sus incontables traumas, el catalanismo se organiza de acuerdo con la táctica que  mejor conoce y mejor le cuadra: la basada en la intriga furtiva y permanente. Acto seguido,  inicia su andadura.

Una andadura concebida como hoja de ruta y programa que, utilizando  a modo de hilo conductor el Derecho a decidir, debe impulsar el independentismo catalán y  llevarlo desde el Volem bisbes catalans de los años cincuenta del siglo XX hasta la República de Cataluña, prevista para una fecha situada entre  el 2020 y el 2025.  El objetivo final (y durante mucho tiempo secreto) es la suplantación de España por Cataluña en el ámbito peninsular y en el concierto de las naciones.

En ese contexto, la derecha nacida en el seno del franquismo y heredera de su legado arranca con una clara ventaja sobre los demás partidos, ventaja en forma de privilegios, muchos de ellos ilegítimos, que irá perdiendo,  nolens volens, con el afianzamiento del nuevo orden  legal  y la acción implacable de las formaciones rivales.

La derecha española encarnada en el Partido Popular que va de Fraga a Rajoy es hoy un cuerpo gravemente enfermo: o desaparece por causas naturales  o, probablemente, tendrá que enfrentarse a un futuro muy poco honroso.

Sus dirigentes más jóvenes llevan algún tiempo intentando  romper con el pasado –sus hombres y sus nombres, sus hechos y sus beneficiarios–, pero no sabemos si lo conseguirán y, en cualquier caso, si esa ruptura será real y suficiente.

Pensando siempre en lo que entiendo como bueno para España y los españoles, quiero imaginar que esos dirigentes políticos, libres de lastres ideológicos y biográficos, van a buscar el apoyo y la adhesión de las legiones  de trabajadores –desde operarios cualificados hasta emprendedores  y ejecutivos–  que sin duda va a reclamar el emporio económico surgido en Madrid y su entorno durante las últimas décadas y que quiero ver como una nueva tierra de promisión y por lo tanto como la prueba visible de que la España vacía hace tiempo que empezó a hundirse en el  pasado.

Muerte civil en Cataluña

Entiendo que, si la muerte civil consiste en la privación de los derechos civiles a una persona, en Cataluña, en cuanto parte integrante del Estado español, hay muchísimos  ciudadanos españoles que viven en situación de muerte civil.

¿Tengo que demostrarlo?

¡Pero si son millones!

¿Dónde está el Estado de derecho?

 

La muerte como experiencia y transición

Llegado a la vejez con su ineludible y progresivo repertorio de achaques, limitaciones y servidumbres, me ha parecido no sólo  conveniente sino incluso obligado empezar a pensar en la muerte como experiencia humana-ultrahumana y/o  transición física-metafísica.

Durante los años de vida plenamente consciente y activa mi gran preocupación ha sido España, cuyo presente y futuro he vivido con angustia.

Ahora, acaso más prosaico y egoísta, he decidido dedicarme a  poner orden en   mi cabeza, que es mi hogar,  y, siguiendo la propuesta de  don Miguel de Unamuno,  dejar  a  los muertos la tarea de enterrar a sus muertos.

¿Soy tal vez un representante trasnochado y traspapelado de la generación del 98 o será acaso que hay dos generaciones del 98 y, sin saberlo, yo pertenezco a la segunda, la de 1998?

También esta nos sitúa ante un desastre nacional, tal vez el último y definitivo.

En cualquier caso, Unamuno nos enseñó que hay tareas de muertos y tareas de vivos.

Me resigno, pues,  y, decidido a poner orden, empiezo por la economía, que,  según los griegos, es ley de la casa  y por lo tanto abarca todo lo que hay en ella y se hace en ella; en una palabra, su administración.

 

Dolo, caos, dictadura

Entiendo que el  doloso y en apariencia caótico  proceso que ha seguido la Cataluña institucional desde 1978, año del restablecimiento  de la democracia en España, hasta hoy responde a un plan, elaborado durante décadas,  que, a través de una ininterrumpida cadena de fraudes de ley, debe  conducir a esta región española con rango de comunidad autónoma dentro del Reino de España, según consta en su Estatuto (2006), a la condición de Estado soberano con  nombre de república.

Cataluña tiene hoy una población aproximada  de siete millones y medio de personas distribuida básicamente en dos comunidades sociolingüísticas: una comunidad de lengua catalana y sentimiento catalán, equivalente al 40% del total, y una comunidad de lengua española y sentimiento español, equivalente al 60% restante y residual (?).

Por extraño que parezca,  ese hecho no es recogido en ningún documento oficial de la Generalidad: ni en los controles de la población laboral elaborados por la Consejería de Trabajo ni en los controles de la población escolar elaborados por la Consejería de Enseñanza.

Para la Generalidad y sus incontables entes asociados, en Cataluña no existe hoy  una comunidad de lengua española con cuatro millones y medio de miembros,  su identidad y su lengua, sus derechos y sus deberes.

Desde los tiempos de la Transición,  la comunidad de lengua catalana, única existente aquí a efectos oficiales, ha venido copando y ocupando, una tras otra,  todas las instancias de decisión y representación de Cataluña,  hasta hacerse con el  control absoluto de su actividad pública e instaurar una dictadura catalanista cada vez menos encubierta o, si se prefiere, cada vez más invasiva y prepotente.

El resultado de la elecciones del 14 de febrero me dice que los catalanes acudieron a votar como quien cumple un rito (¿religioso, patriótico?), mientras los españoles optaron en su mayoría por una abstención con valor de rechazo y displicencia.

 

Anomalías democráticas

Pienso que formar parte del Gobierno de España y pactar con personas y formaciones políticas que no sólo incumplen la Ley y desacatan la Constitución sino que incluso lo declaran  públicamente es una  seria anomalía democrática o, más exactamente, una agresión manifiesta a  nuestro Estado de derecho y como tal un delito gravísimo.

A mi entender, eso es lo que ha hecho y hace Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales del Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez, cuando ha pactado y pacta con los independentistas catalanes.

¿Lo sabe? ¿No lo sabe?

En cualquier caso, considero que Pablo Iglesias debe responder de sus actos.

 

El bolchevique, la subalterna y el prosélito

El muchacho, de vena rebelde, incluso anarcoide, acumuló titulos académicos con la brillantez de una mente privilegiada y la ambición de alguien con autoconciencia  de  ser superior.

Del aula a los medios, de los medios, pero sin soltarlos, a la política. Y ahí sigue, siempre a la espera de su gran oportunidad, la oportunidad de su vida.

Yo le llamé el Bolchevique, que, ironías aparte,  me pareció pertinente y es palabra inscrita desde hace bastante más de un siglo en el  ideolecto familiar. Por lo visto, el primero en utilizarla fue mi abuelo materno, el tío Hermógenes, que tenía su predio en la Isla de Plasencia, junto al molino de Serrano.

En realidad, el tío Hermógenes se definió siempre como Bolchevique territorial y así quedó para la posteridad.

Fiel a su sino, el Bolchevique se convirtió muy pronto en un activista de palabra y obra (el líder perfecto), siempre en el ámbito de la extrema izquierda.

En 2014, con  36 años, fue nombrado secretario general de Podemos, partido que en noviembre de 2019 pasó a formar parte del Gobierno de España presidido por Pedro Sánchez.  Ahora el Bolchevique es vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 del Gobierno presidido también por Pedro Sánchez, pero no se da ni por satisfecho ni por  vencido.

Oficialmente, la Subalterna vive de la pluma y debo confesar que, en mi opinión, no lo hace nada mal. Lo que ocurre o creo que ocurre es que, para bien o para mal, la criatura escribe al dictado y, en este caso, el dictador es siempre un miembro de la burguesía catalana y, por lo tanto, persona con posibles en pecunia, contactos e influencias.

Aquí y ahora,  la Subalterna es toda una influencer.

En cualquier caso, gracias a su habilidad con la pluma, la Subalterna, además de bien pagada, es miembro vitalicio del rovell de l’ou, término con el que se conoce y se reconoce la élite de la burguesía condal en este territorio.

Puedo imaginar que la mujer, aún relativamente joven y de buen ver, tiene sus ilusiones y sus aspiraciones, pero como se dice comúnmente: El que paga manda.

Lo cual no debe hacernos olvidar que a aquel que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.

El Prosélito. A pesar de que, en su nueva vida y en aras de su nueva identidad, el muchacho se ha esmerado y esmerilado asistiendo a  cursos y  cursillos de una prestigiosa universidad catalana, de la que ha recibido los correspondientes títulos, non honoris causa, es fácil ver que es un charneguete de barriada y última o penúltima generación.

Aun así, imagino que tiene buen oído musical y capacidad de adaptación, pero me atrevería a afirmar que habla un catalán de rodalies, detalle que puede malograr o al menos lastrar su carrera política y, muy concretamente, su cargo de portaveu de la futura República de Cataluña.

Evidentemente no sé si superará su condición de prosélito por decisión propia, pero la experiencia me dice que nunca será un sabra,   o sea, un miembro auténtico y legítimo del pueblo elegido.

 

Algunos datos concluyentes de las elecciones catalanas

Jaume Barberà firma una colaboración publicada hoy, jueves, 25 de febrero, en La Vanguardia, órgano oficioso de la burguesía catalana, siempre atenta a los vaivenes de la política doméstica.

En ella, Barberà declara que en las elecciones del pasado día 14, a partir de un censo de 5.368.881 personas, votaron 2.874.610, lo que representa el 53,54% del total. No votaron 2.494.382, cifra equivalente al 48,46% del total.

Barberà hace constar asimismo que en dichas elecciones el 26,98% de los votantes se pronunció abiertamente a favor de la independencia de Cataluña.

Y, aunque  afirma que, en su opinión,  las elecciones fueron legales  y válidas,

me gustaría preguntar:

¿Fueron realmente legales y válidas?  Lo que diga la Ley.

¿Fueron realmente representativas y democráticas? Lo que diga la Ley.

¿Se pueden impugnar esas elecciones y sus resultados  por falta de representatividad y validez democrática? Lo que diga la Ley.