Guantánamos y guantanameros
Dos preguntas ingenuas e intempestivas:
¿Cuántos Guantánamos y cuántos guantanameros hay en el mundo?
¿Durante cuánto tiempo habrá en el mundo Guantánamos y guantanameros?
Dos preguntas ingenuas e intempestivas:
¿Cuántos Guantánamos y cuántos guantanameros hay en el mundo?
¿Durante cuánto tiempo habrá en el mundo Guantánamos y guantanameros?
Parece ser que, de acuerdo con la programación fijada por los futurólogos del catalanismo, en treinta años se habrán alcanzado básicamente los tres objetivos fundamentales:
1) Inpedendencia unilateral de Cataluña
2) Unificación de los Países Catalanes
3) Ocupación y colonización de la España residual
1) Cataluña será plenamente independiente con respecto a España, pero no España con respecto a Cataluña. El acceso directo a esa situación se iniciará con la aprobación del llamado Estatuto de Cataluña, que otorgará a esta Comunidad Autónoma una clara primacía política y jurídica con respecto a España y, simultáneamente, dará lugar a la desintegración y colonización de ésta.
2) La unificación de los Países Catalanes —Cataluña, Valencia y Baleares— es una medida básica para acabar con la hegemonía de lo que ellos llaman Castilla e imponer una nueva mayoría, habida cuenta que esa unificación irá acompañada, en el bando opuesto, por la desmembración de lo que quede de España para entonces, con la independencia de Vascongadas y Galicia, así como con la más que probable presencia árabe en el Al-Andalús.
3) La ocupación y colonización de España por parte de los separatistas catalanes se iniciaron hace tiempo. Concretamente cuando, en el tardofranquismo, los separatistas empezaron a colocar agentes suyos en instancias y resortes de poder, desde la banca hasta los medios de comunicación, pasando por ministerios y empresas públicas y privadas. Esta medida tiene su complemento lógico en el bloqueo de la Administración pública catalana y su estructura política y económica a todo ciudadano español, cualquiera que sea su origen o ideología, practicado e impuesto simultáneamente de manera sistemática.
No debemos olvidar que en estos momentos tenemos al frente de los Ejércitos a una separatista declarada, lo que nos obliga a hablar de un Ministerio de Indefensa.
Así las cosas, cuando está punto de darse a conocer el fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, Montserrat Tura, consejera de Interior, ha empezado a practicar en su demarcación la catalanización automática de los nombres propios españoles, evidentemente sin consentimiento de los efectados.
No es difícil prever que, por ese procedimiento, en menos de un año toda la charnegada va a chamullar català como el Injusto Molinero y el bolchevique Montilla.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿es cierto que ya está firmada, o a punto de firmarse, la sentencia de muerte de España?
De acuerdo con lo que hemos podido leer últimamente en varios diarios nacionales, el Tribunal Supremo se declara no competente para investigar los crímenes del franquismo. Si a eso añadimos que la Audiencia Nacional ha declarado asimismo que el juez Garzón no tiene competencia para abrir fosas comunes cavadas en tiempos de la guerra civil, nos encontramos ante un vacío legal que, en opinión de Pájaro bobo, reclama perentoriamente una solución o, al menos, una declaración oficial sobre los muertos y desaparecidos sin asistencia jurídica durante los años de dicha guerra y su posguerra.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cabe un vacío legal de esa naturaleza y esas proporciones en un Estado de derecho?
Han matado a un hombre, no han roto el paisanaje.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuántos hombres hay que matar para romper el paisanaje?
A Pájaro bobo la muerte del empresario vasco Ignacio Uría le ha sobrecogido tanto o más por sus circunstancias inmediatas que por el hecho/acto en sí mismo. Él sabe que en África hay niños que, a fuerza de sufrir, han perdido la capacidad de llorar y que, por eso, cuando sufren una pérdida grave o muy grave, no lloran. Su rostro refleja simplemente desconcierto, confusión, no tristeza, mucho menos angustia. Como ciertos animales, no todos, cuando se encuentran ante la muerte de un ser querido, sí, un ser querido.
Los compañeros de Ignacio Uría, enterados del asesinato de éste, no renunciaron a su partida de tute; simplemente cubrieron la vacante. Humano, humanísimo, nunca demasiado humano. Eso es lo que son, eso es, pues, lo que somos.
La partida continúa (puntos suspensivos)
Llegó, habló, se fue.
Y, cuando Pájaro bobo se asomó al ojo de buey de su búnker de pladur, a tres tiros de piedra de la Barceloneta y el mar de la Sargantana, no quedaba nadie en la plaza del Ateneo. Y, en el aire, ni huella de pasmo o zozobra. Como en las Vascongadas, con sus jugadores de cartas. ¡Quién supiera jugar al tute y darle a la baraja!
Peix al cove!
Pájaro bobo soñó que, en su visita a la Tarraconense, vora a la ciénaga de la Sargantana, antes piélago, siempre mar, Rosa se negó a recibir a una delegación de ciudadanos no nacionalistas. ¿Quién puede confiar en alguien que pretende identificarse como el que no es? Cancamurrias ónticas y bíblicas aparte, yo soy el que soy.
Peix al cove!
Mientras unos trajinan y se afanan en destruir España, otros, vacías las cuencas de los ojos, miran sin ver, sin sentir, sin apercibirse de que perciben. La partida continúa, pero, como escribió el vasco Unamuno, «quede para los muertos el deber de enterrar a sus muertos».
Peix al cove!
Seguimos a orillas del mar de la Sargantana. Rosa se niega a recibir a una delegación de ciudadanos. Al igual que Pájaro bobo, la vasca de la basca vasco-ibera no se fía de ciudadanos como Francesc de Carreras, Albert Rivera y José Domingo. Y mucho menos después de las experiencias de un Josep Piqué y cuarenta prosélitos amontillados. La omertà tiene sus leyes secretas. Rosa no las conoce, pero ahí está Maragall, traicionado por aquellos a los que enseñó a traicionar. ¿Es esa la gloria suprema del traidor?
Peix al cove!
Pájaro bobo considera que para los españoles sin problemas de identidad la Constitución significó inicialmente, y sigue significando treinta años después, un punto de llegada. Por fin se podía vivir en paz y en libertad. Esa era la idea fundamental: la democracia como marco de convivencia. Pero…
En cambio, para los separatistas, españoles con problemas de identidad, la Constitución significó inicialmente, y sigue significando treinta años después, un punto de partida. Por fin se podía trabajar e intrigar para destruir España y su unidad utilizando los medios, lícitos e ilícitos, que la Constitución ponía en sus manos. Así surgió en Vascongadas la dictadura del terror, implantada por los trabucaires etarras, y en Cataluña la dictadura del partido único (Partido Unificado de Cataluña), impuesta por los representantes de la burguesía. Y ahí estamos.
Treinta años después, la pugna entre españoles sin problemas de identidad y españoles con problemas de identidad continúa. El resultado es inicierto, tanto más cuanto que muchos españoles sin problemas de identidad siguen jugando cada día su partida de tute como si nada ocurriera alredor de ellos.
Hace como un par de años, Pájaro bobo envió a un amigo suyo conocido en este minifundio virtual como el Poeta de la granja un escrito titulado «Una conjura con nombre de Estatuto» para que se interesara por su publicación en un periódico de los Madriles. El poeta se interesó, pero no lo consiguió. Apenado, comunicó al autor del escrito: «Me han levantado la página». Eso significaba que agentes de la célula catalano-separatista en la capital habían conseguido hacerse con el documento y neutralizarlo. No llegó a publicarse.
Pero a partir de ese momento el documento recorrió pasillos cada vez más oscuros y despachos cada vez más altos. A Pájaro bobo le consta que llegó hasta instancias con mando en plaza y poder de decisión. Y no sólo fue leído sino también estudiado a fondo y tenido en cuenta.
Simultáneamente, Pájaro bobo notó que sus condiciones de vida empeoraban. Si hasta entonces sobrevivía en condiciones de muerte civil, a partir de ese momento comprobó que se estrechaba el cerco a su persona y aumentaba la presión sobre él, acompañada de provocaciones y difamaciones tan gratuitas como infames. Aun así, procuró conservar el equilibrio psíquico y la autoestima. Y el hecho es que sobrevivió. Y sigue vivo.
Mientras tanto, el Estatuto de Cataluña ha permanecido encallado. El Tribunal Constitucional lo está estudiando todavía o, si se prefiere, lo tiene estudiado, pero no se atreve a hacer público el fallo. En cualquier caso, no parece que vaya a ser favorable a sus valedores. Hay demasiadas cosas en juego, cosas como el futuro de España y su condición de nación. A pesar de que algún enterado diga que a estas alturas se trata simplemente de reconocer lo que se ha instaurado por la vía de los hechos consumados. Hechos consumados, sí, pero por encima de todo hechos ilícitos, hechos ilegales, hechos anticonstitucionales, hechos condenables, hechos que deben ser condenados. Para eso no hace falta ser catedrático de Derecho constitucional.
¿No es precisamente eso lo que buscaban quienes infringieron sistemáticamente la Constitución española durante años?
¿Y qué decía el documento? Pues sencillamente que el Estatuto de Cataluña era y es una constitución encubierta que, además de recoger la labor de intriga realizada durante cincuenta años, dejaba y deja vía libre a la independencia de Cataluña en una España atada de pies y manos. Y ahí estamos.
A Pajaro bobo no le ha sorprendido la invocación del ciudadano Tardà. Desear la muerte del rey es lo mínimo que puede hacer un separatista catalán. Eso ni cuesta dinero ni comporta castigo alguno. Ahí está José Bono, presidente del Congreso, para disculparle.
Después del asesinato de Ignacio Uría en Azpeitia y la reacción de sus compañeros de partida, las palabras del separatista catalán y la intervención de José Bono completan el cuadro: eso es lo que hay y eso es lo que somos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué nos queda todavía por ver, oír y sufrir antes de que termine la partida o muera el Rey?
Porque lo cierto es que, tarde o temprano, la partida terminará, de la misma manera que, tarde o temprano, los reyes también mueren.
Últimamamente, las autoridades autonómicas de Cataluña están dispensando un trato de favor a su comunidad islámica, hecho tanto más sorprendente cuanto que contrasta con el trato dispensado tradicionalmente a la comunidad de lengua española, que sigue sin ser reconocida por la Generalidad, las instituciones oficiales y los partidos políticos. En el mejor de los casos, ser español en Cataluña equivale a no existir, pues hay casos, y no precisamente pocos, en los que el ciudadano español es marginado, estigmatizado y perseguido por activa y por pasiva.
La semana pasada, a Rosa Díez no le negaron la sala de actos del Ateneo barcelonés, pero, así que la mujer hubo hablado, los responsables del centro cívico-cultural lamentaron haberlo consentido/permitido/autorizado.
Sin embargo, el Ayuntamiento y la Diputación de Barcelona cedieron gratuitamente las históricas Atarazanas a la comunidad islámica pakistaní para que celebrara en sus locales la Fiesta del Cordero el pasado lunes, 8 de diciembre. Y no sólo la celebró sino que contó con la presencia de representantes de todas las administraciones.
Y, como no podía ser por menos, el representante de la Generalidad habló y declaró: «Vuestra fiesta es nuestra fiesta…», que era tanto como decir: Vuestro ágape es nuestro apat. Así, pues, trato de favor y ambiente de germanor.
Más allá de la fiesta, las oraciones y la confraternización, entre los fines perseguidos por los separatistas catalanes con su nueva línea política podemos descubrir los siguientes:
1) otorgar a la comunidad musulmana el lugar que hasta ahora venían ocupando españoles y suramericanos en Cataluña;
2) incorporar los miembros de esa comunidad al frente separatista y antiespañol;
3) conseguir el apoyo de los países musulmanes para obtener la independencia de Cataluña y su reconocimiento como nación.
A cambio de todo ello, Cataluña estaría dispuesta a apoyar, en su momento, una penetración árabe-musulmana en el Al-Andalus.
La historia se repite. Estamos en los reinos de taifas, en plena Edad Media. Necesitamos una nueva reconquista. Y, puestos a desear y pedir, un nuevo Cid Campeador.
Parece ser que UPyD se distancia cada vez más del Partido de los Ciudadanos. ¿Diferencias ideológicas y programáticas o desencuentros humanos debidos a posiciones personales y personalistas? No se sabe. Lo que sí se sabe es que a cada intento de acercamiento por parte de los representantes de Ciudadanos los responsables de UPyD responden con un nuevo alejamiento. Y dicen que va en serio.
UPyD tiene cada vez más fuerza en la España profunda, en la España periférica y, claro está, en el conjunto de España, hasta el punto de que Rosa Díez, Capitana de este minifundio virtual, es hoy la figura política más valorada, mientras que Ciudadanos se va reduciendo progresivamente a las vigueries catalanas, donde nació y de donde, a juzgar por los últimos sondeos, no va a salir. En estos momentos, un mensaje de Ciudadanos a los españoles probablemente correría la suerte de la Operación Roca, de grata/ingrata memoria, pues en realidad era una Operación Pujol.
Se comprende que UPyD, consciente de su superioridad ideológica y estratégica, se niegue a tener tratos con una formación política de la que, por su indefinición ideológica, no hay que fiarse. Y eso que precisamente en estos momentos los ciudadanos se están empleando a fondo en la defensa del idioma español dentro de su demarcación. Pero ni por esas.
A decir verdad, su ideólogo, un catedrático de Derecho constitucional perteneciente al establishment conocido en la margen siniestra del Ebro como el Rovell de l’ou, está atacando con contundencia al Estatuto, concebido en su momento como la arquitectura jurídica de la República catalana, y defendiendo simultáneamente la labor del Tribunal Constitucional en su condición de garante de la legalidad parcialmente vigente en el cafarnaún del Estado de las Autonomías. Lo curioso del caso es que, mientras el catedrático ataca al Estatuto, el Sanedrín calla. Y, lo que es aún más incomprensible, li deixa fer.
Ahí hay gato encerrado.
En cualquier caso, Pájaro bobo no se fía ni del catedrático ni de sus discípulos ni de sus fámulos y acólitos, pues por bastante menos lleva él como veinticinco años en condiciones de muerte civil.
Suerte de su búnker de pladur, de su universo virtual y suerte, sobre todo, de Margarita, dama blanca de este viejo y atormentado jugador de ajedrez.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué Pájaro bobo tiene que jugar siempre con las piezas negras?
En opinión de Pájaro bobo, los tres objetivos capitales del separatismo catalán institucionalizado son:
1) Dictadura encubierta. En Cataluña, con un total aproximado de siete millones de habitantes, hay actualmente dos comunidades sociolingüísticas: una comunidad mayoritaria de lengua española y una comunidad minoritaria de lengua catalana. No obstante, la comunidad de lengua catalana, después de copar todas ls instancias de poder, decisión y representación (democrática), ha impuesto su lengua a toda la sociedad civil de Cataluña y ha sometido a la comunidad de lengua española a una situación de opresión, negando su existencia como realidad social mayoritaria y privando a sus miembros de los derechos que les corresponden individualmente como ciudadanos de un Estado de derecho y colectivamente como sujeto de la soberanía nacional.
2) Financiación-malversación de fondos públicos. Después de instaurar una dictadura encubierta, los separatistas catalanes llevan años gastándose el dinero que reciben de España y los españoles en montar una nación independiente y un Estado soberano, una nación en la que, repetimos, ya ahora los españoles son oprimidos, marginados y tratados como extranjeros.
3) Proyecto político. El proyecto político catalán responde a una conjura, de acuerdo con la cual está prevista y programada no sólo la independencia de Cataluña sino también, en una acción simultánea y paralela, la destrucción de España como nación y Estado. Esto supone una labor coordinada de debilitamiento del Estado español y de reforzamiento de Cataluña, sus instituciones y señas de identidad históricas, políticas y geográficas.
Sin duda estamos ante un caso sin parangón en la historia contemporánea: una nación que programa, dirige y financia su propia destrucción. ¿Lo conseguirá?
Muerte civil es esa situación en la que una persona es privada de sus derechos y, en consecuencia, de su personalidad jurídica, lo que hace que, a efectos legales, esté muerta o no exista, aunque siga viva y exista.
Si el Estatuto de Cataluña habla del pueblo catalán y sus derechos, y no habla de las dos comunidades sociolinguísticas que integran la sociedad catalana, está condenando a muerte civil a más de la mitad de su población, concretamente a la comunidad de lengua española, que, formada por más cuatro millones de personas, es claramente mayoritaria.
Tres preguntas ingenuas e intempestivas:
¿Puede aprobar el Tribunal Constitucional ese Estatuto?
¿En qué delito incurrirría el Tribunal Constitucional si lo aprobara?
¿A qué instancia debería apelar la comunidad de lengua española de Cataluña para hacer valer sus derechos en el caso de que el Tribunal Constitucional no lo hiciera?
Pájaro bobo entiende que, en una situación racional y razonable, la descentralización del Estado tiene por objeto la reorganización de su máquina o aparato administrativo en aras de la operatividad y la eficacia. Se trata, si se quiere, de una mejora funcional de los servicios sociales en su sentido más amplio y cabal.
Es evidente que se puede descentralizar el Estado, su máquina o aparato administrativo, pero ¿se puede descentralizar la nación, su elemento humano?
En la práctica, y a la vista de nuestra amarga experiencia, eso ha sido un subterfugio, una añagaza, una trampa infame. Con el Estado de las Autonomías desaparece el concepto de nación y, junto a él, el de pueblo como sujeto de la soberanía nacional.
De hecho, la descentralización administrativa ha dado lugar a la desvertebración de la nación como realidad política y social, habida cuenta que toda comunidad humana provista de un territorio propio, una administración propia y un parlamento propio puede decidir democráticamente, por sí misma, su destino. Ese es el fraude.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿hay todavía fuerzas y recursos para impedir la destrucción de España como nación?
En cualquier caso, para ello es necesario que el concepto de subsidiariedad (operatividad) esté sometido siempre al de solidaridad (unidad).
Boadella se ha despedido de Cataluña. Aquí, la alternativa es: o silencio o destierro. El silencio es la primera etapa o estampa de la muerte civil, detrás de él vienen la marginación, la difamación y, por último, la persecución directa, ad hominem, en sus diferentes formas. En definitiva, o te vas o te quedas. O destierro u opresión/sumisión. Nosotros fijamos las condiciones, tú decides y eliges cómo quieres morir. El destierro es una manera; la muerte civil, que empieza con el silencio social y termina con el silencio sepulcral, es otra. Como en la antigüedad.
Boadella ha elegido el destierro. Pájaro bobo no tiene elección.
En Vascongadas, además del destierro y la opresión/sumisión, hay una variante sumarísima: el tiro en la nunca, para que uno no pueda seguir celebrando el rito de la partida de tute de cada día. O pagas o no juegas.
Mientras Pájaro bobo contempla los gatitos de su calle, alguien se le acerca y le suelta a quemarropa: «Si tú vivieras en Vascongadas, hace tiempo que te habrían liquidado».
Y el interpelado, que aquí es también el interfecto, le ha contestado señalando el paredón que tiene delante: «Eso es que me viene de familia por vía paterna».
La política catalana laica y clerical de los últimos cincuenta años ha girado, individual y colectivamente, en torno a una idea capital: la conjura. Había que utilizar el proceso democrático y la situación generada por él para promover a un mismo tiempo la independencia de Cataluña y la desintegración de España. Unión e integración frente a desunión y desintegración. Todo ello con sigilo, sin levantar sospechas, besando el santo cuantas veces hiciera falta hasta que llegara el momento de cantar victoria.
Como primera medida, los conjurados formaron un frente único que copó todos los partidos de su demarcación, desde Convergencia hasta el PSOE-PSC, pasando por el PPC. La idea era que, para conseguir la independencia de Cataluña, aquí la política la tenían que hacer entera y exclusivamente los catalanes para los catalanes. De acuerdo con este planteamiento, mientras el PSC de Maragall se dedicaba a controlar a la charnegada, Pujol tenía carta blanca para gobernar con el apoyo del propio Maragall y dedicarse a fer país. Era un pacto de Estado, algo que los populares y los socialistas españoles nunca consiguieron en su ámbito por falta de visión y patriotismo. Pujol hizo país e hizo historia. Maragall fue el gran estratega y el hombre de Estado: él concibió el plan general y, llegado el momento, el Estatuto como Constitución de Cataluña.
Simultáneamente, durante todos esos años, el PSC de Maragall y sus predecesores no sólo consiguió desprenderse del PSOE y venderle los votos de la charnegada sino que además mantuvo el control sobre ésta, que en realidad constituía y constituye entre el 0chenta y el noventa por ciento de su afiliación. ¿Voto español? ¿Voto catalán? Ni lo uno ni lo otro. Voto vendido a precio de transferencia de competencias.
Cuando, de acuerdo con lo pactado con Pujol, le llegó a Maragall la hora de gobernar, éste y su equipo ya habían conseguido crear una cohorte de prosélitos capaces de abominar de su identidad española y de sus ideales socialistas en aras de su promoción individual en los ámbitos social y político. Es un fenómeno histórico conocido por repetido: llegado el momento, ciertos dirigentes renuncian a sus ideales por mor de un futuro más prometedor en lo individual.
Dentro del PSC, la generación de los Montillas, las Chacones y los Zaragozas, completada con sindicalistas de la calaña de los Coscubielas y los Álvarez no sólo permitió el relevo vertical sino que además reforzó la unión horizontal con las bases de identidad española y fidelidad al socialismo histórico, defensor convencido y leal de la integración y la solidaridad de la clase obrera.
No obstante, como la operación de relevo e integración/asimilación era un fraude, con el tiempo empezó a despertar, primero, sospechas y, después, críticas por parte de los sectores auténticamente socialistas, que veían en la maniobra una doble traición: un partido de izquierdas al servicio de un proyecto a la vez burgués y separatista o, si se prefiere, desintegrador. ¿Dónde estaba el socialismo?
Hoy, transcurridas tres décadas largas desde la puesta en marcha del proceso democrático en España, la sublevación contra ese estado de cosas abarca desde el seno del PSC hasta el PPC, pasando por formaciones como Ciudadanos y UPyD, que es donde se ubica la comunidad de lengua y sentimiento español. No es fácil prever el futuro, dado el férreo control que el separatismo ejerce sobre las instituciones autonómicas y los partidos políticos. Lo que podemos decir es que esa situación es insostenible por lo que tiene de injusta y, en definitiva, de irracional.
Si en un plano ideal democracia es justicia y libertad, socialismo es utopía de lo racional.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuándo saltará por los aires la conjura del separatismo catalán?
Si en el plano de las ideas Pájaro bobo apuesta hoy por la tercera cultura (third culture) —esa que enlaza y hermana las humanidades con las ciencias—, en el plano de la política nacional apuesta, aquí y ahora, por la tercera España. Una España sin vencedores ni vencidos, una España con memoria para honrar a todos sus muertos, no para perpetuar enfrentamientos ni reavivar guerras, luchas y ajustes de cuentas, una España unida por un sentimiento de pertenencia nacido de la lealtad. Una España de españoles para españoles.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿ha llegado la hora de la tercera España?
Pájaro bobo se atreve a declarar por su cuenta y riesgo que, de las dos almas del Partido de los Ciudadanos, la que realmente ordena y manda hoy es la catalanista, que, como ocurre en todas las formaciones mixtas y transversales de estas tierras, es minoritaria, pero más activa y más influyente que la española, su hermana y, en la práctica, antagonista.
En circunstancias normalmente anormales como las actuales, ese partido dominado por una minoría catalanista, al igual que antes el PSOE-PSC y el PPC, debería seguir, como ellos, el camino de la asimilación y la integración en el establishment autonómico de la mano del ideólogo Francesc de Carreras y su fámulo y golem Albert Rivera.
Nos lo dice la historia reciente. Y, también, que, llegado el momento, los elementos no asimilables y asimilados pasan a un estado de no existencia oficial y, sumidos en la semiclandestinidad, luchan por la supervivencia individual y el reconocimiento colectivo. A decir verdad, de ahí proceden todas las cabezas pensantes y todas las corrientes de opinión que, al cabo de tres décadas, han cristalizado, por transmisión y evolución, en el Partido de los Ciudadanos.
Si se quiere entender la política catalana —probablemente la más parecida histórica y socialmente a la israelí— hay que entender o al menos aceptar que para sus ideólogos y estrategas una de las ideas fundamentales del proyecto independentista se asienta en el principio de que todos los partidos políticos catalanes deben tener una dirección catalana, no española, no estatal, y responder estricta y rigurosamente a los intereses «nacionales» de Cataluña. Y eso se puede y se debe conseguir bien por vía directa, como en los casos de CIU y de Esquerra Republicana, bien por vía indirecta —mediante un bypass—, como en los casos del PSOE-PSC, el PPC y ahora el Partido de los Ciudadanos. Maragall, Piqué y Carreras. Independencia significa siempre independencia respecto de Madrid.
Lamentablemente para Pujol y sus conjurados, ahora hay un partido político que, por encima de las ideologías, defiende la unidad de España, y ese partido está presente en Cataluña. Y, por una de esas cosas raras de la vida y de la política, en las últimas horas el Partido de los Ciudadanos se ha visto obligado a acentuar su mensaje español y a centrarse en la defensa de la lengua común para cerrar el paso a las huestes de Rosa e impedir o al menos dificultar su penetración e implantación en estas tierras. La maniobra no es ni inusual ni descabellada si tenemos en cuenta que, desde hace décadas, la prensa catalana de lengua española está en manos de intelectuales catalanistas con carácter de monopolio. La lengua española también puede y debe servir para destruir España, aunque exija besar ocasionalmente el anillo de los obispos de la COPE.
Todo ello hace que ahora, a los ojos de la población de lengua y sentimiento español de Cataluña, el Partido de los Ciudadanos aparezca como defensor de sus derechos, mientras que UPD no sólo se ha distanciado de esta formación sino que incluso le hace la guerra. ¿Puede explicar alguien a esas personas que se trata simplemente de una maniobra táctica para cerrar el paso a Rosa y sus seguidores?
En cualquier caso, Pájaro bobo está convencido de que el españolismo de Carreras y Rivera no es auténtico, sólo coyuntural, puramente táctico. La prueba está en que no concita un rechazo frontal ni del catalanismo institucionalizado ni de sus activistas. De hecho, todos ellos se guardan muy mucho de atacar a esos ciudadanos del Eixample barcelonés, pues hay que evitar a toda costa que en Cataluña se implante una formación de corte transversal que aglutine a la población de lengua española y le devuelva sus derechos constitucionales, junto con su identidad como comunidad sociolingüística mayoritaria, sí, mayoritaria.
Pájaro bobo está convencido de que los separatistas catalanes darán mucha guerra y harán mucho daño, pero también de que tienen la batalla perdida: no habrá independencia, no habrá frontera en el Ebro, el río de los iberos, no habrá nación catalana con una lengua única.
Por eso y para eso es necesario que UPD se constituya en una fuerza política decisiva en el conjunto de España y aglutine a la población de lengua y sentimiento español de Cataluña.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿acertará UPD a superar todas las trampas y a liberarse de sus falsos amigos y aliados de dentro y fuera?
En el mundo actual, pertenecer a una cultura con una lengua minoritaria es un handicap tan grave como manifiesto —a veces incluso insalvable— a la hora de estudiar y buscar trabajo. Por ese y por otros muchos motivos, imponer una lengua minoritaria por vía coercitiva y procedimientos dictatoriales, además de ser claramente contrario a la razón y a los principios democráticos, perjudica a las personas afectadas en cuanto que las coloca en una situación de inferioridad en los planos intelectual, social y laboral.
Si, en líneas generales, la inmersión lingüística obligatoria es opresión y la opresión es dictadura, en el contexto catalán la inmersión lingüística es claramente un delito que deslegitima a todas las personas y todas las instituciones, incluidas las religiosas, que la practican.
Pájaro bobo no duda en afirmar que, en el caso de Cataluña, la imersión lingüística es un delito contra la humanidad tanto por sus proporciones como por sus métodos.
Evidentemente, la Generalidad y su Òmnium Cultural pueden afirmar que en Cataluña hay siete millones de personas que hablan y escriben correctamente el catalán. Y también que en el universo mundo, desde L’Alguer, Cerdeña, hasta Elx, Alicante, y las Terres de Ponent, pasando por las islas Pitiusas y las islas Columbretes, hay catorce millones, sí, catorce millones de catalanohablantes y catalanoescribientes. Incluso que, bajo ese concepto, la lengua de Verdaguer puede equipararse al neerlandés.
Pero, cabòries aparte, la realidad, aunque se niegue y se deforme, nos dice que eso no es cierto. La imposición lo confirma.
Dos pregunta ingenuas e intempestivas
Cuánto tiempo van a negar la realidad y a privar de sus derechos constitucionales a los ciudadanos de Cataluña los delincuentes que controlan las instituciones de esta Comunidad Autónoma?
¿Por qué el Estado no procede contra ellos invocando la Constitución española y la Declaración Universal de los Derechos Humanos como es su derecho y su obligación?
Pájaro bobo considera que el sujeto del Estado de derecho no es el pueblo sino la sociedad civil. Pueblo es un término con un inmenso lastre histórico y una variadísima y aún mayor carga semántica. De hecho, el término pueblo es no sólo muy anterior a las democracias modernas sino también ajeno, cuando no opuesto, a ellas. Para verlo basta con echar una mirada a la historia de los pueblos y prestar atención a sus numerosos y profundos componentes irracionales.
La Revolución francesa, que fue europea, nos trajo el concepto de ciudadanía, que, a su vez, nos trajo el de sociedad civil como comunidad de seres humanos libres, sometidos por decisión racional propia, individual y colectiva, a la ley en cuanto eje y medida de una convivencia pacífica. El pueblo quedaba atrás como correlato mítico-poético de la patria.
Pájaro bobo entiende que la soberanía nacional, acaso llamada impropiamente popular, reside en la sociedad civil y así debería figurar en nuestra Constitución. No en el pueblo.
De manera análoga, en su opinión, el Defensor del Pueblo debería llamarse Defensor del Ciudadano, pues su titular defiende a ciudadanos de carne y hueso, no al pueblo, que en este caso es claramente una abstracción.
Al margen de lo dicho, Pájaro bobo se tiene por un patriota español y como tal desea vivir y morir.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿hay realmente ahí una contradicción esencial?
A los ojos de este observador, las negociaciones sobre la financiación autonómica llevadas a cabo por Zapatero, como jefe de Gobierno, y Montilla, como presidente de la Generalidad, constituyen un paso más hacia el envilecimiento de la política nacional. La deslealtad y la perfidia de uno pugnando por imponerse a la desleald y la perfidia del otro. Parece que al final ganará Zapatero, pero en el alma y en la cabeza de Pájaro bobo se ahonda la idea de que al frente de los asuntos de la nación tenemos a un delincuente que, para conservar el poder, está dispuesto a realizar las maniobras más indignas.
Pájaro bobo entiende que la financiación de las Comunidades Autónomas debe tratarse de manera conjunta y abierta, sin dar pie a esas maniobras de intriga y oportunismo de que tanto gustan ciertos políticos periféricos, aunque, a decir verdad, al Zapatero que todos conocemos también le tira cantidad el trapicheo marrullero. Se diría que lo busca para sentirse a gusto. Se diría incluso que ese es su elemento y su alimento.
Pájaro bobo se lo imagina diciendo para su capote: « El Montilla ya se ha tragado el anzuelo. No lo sabe, pero se lo ha tragado. Ya verá mañana, cuando despierte y se encuentre con la plasta. Claro, claro, me maldecirá, pero eso es lo que él quería hacer conmigo. Y aún le reservo otra. Tiene que desaparecer de la Generalidad y del PSC. Él no lo sabe, pero el muy canalla lo barrunta».
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿se imaginan los españoles a este Zapatero negociando diecisiete presupuestos autonómicos con diecisiete Montillas diecisiete veces seguidas?
Como Pájaro siempre ha dicho Vascongadas, quiere seguir diciendo Vascongadas mientras viva, aunque las noticias que le llegan de allí son decididamente sobrecogedoras: doscientas mil personas han tenido que abandonar la tierra, acaso país, mañana tal vez incluso nación, y cuarenta mil más sobreviven bajo la amenaza directa e implacable de los trabucaires de Eta.
A pesar de esos datos y esas cifras, parece ser que en Vascongadas la vida continúa e incluso conserva cierta apariencia de normalidad. No se entiende, pero así es o, al menos, así se nos dice que es. Uno piensa en otras situaciones de opresión y llega a la conclusión de que, efectivamente, es muy posible, pues siempre ha habido personas dispuestas a seguir con su partida de tute, aunque estén rodeadas de cadáveres e incluso aunque esos cadáveres correspondan a amigos y compañeros suyos.
Pájaro bobo se ha preguntado en varias ocasiones qué habría sido de él, hijos y mujer aparte, si le hubiera tocado vivir allí donde ahora España cambia de nombre y de bandera, allí donde termina el Estado de derecho y su soberanía. Aunque se trate de una ucronía, la respuesta es sumamente fácil, pues su comportamiento ha sido siempre lineal y por lineal previsible.
En cualquier caso, la situación de Vascongadas es insostenible, ya a medio plazo, para un Estado de derecho. O España acaba con los separatismos o el separatismo vasco y el separatismo catalán acabarán con España. Lo sabemos todos. Unos para lamentarlo, otros para celebrarlo. Lo que nadie sabe es el precio que unos y otros habrán de pagar.
Dos preguntas ingenuas e intempestivas:
Qué fin espera a España?
¿Quién lo ha decidido?
Pájaro bobo considera que los españoles podemos y debemos pensar que la bilateralidad fue un invento del Sanedrín catalán. La idea era situar las negociaciones, de la índole que fuera, entre el Estado español y la Generalidad en un plano de igualdad, prácticamente de nación a nación y luego de Estado a Estado. Mientras tanto, yo pido y exijo, y tú estás obligado a darme, porque sin mí, sin nosotros, no eres nadie. Farol y ficticia posición de ventaja para el bando que, a decir verdad, desde el principio está en clara desventaja en todo. En todo, menos en una cosa.
Pero Zapatero, el tahúr de la eterna sonrisa, se «insurpó» el truco de la bilateralidad y, acto seguido, se lo aplicó al mismísimo Montilla, con recomendaciones del tipo «y, por la cuenta que te tiene, de todo esto no se te ocurra hablar con los burgueses del Sanedrín». Y el tal Montilla, coinventor de la bilateralidad catalana, tragó y calló. De momento. Al menos, eso parece a juzgar por los signos externos.
En realidad, lo que ha hecho Zapatero ha sido perfeccionar su propio método de negociación basado en un lote de promesas con su correspondiente «kindersorpresa» para cada gerifalte autonómico. Ahora la financiación autonómica corresponde a un tratamiento personalizado en el que se combina la multilateralidad con la bilateralidad, pero no a la catalana sino en sentido inverso.
Parece ser que la primera parte de las negociaciones ha sido un éxito para su gestor, que, como siempre, ha repartido promesas a diestra y siniestra. Hasta ahora, todos han salido satisfechos de sus respectivas entrevistas con el dadivoso jefe de Gobierno. Alguno, es cierto, con un sí es no es de duda, cautela o desconfianza en los oídos y las entendederas. ¿Será posible tanta belleza? ¿Y si después resulta que no resulta?
Como siempre, los problemas vendrán cuando el susodicho tenga que hacer frente a sus promesas, sólo que, para entonces, él ya se habrá quitado de encima la plasta, las diecisiete plastas con sus diecisiete implicados. En ese terreno Zapatero es un auténtico maestro. El truco consiste básicamente en conseguir el apoyo de los diecisiete a su plan de financiación y luego dejar que la vianda se enfríe y, a ser posible, pasársela a quien corresponda, como hizo, por ejemplo, con el Estatuto de Cataluña.
Al final, hasta Montilla aprenderá y se enterará de que estaba y sigue estando fuera de juego. Fuera de juego pero en el punto de mira.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿cuándo tiene pensado Zapatero deshacerse de Montilla y cambiarlo, verbigracia, por un Corbacho o un Mas?
Mientras tanto, brindemos por España, ahora que no está la ministra de indefensa.
Felices Navidades a todos. Y los creyentes, a rezar para que España no sea un belén.
De acuerdo con su manera de ver y entender la realidad humana, Pájaro bobo considera que de la incertidumbre —ignorancia con temor— nace la superstición, de la superstición nace la religión, de la religión nace la espiritualidad, de la espiritualidad nace la búsqueda de transcendencia. La búsqueda de transcendencia tiene por objeto superar lo contingente y, en última instancia, acceder a la autoconciencia. Autoconciencia es la condición del ser que es en sí mismo y se sabe a sí mismo. Pájaro bobo entiende que la autoconciencia no es una cualidad ni de la materia ni de la energía. La autoconciencia plena es un atributo de Dios, el Ser que es en sí mismo y para sí mismo, sólo en sí mismo y sólo para sí mismo.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿de dónde le viene al ser humano la autoconciencia?
Estaba Zapatero tan contento con su cruzado mágico —mitad multilateral, mitad bilateral—, cuando llegó un hombre del Reino de Valencia y le dijo que sí, que todo lo que le había dicho y prometido estaba muy bien, pero que, por favor, se lo diera por escrito; que él le/lo creía, pero que, para evitar equívocos, se lo presentara en un cartapacio, de modo que él, Francisco Camps, pudiera estudiarlo detenidamente con su equipo técnico y elaborar una respuesta en toda regla, también por escrito.
Estamos hablando de financiación autonómica y, dentro de ella, de las reuniones que el jefe de Gobierno ha mantenido o piensa/quiere mantener con cada uno de los presidentes autonómicos para presentarles su plan general y su tratamiento a la carta de todos y cada uno de los casos.
Y como parece ser que el valenciano va a insistir, Pájaro bobo se malicia que la fórmula se la van a expropiar y apropiar todos los gerifaltes autonómicos, empezando, naturalmente, por los más separados y separatistas, que curiosamente son también los que más saben de las promesas y las «kindersorpresas» de Zapatero, tahúr, transformista y prestidigitador.
De modo que es muy posible, primero, que el tahúr quede atrapado en su trampa y, segundo, que los subalternos autonómicos aprendan la lección para siempre y cada vez que el tal Zapatero los convoque le suelten a manera de anatema: «Sí, pero por escrito».
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿puede aprovechar alguien, por ejemplo Francisco Camps, la ocasión para explicar a nuestro jefe de Gobierno en qué consiste mentir?
Nota aclaratoria
No saber en qué consiste mentir no es un impedimento para mentir.
Pájaro bobo entiende que, como la sociedad de Cataluña está formada por dos comunidades lingüísticas equiparables, sus leyes deben recoger, en condiciones de igualdad y/o proporcionalidad, los derechos y las obligaciones de una y otra comunidad. Para ello es necesario que las leyes sean realmente democráticas y representativas y para que las leyes sean realmente democráticas y representativas es necesario que hayan sido elaboradas por representantes legítimos y autorizados de las dos comunidades en condiciones de igualdad y/o proporcionalidad.
¿Es esa la situación actual de la sociedad de Cataluña y sus dos comunidades lingüísticas? Evidentemente, no.
La injusticia, con caracteres de genocidio cultural, no se remedia suplicando a la Generalidad que incluya, en las hojas de preinscripción de primera enseñanza, una casilla en la que se pregunte a los padres de los escolares cuál es su lengua habitual. Es necesario que se creen y se implanten, desde el parvulario hasta la universidad, dos líneas de enseñanza —una en español y otra en catalán— en condiciones de igualdad. Lo exige la Constitución vigente en España y, por encima de ella, la Declaración Universal de los Derechos del Niño.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué los separatistas catalanes reclaman una España plural y al mismo tiempo ejercen su opresión sobre la comunidad de lengua española de esta Comunidad Autónoma, hasta prohibir a sus miembros el derecho a utilizar libremente su lengua?
A José Castellano, compañero del alma, compañero
Pájaro bobo entiende que tanto los nacionalismos en general como nuestros nacionalismos y seudonacionalismos periféricos de última generación en particular responden básicamente a una doble dinámica de desarrollo vertical: un movimiento de abajo arriba, correspondiente al pueblo o, si se prefiere, a las capas inferiores de la sociedad, y un movimiento complementario de arriba abajo, impulsado por una burguesía oligárquica que asume el poder y la dirección del nuevo ente político y, a medida que va consolidando su posición hegemónica, crea y otorga parcelas de poder a los dirigentes de los sectores básicos y aliados naturales suyos: industria, comercio, finanzas, administración pública, intelectualidad y jerarquía eclesiástica. A esos sectores básicos y aliados naturales suyos habría que añadir el ejército, aunque hoy no siempre aparece en la nómina de cuerpos creadores y beneficiarios de la nación, mientras que, una vez excluidos los grandes terratenientes, agro y agricultura pertenecen, siguen perteneciendo, básicamente al pueblo.
El pueblo como elemento impulsor del nacionalismo aporta el componente específicamente humano en lo social y en lo histórico y, llegado el momento, la legitimación democrática. Es el momento del pueblo soberano. Pero, en contra de lo escrito y lo enseñado a menudo, el pueblo no asume esa soberanía por propia decisión y personaliter sino sólo de manera formal y simbólica, pues así le es otorgada por sus representantes, que, curiosamente, pertenecen al aparato político-administrativo adicto a la burguesía en cuanto clase dirigente y dominante. La burguesía nombra a los representantes del pueblo, de modo que en realidad éstos son representantes y defensores de los intereses de la burguesía. Siempre. Necesariamente.
En esa operación-transformación, el pueblo ha cobrado una (nueva) conciencia colectiva y ha ganado en estatus, pues todos los nacionalismos otorgan un estatus superior a sus miembros, pero la burguesía se ha constituido en una superestructura económica y política que no sólo sustenta e impulsa el proyecto nacional sino que, por encima de toda ideología, ha hecho de él una operación esencialmente económica. El pueblo aporta los sentimientos y la burguesía se encarga de convertirlos sucesivamente en bienes de consumo, en dinero y en poder.
Así, pues, el nacionalismo es básicamente interclasista y, dentro de sus límites, integrador, aunque en la práctica se vea agitado simultáneamente por pulsiones expansionistas e imperialistas y pulsiones secesionistas y aislacionistas o reduccionistas.
Por su parte, los movimientos burgueses son fenómenos de evolución-involución circular en un solo plano, siempre horizontal, siempre el mismo, dado su carácter clasista, endogámico y, en consecuencia, racista. Y, cualquiera que sea el régimen político dado, la burguesía en cuanto clase dominante sólo tiene una ideología, siempre la misma: la ideología dominante.
Cambian, sí, los signos externos, cambia incluso la lengua, pero los intereses no cambian.
Pájaro bobo se permite recordar en este contexto que si es cierto que toda ideología responde a un estado de alienación, también lo es que el ser humano es por naturaleza esquizofrénico.
Dentro de España, en el caso vasco puede hablarse de nacionalismo, pues ahí hay un movimiento de origen rural y ancestral-popular, con un desarrollo social interclasista, aunque es obligado pensar que sus limitaciones demográficas crearían gravísimos problemas de supervivencia a una nación vasca como unidad económica suficientemente operativa, máxime en términos comparativos.
Esto nos obliga a recordar que la sociedad vasca está formada por dos comunidades políticas de desarrollo vertical, paralelo y contrapuesto. Eta impone su ley y hace que una de las comunidades gobierne bajo su dictado y la otra viva en una situación de terror permanente. ¿Puede imponerse algún día total y definitivamente la comunidad independentista a la comunidad de sentimiento español con la ayuda de Eta? ¿Lo permitiría el Estado español? Y, en caso afirmativo, ¿qué podría o qué debería hacer la comunidad de sentimiento español?
En Galicia existe un poso popular de raíz rural, pero históricamente ni ha habido ni hay una burguesía capaz de impulsar un proyecto nacionalista en pos de la independencia. De hecho, la burguesía gallega es una rama de la burguesía española. Nos lo demuestra la raigambre que en uno y otro contexto ha tenido siempre el caciquismo. De hecho, los caciques gallegos son caciques españoles. Y hoy su presencia se aprecia no sólo en partidos de derecha sino también en partidos seudoizquierdistas y seudonacionalistas.
Si en Vascongadas hay una sociedad formada por dos comunidades políticas contrapuestas de desarrollo vertical, en Cataluña hay dos comunidades sociolingüísticas pero no de desarrollo vertical y contrapuestas sino de desarrollo horizontal, estratificadas y solapadas. La comunidad de lengua catalana, claramente inferior en número, acapara e incluso monopoliza, además de las capas superiores de la sociedad, los resortes de decisión y representación democrática, desde la Generalidad (Administración Autonómica) hasta el Parlament, pasando, claro está, por los partidos políticos y, en especial, sus respectivas direcciones. En esta Comunidad Autónoma no hay instituciones democráticas porque las instituciones ni son representativas ni responden a su realidad social, una realidad social determinada, como queda dicho, por la existencia de dos comunidades político-lingüísticas: una comunidad de lengua catalana y sentimiento mayoritariamente (?) independentista y una comunidad de lengua española y sentimiento mayoritariamente español. Eso es algo que el Tribunal Constitucional debe tener necesariamente en cuenta si no quiere refrendar con su fallo sobre el Estatut la opresión que sufren en Cataluña más de cuatro millones de ciudadanos españoles.
En Cataluña hay, en cambio, una burguesía sólidamente estructurada y organizada. Nacida, como la burguesía industrial vasca a raíz de la Revolución industrial, la burguesía catalana, económicamente emprendedora y políticamente pactista, se ha asentado y se asienta en tres elementos básicos: el poder económico, la intelectualidad y el clero. Todavía hoy sus miembros son mayoritariamente descendientes de las cien familias barcelonesas que protagonizaron la Revolución industrial, el movimiento intelectual conocido con el nombre de Renaixença y el modernismo como estilo arquitectónico de la clase media y alta.
Pero, en opinión de Pájaro bobo, si es cierto que el catalanismo ha contado siempre con el apoyo de ciertos sectores de la alta burguesía y con la adhesión mayoritaria de la pequeña burguesía, botiguers y pagesos, también lo es que no ha gozado nunca del favor de las capas inferiores de la sociedad urbana y suburbana, y, menos aún, de las masas obreras, históricamente dadas al anarquismo y el sindicalismo libertario y por lo tanto contrarias a la burguesía y sus intereses.
Por todo ello, Pájaro bobo considera que en el caso de Cataluña es incorrecto hablar de nacionalismo, aunque en su nueva y última etapa la burguesía trata de enmascarar y reforzar su acción creando un frente único con todos los partidos políticos para dar la batalla al Gobierno de Madrid y arrancarle la independencia política y económica.
¿Que cómo es que una burguesía tan especuladora, pactista y temerosa como fue siempre la catalana decide ahora enfrentarse al Gobierno de España con gesto retador y poco menos que a cara descubierta?
Pues, sencillamente, porque no ve peligro ni de castigo ni de represalia, y no ve peligro ni de lo uno ni de lo otro porque, para esa burguesía, ya no hay ejército español, al menos en sentido tradicional. Además, lo que queda de él está a las órdenes de una separatista catalana en funciones de ministra de indefensa.
Pájaro bobo se inclina a ver en la sentencia del Tribunal Supremo sobre la enseñanza del español en las escuelas de Cataluña un anticipo del fallo del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.
Así las cosas, es más que probable que la Generalidad se declare dispuesta a acatar y cumplir, nolens volens, la sentencia del Supremo, ya que lo contrario debilitaría innecesariamente su posición, aunque a estas alturas no resulta verosímil que con ello aumente el riesgo de un juicio rotundamente adverso por parte del Tribunal Constitucional sobre dicho Estatuto, pues parece ser que el fallo se dará a conocer en el plazo de unos días y, por lo tanto, el caso puede considerarse concluido.
En consecuencia, podemos dar por seguro que la Generalidad va a cumplir la sentencia del Supremo. De momento, a la espera del pronunciamiento del Constitucional sobre ese documento que ellos llaman precisamente la Constitución de Cataluña.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿y si ya estuviera decidida y pactada la destrucción de España como temen no pocos españoles?
Pájaro bobo considera que, dado un problema, sólo son válidas aquellas posiciones y acciones que ayudan a solucionarlo. Y, también, que, dado un problema, toda intervención que no consiga imponerse a las fuerzas en liza se inscribe en la espiral ya en marcha y no hace sino alimentarla y aumentar el caos.
En esa situación, él considera que lo menos malo y más aconsejable es mantenerse al margen y apoyar las iniciativas que buscan prioritaria y/o exclusivamente cortar la espiral, sin apoyar a ninguno de los bandos contendientes.
Pájaro bobo entiende que, en situaciones como la que se vive ahora en Oriente Próximo, el objetivo debe ser evitar el dolor de las personas con todos los medios posibles. No buscar culpables, pues por ese camino se entra en una espiral sin fin de acusaciones y contraacusaciones. Hay que salvar a los seres humanos, empezando por las mujeres y los niños. Todos somos a la vez inocentes y culpables, víctimas y victimarios.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿aprenderá algún día el ser humano a romper la cadena de la fatalidad?