Toni Farrés: de líder obrero a miembro del establishment catalanista pasando por la alcaldía de Sabadell
A su muerte, el establishment catalanista le ha reconocido como uno de los suyos. Pujol ben Gurión, figura destacada del Sanedrín, lo visitó poco antes de su fallecimiento. Parece ser que, efectivamente, Toni Farrés se tenía por catalanista y muy catalanista, al menos en la segunda y postrera etapa de su vida.
Siglo XX, principios de los años setenta. Huelgas, algaradas y manifestaciones populares con sello comunista y español en la lengua y en los gestos, gestos desgarrados. Barrios obreros de Sabadell con Ca n’Oriac a la cabeza. El PSUC como banderín de enganche y camuflaje del paisanaje. Toni Farrés es el gran líder obrero. El único líder obrero no obrero. En una de las primeras redadas de la policía son detenidos trece huelguistas; él es el único catalán. Pronto la alcaldía de la ciudad será suya: derecho de conquista. Ahora, además de líder, Toni es un héroe popular. Consistorio comunista con compañeros de las barriadas y las barricadas, compañeros del alma. En pago, el nuevo edil adecenta la plural e irregular orografía de la periferia urbana en detrimento del centro, centro burgués, pequeñoburgués, catalanista y remiso, siempre especulador y siempre remiso.
Toni Farrés gana todas las elecciones a las que se presenta. Y se cansa de presentarse y se cansa de ganar. Quiere hacer carrera. Carrera política, claro. En la capital del país: en la plaza de San Jaime y en el parque de la Ciudadela, que mira a la Barceloneta y el mar de la Sargantana. Juraría que ya no se identifica ni con el compañero Camacho ni con los compañeros del compañero Camacho. Ahora lo que le tira, secretamente, es el Rovell de l’ou. Pero no se atreve. Dice que está desubicado. Y lo está. En el fondo, todo lo que ha hecho lo ha hecho por Cataluña. Se lo reconocen, pero los que tienen voz no lo llaman.
Cansado de esperar cuando creía que se lo iban a rifar, se acerca à la nonchalant al PSC de Pasqual Maragall, pero este le da literalmente con la puerta en las narices. Efectivamente, el muchacho está desubicado. Entonces, Pujol ben Gurion tiene la deferencia de llamarlo y ofrecerle su amistad en agradecimiento de todo lo que ha hecho por el país. Aun así, los que tienen voz siguen sin llamarlo. Sin ofrecerle un puesto acorde con sus méritos en el proyecto catalanista. Ahora, además de desubicado, el pobre está decepcionado.
Al final, Duran i Lleida se acuerda de él. Y el Banco de Sabadell. Y pasa a colaborar con uno y otro. ¿Dónde quedan sus años de comunista militante y líder obrero?
No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que en los últimos tiempos la burguesía catalana lo reconoció como uno de los suyos. No le perdonó su etapa de líder comunista y agitador de masas ajenas a estas tierras, su lengua y sus gentes, simplemente lo olvidó todo, lo silenció todo y, como tantas veces en la historia, le regaló una figura a su imagen y semejanza para la posteridad.
Pájaro bobo, que lo conoció, tiene una duda: ¿cuáĺ fue el Toni Farrés auténtico: el líder obrero, compañero de Camacho y todos los camachos de Ca n’Oriac o el burgués, hijo de burgueses, que se postula porque desea un cargo digno de su currículum y sus ambiciones en el proyecto catalanista de la Casa Gran?
Oh tempora, oh mores!