Vidal-Quadras y la Corona

Vidal-Quadras escribe hoy en La Razón sobre la Corona, a juicio de Pájaro bobo, llevado de una preocupación rayana en la angustia.  En su denuncia-lamento, el físico se sirve de una pregunta que, en el fondo, es una respuesta o, al menos, una constatación: en estos momentos, con un panorama aterrador ante los ojos, el rey no está donde debe estar, y debe estar donde las circunstancias exigen que esté para poder tomar en cada instante la decisión o las decisiones que debe tomar. Ingenuidad de ingenuidades y todo ingenuidad. Vidal-Quadras piensa con su cerebro, no con  con el cerebro de la cabeza coronada,  que, para mal de unos y bien de otros, está donde le mandan y no precisamente para pensar. Por eso y para eso es rey. Si nadie puede dar lo que no tiene, acaso nadie debe pedir a otro  lo que ese otro no puede dar por la sencilla razón de que no lo tiene.

La situación de España es ciertamente muy grave. A juicio de este atormentado Pájaro bobo, más por la falta de patriotismo  (¡sentimiento irracional y reaccionario, claro está!) y de coraje (por supuesto, actitud mental irreflexiva y, básicamente, contraria al  instinto de supervivencia) de los que se llaman españoles que por la perfidia y la doblez de los que quieren destruirla. Cada mañana, cuando se levanta y mira por el ojo de buey de su búnker de pladur, Pájaro bobo se asombra de que el edificio de España siga en pie. Resquebrajado, tambaleante, pero en pie. Milagro de la inercia, una inercia aparentemente ajena a la ley de la gravitación. ¿Hasta cuándo? Tal vez el físico tenga una respuesta.

Somos muchos los españoles que estamos pendientes de sus palabras.

Cataluña: derechos

Primero –albores de la transición democrática— reclamaron el derecho a educar a sus hijos en catalán, lengua materna de éstos, y a tener obispos catalanes. Con el tiempo, el derecho se convirtió en una imposición y los obispos catalanes se hicieron catalanistas y agentes activos de un proyecto mundano y, a mi modo de ver, injusto, como mínimo, en sus procedimientos. Hoy, el llamado nacionalismo catalán, clero incluido, ha cristalizado en un sistema político que oprime a más de la mitad de la población de Cataluña; concretamente a la comunidad de lengua española.

Y cuando los miembros de la comunidad de lengua española reclaman el derecho a educar a sus hijos en su lengua materna, el español, se les dice que esa medida rompe la convivencia y quiebra la cohesión social. Evidentemente, eso es algo que las democráticas autoridades autonómicas de Cataluña no pueden permitir de ningún modo. Esas mismas autoridades saben que  el mejor medio de mantener la cohesión de una sociedad con dos comunidades lingüísticas es oprimir a una de ellas: en este caso, la comunidad de lengua española, que, además, es la más numerosa.Y en esas están.

Tal vez convendría recordar a esas autoridades que, de acuerdo con la historia, detrás de la opresión viene, en muchos casos, la pérdida/usurpación de la identidad individual y colectiva.

Miserables, miserables.

¿Fin de las guerras, el petróleo y el ajedrez?

Por si no lo saben ustedes, digamos que el indio de Madrás Viswanathan Anand, actual campeón mundial de ajedrez, vive en Collado Mediano, localidad de unos diez mil  vecinos situada a 50  kilómetros de los Madriles, capital interina de los diecisiete dominios o sitios autonómicos. Ahí, en ese collado de la Sierra de Guadarrama,  el indio Anand tiene su casa, en su casa su sótano y en su sótano su banco de datos particular y muy secreto. Ahora, Anand se prepara con sus ordenadores para enfrentarse al ruso Vladimir Kramnik en un duelo con el título en juego.

En una entrevista reproducida en la revista alemana Der Spiegel, Anand habla de  sus ideas sobre el ajedrez, unas veces llamado juego ciencia y otras masturbación del cerebro, así como de su método de preparación. En los primeros tiempos, la preparación ajedrecística  se hacía con ayuda de libros, después se hizo  con ayuda de jugadores contratados como sparrings que en ocasiones eran tan buenos como el maestro y aspirante al título. Actualmente, todo se hace con ayuda de ordenadores. El indio Anand dice que él estudia  los sistemas de juego de sus contrincantes y, a partir de ahí, posiciones concretas. Es un método selectivo basado en el estudio/conocimiento de la manera de jugar del contrincante y, con anterioridad, de su temperamento. De hecho, cada jugador tiene una manera de jugar propia e identitaria, es su estilo. A partir de ese supuesto, el jugador perfecto sería  aquel que, liberado de su temperamento y su manera natural de jugar, hiciera en cada momento la mejor jugada posible en términos teóricos y prácticos.

Pájaro bobo dice que esa idea, debidamente adaptada y adoptada, sirve para todos y cada uno de los practicantes de una actividad, de cualquier actividad, de toda actividad humana. El estilo como superación del estilo. Las reflexiones de Anand siguen otros caminos. Él sostiene que al ajedrez, como campo de investigación, le quedan entre veinte y cuarenta años de vida. Algo así como a los pozos de petróleo. Y a los automóviles. Y a los barcos de guerra. ¿Y a las guerras?

¿Se extinguirán las guerras, el petróleo y el ajedrez al mismo tiempo, concretamente de aquí a veinte o cuarenta años?

La hora de los buitres

Podemos imaginar que son muchos los particulares y la entidades financieras que han empezado a especular con la situación económica que se va a producir en España a medio plazo, o sea, entre los tres y los seis años próximos. La naturaleza y sobre todo las proporciones de la crisis actual hacen muy difícil predecir su evolución y por lo tanto la situación que se va a dar en un momento concreto, sea dentro de un año o de diez. En cualquier caso, ciertas medidas pueden y deben contribuir a reducir los riesgos y, en consecuencia, a aumentar las probabilidades de sobrevivir sin daños, con daños mínimos e incluso con beneficios. A juicio de Pájaro bobo, guiado siempre por una intuición deudora de una atávica e irrefrenable afición al trapicheo, la fórmula para un profano de las finanzas podría ser: cuentas transparentes, simplificadas, a ser posible, hasta el límite del esquema dual omnipresente en el universo biológico (catabolismo-anabolismo)  y dinero disponible para invertir en ese momento. Será la hora de los buitres.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿tiene derecho un viejo socialista utópico a convertirse en  buitre o a explicar a otros cómo convertirse en buitres?

El grito

La sociedad catalana está formada por dos comunidades sociolingüísticas: una comunidad de lengua catalana equivalente al cuarenta y ocho por ciento de la población y, por lo tanto, minoritaria y una comunidad de lengua española equivalente al cincuenta y dos por ciento de esa misma población y, por lo tanto, mayoritaria.

A pesar de ese hecho y a pesar de tener un régimen democrático tanto en el conjunto de España como en Cataluña, la comunidad de lengua catalana oprime a la comunidad de lengua española. Es una opresión política, social, cultural e incluso religiosa, sí, religiosa.

El grito de hoy, proferido por varios miles de gargantas —de cinco mil a ocho mil, según los diversos informantes—, pretende denunciar lo que está ocurriendo. Aunque sólo sea para que nadie venga después diciendo que él no sabía nada. Lo saben todos, en Madrid y en Barcelona, en la Conferencia Episcopal Española  y en Montserrat, también  en el Vaticano.

El grito es una denuncia y la denuncia un aviso. Que nadie se llame a engaño.

Miguel rockero

Miguel estudió Telecomunicaciones con aprovechamiento y excelentes resultados. Después se pasó un año en Berlín, en cuya Technische Universität realizó y presentó su trabajo de fin de carrera. Ahora trabaja en lo suyo, aunque lo suyo de verdad son los inventos y la música. Miguel trabaja para poder hacer lo que realmente le gusta. Según él, es un tributo que tiene que pagar y paga.

El viernes por la mañana estuvo hablando con su padre sobre el principio de incertidumbre formulado por Heisenberg y el lugar de Dios, en cuanto Ser, en la ciencia. Miguel está con los científicos que no quieren ningún Dios —léase postulado a priori— en su parcela. El acontecer, al acontecer, da lo que es; no hay nada más. Pájaro bobo le pregunta si podría ocurrir o acontecer que, una vez los científicos hayan reconstruido mentalmente el universo, si es que lo consiguen, se encontraran con que no hay  una respuesta válida y tuvieran que  seguir adelante o empezar de nuevo, sin Dios o con Dios.  Miguel se echa a reír… «Lo pensaré, lo pensaré…»

Por la noche, Miguel se viste de rockero y actúa con su grupo en un local que lleva el simpático nombre de «La Sedeta» en honor de una antigua fábrica textil. El inventor, ahora muchacho, se disfraza (se ha dejado barba para el evento), toca la guitarra y canta o hace  algo parecido. Le acompañan un colega y una colega. Aplausos, gritos y bullicio, todo dentro de un orden. Su madre y yo estamos pasmaos. Tenemos un hijo al que no conocemos.

Curiosamente, Miguel, ese desconocido, se mantiene en equilibrio por encima de su entorno. El entorno le respeta y espera la sorpresa. Sus padres están sobre aviso.

El empresario que soñaba números

Pájaro bobo trabajó en una editorial durante un período de tiempo equivalente a un cuarto de su vida, suponiendo que llegue a los cien años. Su propietario era un señor catalán muy trabajador, muy honrado y muy religioso. Había empezado con un diminuto taller y, a fuerza de tesón y sacrificio, había llegado a crear un pequeño gran imperio económico, una especie de holding que abarcaba casi una docena empresas, todas del mismo ramo. Y, claro está, todas controladas personalmente por él.

En la editorial, con sus múltiples ramificaciones, Pájaro bobo encontró un campo adecuado para poner en práctica sus conocimientos y, por supuesto, acrecentarlos. Y lo hizo. Renunció definitivamente a sus aspiraciones de escritor en primera persona y se concentró en su trabajo, un trabajo que le permitió no sólo ganar dinero —el empresario siempre fue muy generoso con él– sino también y sobre todo acumular conocimientos. En veinticinco años, además de dar a sus dos hijos una formación de corte europeo, Pájaro bobo leyó tanto como tres o cuatro personas juntas y se hizo con habilidades  equivalentes a las de otras tantas. Sin darse cuenta, incluso a pesar suyo, se había convertido en un hombre rico o casi rico en pecunia y en eso a lo que se llama convencionalmente cultura. Una mañana  Pájaro bobo se levantó y cayó en la cuenta de que era un archivo.

Con el tiempo, el buen empresario, más padre y patriarca que amo y patrono, le honró con su amistad y, tras confesarle secretos de diversa índole, hizo de él algo así como su consejero y asesor. Pájaro bobo le ayudaba en lo que podía y, a pesar de que era casi veinte años más joven que él, le ofrecía su consejo en aquello que, de acuerdo con su leal saber y entender, consideraba provechoso para sus negocios. Su esquema era muy sencillo: orden general y saneamiento del imperio económico por parcelas. No era fácil. Y, de hecho, no resultó fácil, pues  la composición del complejo empresarial-familiar era prácticamente laberíntica, ya que había nacido y crecido por acumulación, sin planificación ni estructuración, al menos  por lo que Pájaro bobo pudo ver y llegar a saber.

Por todo ello y porque las actividades eran muchas y estaban muy diversificadas, las cosas empezaron a ir de mal en peor, mientras los problemas aumentaban. Para colmo, el buen hombre era muy dado a los parches. Tratamiento médico-económico medicamentoso.

Un día, Pájaro bobo le llamó por teléfono, y el buen empresario, ya anciano y abatido, le soltó a bocajarro: «Sueño números (somio números). Las palabras le quedaron grabadas en la mente hasta que, años después, él se convirtió en economista o, si se prefiere, en administrador full time del clan familiar y sus haberes.

Ahora, en su nueva y postrera actividad, Pájaro bobo también sueña números, pero sólo a ratos, no continuamente. Por fortuna para sus administrados él tiene orden en la cabeza o, lo que en su caso es igual, en las ideas y en las cosas.

Aun así, alguna vez a Pájaro bobo le asalta la sombra de su vieja y secreta ambición y se pregunta qué habría sido de él, de su mujer y de sus hijos si en el momento crucial hubiera decidido dedicarse a escribir en primera persona.

Una cosa parece cierta. Si no lo hizo fue en buena medida gracias a la intervención de aquel empresario que soñaba  números.

El español en las iglesias de Cataluña

Si le fuera dada la posibilidad, a Pájaro bobo le gustaría hacer un estudio sobre los servicios religiosos en español que se ofician en las iglesias de Cataluña o, si se prefiere, en la provincia eclesiástica de la Tarraconense, gobernada  por el cardenal y arzobispo de Barcelona Lluís Martínez Sistach, miembro egregio del Sanedrín o Consejo Asesor de Cataluña y valedor de la fe catalanista.

Según declaraciones que ponen en su boca los periódicos de hoy, este pastor asalariado está preocupado por problemas como la laicidad y el laicismo del Gobierno del Estado español, pero no por la lengua de más de la mitad de sus fieles. De hecho, él colabora activamente con las autoridades autonómicas en la eliminación del idioma español de todo el ámbito de su provincia eclesiástica y es responsable supremo de un proyecto que Pájaro bobo no duda en definir como genocidio socio-religioso. Iglesias vacías, pero sermones en catalán.  Miserable, miserable.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿se atreverá a negar ese pastor asalariado lo que aquí se denuncia?

La izquierda española en Cataluña

Hablo con un hombre que lleva como treinta años en la brecha. Me recuerda insistentemente a mi padre, sólo que, al oír su voz,  me lo imagino en el PSC, Partido de los Separatistas de Cataluña, a pesar suyo. Desde Maragall y Obiols, miembros de la burguesía catalana por  sangre,  mentalidad y mendacidad, hasta el bolchevique Montilla, charnego traidor por partida doble. El hombre es de los que no tardaron en descubrir el juego y lo denunciaron. Imagino que si abandonó el partido fue porque no encontró otro camino. Desde entonces está con su mensaje y su denuncia en todas las broncas y todas las trifulcas en las que se intenta poner  al descubierto el separatismo, se disfrace de formación democrática o de partido de izquierdas, de ONG o de colectivo para la recuperación de la memoria histórica en una localidad de la Alta Extremadura.

El hombre me dice que en el seno de la comunidad de lengua española de estas tierras hay infinidad de  grupos, corrientes y  tendencias  contrarios al actual establishment catalanista y su opresión.  A estas alturas de la transición son muchos los que han descubierto el fraude y tratan de oponerse a él. El hombre es uno de ellos. Lo intenta cada día. Es un activista. No puedo decir su nombre. Estoy seguro de que está en la lista negra del catalanismo institucional/inquisitorial/policial. Como Pájaro bobo, con sus veinticinco años en condiciones de muerte civil. Con amigos que, convertidos en confidentes y sicarios, están deseosos de amargarle la vida, cada vez que sale a la calle,  para hacer méritos a los ojos de sus nuevos jefes.

Digo al hombre de izquierdas que los españoles de Cataluña deben unirse para acabar con la opresión y el fraude. Sin unión no hay ni  izquierda ni fin de la opresión. El socialismo o es unión o no es socialismo. Lo entiende. Y también entiende que en Cataluña no hay nacionalismo, lo que hay es un movimiento burgués cuyos representantes copan todas las instituciones públicas y la representación de todos los partidos. Aquí, la política la hacen ellos, sólo ellos, sólo para ellos. Y, por lo tanto, estamos ante una sociedad con dos comunidades sociolingüísticas: una comunidad minoritaria y opresora y una comunidad mayoritaria y oprimida. Extraña y anacrónica variante del colonialismo europeo en los dos últimos siglos.

Curiosamente, cuanto mayor es la opresión, más fácil es verla y más difícil resulta desmontarla.

Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuándo verán y comprenderán todos los españoles de Cataluña lo que ve y comprende este hombre de izquierdas?

Crisis económica: dos enfoques y una experiencia

En opinión de Pájaro bobo, una primera medida, siempre útil, nunca perjudicial, para afrontar una crisis de manera racional, sufrir el mínimo daño posible y, en última instancia, acaso beneficiarse de ella consiste en delimitar el campo o los campos que, previsiblemente, van a resultar afectados negativamente por dicha crisis y, acto seguido, definir y cuantificar variables como su naturaleza específica, su intensidad y su duración. A este fin se pueden asignar a los principales indicadores económicos valores límite y componer con ellos un cuadro general definido como el peor de los casos posibles (the worst case scenario). En tal supuesto, cada uno de esos valores podrá utilizarse como terminus a quo o, en otras palabras, como expresión de la situación menos deseada y, por lo tanto, como referencia negativa.

Este enfoque, en el que el individuo o una yuxtaposición de  individuos aparece como objeto a la vez pasivo e impotente, responde a un planteamiento deductivo que, una vez hechas las adaptaciones y las correcciones necesarias, tiene aplicación en muy diversas disciplinas. Como puede verse, en economía sirve, entre otras cosas, para elaborar modelos predictivos y tomar medidas teóricas y prácticas ante cambios potenciales difíciles de controlar, incluidas, claro está, las grandes crisis nacionales y supranacionales.

A juicio de Pájaro bobo, ese cuadro económico, alumbrado, acaso de manera inconsciente, mediante  un planteamiento deductivo en el que, en definitiva, el colectivo social aparece como objeto de un sistema impuesto por una instancia superior, tiene su contrapartida y su complemento en un enfoque o planteamiento inductivo, dentro del cual cada individuo es, al menos en cierta medida, sujeto agente de su propia actividad económica.

Ante la imposibilidad e inutilidad de incidir positivamente en el sistema económico general, Pájaro bobo, convencido de que el orden es a la vez racionalidad y transparencia u honradez, adoptó hace tiempo un criterio operativo basado en un principio de Spinoza según el cual «el orden y la conexión de las cosas son los mismos que el orden y la conexión de las ideas».

Eso le permitió organizar y ordenar su microcosmos y hacer frente, con cierto éxito, al desorden que otros querían venderle e imponerle. Y si es cierto que no le ha resultado nada fácil, habida cuenta que ha tenido que luchar contra un contexto hostil por naturaleza, también lo es que hoy la economía de este hijo de la guerra y el trapicheo familiar responde a un esquema  racional,  simple y transparente.

Además, como administrador hogareño, él procura y por norma general consigue que cada miembro del clan tenga lo que necesita —quantitas y qualitas— en el momento en el que lo necesita, mientras que, como no puede ser por menos, él se queda siempre con la peor parte, que es lo que aprendió de su madre. Para eso sirve tener orden en la cabeza y someterse a él de buen grado.