¿Seguirá Pablo Iglesias al servicio de los separatistas catalanes?

Imagino que, en su nueva etapa política y profesional,  Pablo Iglesias, probablemente en sus horas más bajas,  terminará por aceptar lo que le ofrezcan sus odiosos y admirados valedores, los separatistas catalanes, si es que le ofrecen algo, pues la alternativa –el silencio en el descrédito– sería siempre infinitamente peor para él y su irreductible soberbia.

Por lo tanto, vengo en suponer y supongo que el departamento de Servicios especiales de la Generalidad le buscará y encontrará acomodo y quehacer acordes con sus saberes y aspiraciones en una  agencia o  negociado de segundo rango y, por supuesto, lejos del núcleo puro y duro de la catalanidad, pues es sabido, por una parte,  que el hombre, con cerebro de estratega, soporta mal tanto la inactividad como la inactividad sin intriga y, por otra parte, él nunca será un dels nostres.

En definitiva, me inclino a pensar que nuestro genio de la política y sus artes aplicadas no aceptará ninguna propuesta a la baja sino que,  por el contrario, hará valer sus muchos saberes, sobre todo a la hora de figurar, pasar por caja y firmar.

 

Los separatistas catalanes y su conciencia de pueblo oprimido

Son varios los colectivos humanos –pueblos, naciones, etnias, minorías étnicas, etc.– que a lo largo de la historia han desarrollado y han hecho suya una conciencia de pueblo oprimido  y en algunos casos la han conservado y la han defendido incluso cuando han pasado de oprimidos a opresores.

Para nosotros en cuanto españoles y miembros de la civilización occidental el caso más conocido es en cierto modo el de  Israel,  pero el más cercano es el de los separatistas catalanes.

Para mí lo más llamativo por falso y ofensivo del caso catalán  es que se aferren a su conciencia (falsa buena conciencia) de pueblo oprimido cuando ni son pueblo ni, mucho menos, oprimido. En realidad, ellos son opresores,  toda vez que monopolizan la posesión y el control de las instancias de decisión y representación de la comunidad autónoma de Cataluña, perteneciente al Reino de España, cuando representan menos del 30% de su población total, según datos dados a conocer en las últimas elecciones autonómicas.

Pablo Iglesias: el productor ninguneado y autodespedido

Confieso que no tengo, ni de lejos, los conocimientos necesarios para hacer una valoración global de la decisión de abandonar su cargo en el  Gobierno de Pedro Sánchez tomada por Pablo Iglesias Turrión y aparecida en los periódicos nacionales en los últimos días.

Tengo, sí, una idea o, si se quiere, una teoría sobre el comportamiento de Pedro Sánchez con el ahora dimisionario, basada en precedentes históricos y más concretamente en lo que sé o creo saber sobre  el carácter de uno y otro, aquí y ahora sobre Pedro Sánchez como jefe y superior y sobre Pablo Iglesias como subalterno y subordinado.

Rivalidades personales aparte, considero  que Pedro Sánchez ha procurado estar  en su sitio y mantener en todo momento la debida distancia con su ambicioso y en cierto modo incontrolable  compañero de gabinete para que no se le echara encima e invirtiera las posiciones y  funciones  respectivas.

A mi modo de ver, el jefe ha sido siempre  jefe y ha defendido su autoridad con autoridad, de modo que el subordinado ha terminado por aburrirse, según sus propias palabras,  y ha tomado la decisión de dejar el cargo.

Lo que no ha dicho hasta ahora Pablo Iglesias, quizás porque siga sin saberlo, es que posiblemente  la actitud de su jefe haya respondido en este caso a la conocida táctica de hacerle el vacío hasta que se ha cansado y, mientras tanto, no tuviera a nadie en quien descargar su frustración.

Creo incluso  que muy probablemente Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno y ministro de Derechos Sociales, ha dejado su cargo  porque en verdad se aburría, pero ¿cómo es que no ha reclamado antes sus competencias -derechos y obligaciones- y así fundamentar su decisión en un trato injusto por discriminatorio?

Bajo el régimen de Franco, como la legislación laboral protegía sistemáticamente al trabajador (llamado entonces productor), al menos en ciertos aspectos, cuando un empresario quería despedir a alguno le amargaba la vida hasta que saltaba y dejaba el puesto de trabajo por decisión propia, pues así no tenía que indemnizarle.

Moraleja

Con Franco y sin Franco, la ambición y la vanidad siempre fueron malas consejeras para la andorga y la  faldriquera (por faltriquera).

Tres amigos, tres ideologías, una amistad

Tengo dos amigos: uno de derechas y otro de izquierdas. En medio estoy yo, que me considero un patriota español y me empeño en creer que, pese a mi biografía, esa división no va conmigo.

Imagino que Antonio, mi amigo de izquierdas, accedió al socialismo en su juventud, desde la ilustración laica, como persona movida por preocupaciones   sociales  centradas en la lucha contra la injusticia. Antonio es andaluz y fue un niño pobre.

Persona sumamente equilibrada y sensata, Antonio predica y practica un socialismo humano, solidario y real, siempre atento al entorno próximo y siempre ajeno a los autoritarismos.

Yo le respeto, le admiro y trato de aprender de él, sobre todo actitudes prácticas que tienen que ver con la sensatez y la mesura.

Para mí,  Antonio es, sin saberlo ni admitirlo,  un hombre de Dios o, si se prefiere, un santo agnóstico.

Andrés, mi amigo de derechas, es sumamente culto y leído, y, aunque cabe suponer que fue educado en un ambiente religioso y clerical, procura ser y mostrarse como persona intelectualmente abierta y  alejada de los dogmatismos cismundanos.

Siempre le agradeceré su compañía y de manera especial su condición de interlocutor documentado y solvente en nuestros debates sobre asuntos relacionados con el pensamiento y la fe.

En definitiva, Andrés es una persona con  principios y valores religiosos y, por esa misma razón, también morales.

A mi entender,  una  buena conciencia de manifiesto cuño religioso (¿falsa buena conciencia?) le lleva a pensar que, básicamente, está del lado de la verdad, la justicia e incluso  la razón en las cosas de este mundo y sobre todo del otro. En cualquier caso, entiendo que mi querido amigo  Andrés ha  organizado su vida en términos de un pietismo religioso que, vivido con plena convicción y entrega,  le proporciona seguridad y certeza.

La seguridad y la certeza que dan la fe en Dios y el cumplimiento de sus preceptos, junto con un sentido concienzudo del trabajo no como castigo bíblico sino como deber y autorrealización.

Seguridad y certeza de las que, a pesar de todos los pesares,  yo participo en buena medida, pues, después de toda una vida hecha de incontables pruebas de ensayo y error, parece que estoy a punto de llegar a una conclusión o, al menos, a un punto de reposo.

Como todo filósofo que se precia, yo también he elaborado mi prueba de la existencia de Dios, una prueba que parte del principio de la razón suficiente y, a través del axioma y la tautología, remite de vuelta a aquel que puede proclamar y proclama Yo soy el que soy, aunque, en mi caso, hasta ahora he sido siempre el que no soy y así lo he proclamado.

Pero eso queda ya para otro día.

 

Las tres Españas en guerra

De acuerdo con ciertas  apariencias,  en la España actual, nacida de lo que ya ahora se llama  el Régimen del 78, hay un bloque político de derechas y un bloque político de izquierdas, cada uno con su partido hegemónico y representativo, cada uno con su ideología y, en cierto modo, con su programa.

El bloque de derechas está arracimado en torno  al Partido Popular, heredero y beneficiario del franquismo, mientras el bloque de izquierdas tiene su origen en los movimientos obreros nacidos, bien es verdad que con evidente retraso,  a raíz de la Revolución industrial.

Dos bloques sociales con su correspondencia política en una España  unida y unitaria de acuerdo con el modelo europeo. Al menos, eso parece.

En realidad, los bloques en pugna son tres, pues hay un tercero que, sin ser ni de derechas ni de izquierdas y no  participar directamente en la contienda, está pendiente de su desarrollo y sobre todo de su desenlace. Me refiero a los separatistas catalanes.

Para mayor desgracia nuestra, esos especuladores de los enfrentamientos han creado escuela  y ahora son muchos los colectivos e individuos que, dentro de nuestras fronteras, defienden el modelo catalán: no participar en la contienda pero estar atentos  a su desenlace para, llegado el momento, quedarse con el botín y escapar con él.

En resumen, los españoles destruirán España y los separatistas catalanes la suplantarán.

 

Barcenas, el ladrón «honrao»

Creo que Bárcenas dice la verdad. ¿Toda la verdad? ¿Nada más que la verdad? Creo que sí.

Creo incluso que Bárcenas está dispuesto a decir todo lo que sabe con sus nombres propios, empezando por Luis Barcenas y terminando por el primero de la trama, su eminencia gris.

¿O sus eminencias grises?

Y creo también  que los implicados, todos y cada uno de  ellos, terminarán confesando sus delitos por la sencilla razón de que ahora ya se conoce el organigrama de la trama con su sistema operativo, sus cargos y sus beneficiarios.  Y negarlo por más tiempo agrava el castigo y aumenta el oprobio.

Creo en definitiva que Bárcenas ha sido consecuente consigo mismo y con su cargo.

A mi modo de ver, Bárcenas, tesorero competente y responsable, ha terminado dando cuenta de su delito y de todos los delitos contenidos en él.

Figura evangélica: el ladrón «honrao» se confiesa y confiesa  públicamente.

 

Bárcenas, el «mandao»

En mi opinión, el Caso Bárcenas, o como quiera llamárselo, es asunto complicado y, a estas alturas de la historia, difícil, acaso imposible de dilucidar y resolver.

¿Corrupción? Todo parece indicar que la hubo, y grande y prolongada. Y, lo peor de todo a mi entender,  estuvo organizada e institucionalizada. En cualquier caso pienso que si encubrirla es malo, pues probablemente va a pesar por tiempo indefinido sobre sus responsables y sobre el partido en su conjunto, proporcionar munición a los que quieren destruir a España no es una alternativa menos mala.

Personalmente propondría como fórmula para liquidar el asunto que cada uno de los implicados asumiera a título personal la parte de responsabilidad y culpa que le corresponde.

En ese supuesto imagino que Bárcenas, como «mandao», no sería ni el único ni el primero de la lista.

¿Hay alguna otra solución? Parto de la base de que dejarlo todo en manos de quienes quieren destruir España sirviéndose de un  delito de corrupción cometido por  su partido más representativo es la peor de todas.

España y español en la entrega de los «Goya»

He visto la entrega de los Premios «Goya» en televisión y he oído las palabras «España» y «español» tantas veces,  siempre pronunciadas con cariño y respeto, que me he sentido aliviado.

¿Volveré a caer víctima del odio  cuando regrese mentalmente a este país?

Límites de lo contingente, límites de la realidad lógica

Según Jorge Luis Borges, tan pronto como algo ha existido y/o acontecido, ni  Dios puede hacer que no haya existido/acontecido, pues su paso por la existencia y/o el acontecer deja una huella imposible de borrar en el espejo de la realidad lógica, contingente o no contingente.

Creo que  entiendo la declaración y el razonamiento de Jorge Luis Borges, pero tengo mis dudas sobre la validez de una y otro, pues considero que, posiblemente, determinadas formulaciones sobre anécdotas  del acontecer (contingente)  son sólo válidas en su contexto respectivo.

Puedo imaginar que existe algo así como la cosa en sí (das Ding an sich), pero estoy obligado a admitir que, tan pronto como la imagino, quedan inevitablemente adheridas a ella las excrecencias emitidas/proyectadas por mí, su imaginario observador.

En resumen, la cosa en sí existe, pero, probablemente, no se puede conocer sin alterarla/dañarla, mientras que el acontecer es repetible pero, más que probablemente, irreversible.

Jorge Luis Borges dixit!

España: núcleo semántico y universo semántico

De acuerdo con mi modo de percibir, ordenar  y racionalizar la realidad, la esencia de España constituye su núcleo semántico y, por esa razón, de ella parten y en ella convergen también todas y cada una de las vías/relaciones que integran su universo semántico.

Esencia percibida y, por lo tanto, idea y representación de un objeto contingente situado fuera de uno mismo, reproducido y en cierto modo recreado por uno mismo como imagen refleja a través del lenguaje humano formado por todos sus lenguajes.

Entiendo que, si la esencia de España constituye  para mí su núcleo semántico, también lo constituye, bien es verdad que por otras razones y con otros fines, para cuantos se han propuesto destruirla/suplantarla  y en estos precisos momentos trabajan afanosamente en la erradicación/desaparición de España como concepto, palabra y hecho histórico y actual, social y político, pero sobre todo cultural.

Para esas criaturas de Dios hace tiempo que la palabra España desapareció de los mensajes políticos, de las conversaciones con amigos, del lenguaje democrático y civilizado por anacrónica y malsonante.

Es cierto que sigue figurando en la Constitución vigente, pero como ellos ni la leen ni la respetan, ahí continúa.

Por lo que he podido probar y comprobar, la palabra España ha sido sustituida sistemáticamente por el término este país (nunca nuestro país), que ha hecho fortuna y se ha impuesto en toda  aplicación posible como solución única y obligada.

Con España ha desaparecido de la escena pública de este país y sus medios todo lo relacionado directa o indirectamente con su genealogía y/o su semántica.  De hecho, la iniciativa se ha consolidado y se ha ampliado hasta convertirse en trending word  de la actualidad.

Así, pues, estamos asistiendo atónitos e impotentes a la destrucción/suplantación de España palabra a palabra.