Lenguaje democrático
En términos químicamente hegelianos podríamos decir que el espíritu democrático exige un sistema democrático y un sistema democrático exige, como expresión y síntesis, un lenguaje democrático. Espíritu, sistema, palabra.
A los españoles nos falta en gran medida una tradición democrática digna de un país europeo. Por eso, a juicio de Pájaro bobo, nos falta también un lenguaje democrático. Tenemos palabras, recursos idiomáticos, pero no los utilizamos o los utilizamos mal. Y de quien no tiene o no utiliza debidamente un lenguaje democrático puede afirmarse con un mínimo peligro de error que no tiene un discurso democrático. Por ejemplo, de nuestros políticos. Por ejemplo, sus declaraciones. Claro que con ello uno se expone a que en el momento menos pensado aparezca un Tourino cualquiera, de la capital del Reino o una de sus Autonomías, y te suelte: «¡No me den ustedes la lata!»
En democracia, lo que uno dice es una opinión, nada más que una opinión.
Eso significa que, cuando hablamos, no tiene mucho sentido empeñarse en decir lo que son las cosas. Simplemente hay que procurar expresar cómo las vemos, cómo las entendemos, incluso cómo nos gustaría que fueran, pero siempre a título personal. Lógica modal, lenguaje modal. Y, por consiguiente, recursos lingüísticos modales. Al menos, en mi opinión. Al menos, así lo veo yo.
Tres preguntas ingenuas e intempestivas:
¿Por qué en España incluso los representantes de la izquierda secreyente y sedicente ilustrada siguen utilizando de manera sistemática el lenguaje dogmático/imperativo de los púlpitos y los cuarteles?
¿Será que no saben lo que son?
¿Será que no son lo que son?
Contesta, Felipe, contesta.