Separatistas y españoles
Entiendo que los separatistas catalanes mienten,
los españoles sabemos que mienten,
ellos saben que nosotros sabemos que mienten
y, aun así, los separatistas mienten
y, probablemente, seguirán mintiendo.
De hecho, los separatistas catalanes mienten incluso cuando dicen la verdad.
¿Por qué? He aquí dos razones.
Primera razón, porque –siempre en mi opinión– su autoconciencia de pueblo perseguido y pueblo elegido les dicta y enseña que, por regla general, las influencias y los mensajes que les llegan de fuera constituyen y/o contienen agresiones a su identidad.
Segunda razón. Por su idiosincrasia o tarannà, nuestros separatistas prefieren siempre la negociación en cualquiera de sus modalidades a la violencia en cualquiera de sus formas.
En realidad, esa es la vía preferida por los más fuertes en lo intelectual y más débiles en lo físico.
Además, para ellos, la negociación responde a una actitud civilizada, democrática y en definitiva moral, frente a la violencia, que es por definición salvaje, destructiva, en este caso autodestructiva y en definitiva inmoral. Y como es sabido y comúnmente aceptado, engañar al interlocutor de palabra o de hecho pertenece a la esencia de toda buena negociación.
El idiolecto de los separatistas catalanes como comunidad lingüística contiene incontables y elocuentes ejemplos de su filias y sus fobias en el ámbito socio-político. De hecho, el discurso de sus representantes gira indefectiblemente en torno a términos como diálogo, pacto y negociación, mientras que en ese mismo discurso se aprecia una clamorosa y, para mí, insultante por deliberada ausencia de términos como España, Constitución y Estado de derecho, a los que se pueden añadir innumerables términos de cuño socio-histórico, empezando por los pares lealtad/deslealtad, traición/traidor, cobardía/cobarde.