La Iglesia: guerra y paz en tierras vascas
Pájaro bobo, heterodoxo poco menos que nato, se tiene por un creyente más bien descreído y prácticamente no practicante. Pero, como heterodoxo que es y se precia de ser, a su manera vela por la ortodoxia de la Iglesia y su magisterio.
Para todos, creyentes y no creyentes, la Iglesia católica es una instancia ético-moral. Y, de hecho, en sus fieles se dan no sólo casos de doble moral sino también casos, infinitamente menos difundidos pero posiblemente mucho más numerosos, de excelencia: good life, vida buena, que acaso habría que entender aquí como vida recta, ordenada y ejemplar. La moral como norma de conducta y camino del éxito.
Juan María Uriarte, obispo de San Sabastián, ha dicho, según parece, literalmente: «La ilegalización de las listas de la izquierda abertzale constituye un mal para la comunidad política». Juan Antonio Martínez Camino, portavoz de la Conferencia Episcopal, le ha respondido inmediatamente: «Es objetivamente ilícito cualquier colaboración con los terroristas, con los que los encubren o respaldan sus acciones criminales».
A juicio de Pájaro bobo, las declaraciones del obispo Uriarte carecen de sentido porque, como pone de manifiesto su homólogo Martínez Camino, oculta [tenemos derecho a pensar, deliberada y dolosamente] la parte pecaminosa y delictiva de su propuesta, que acaso podría o debería decir, por ejemplo: «la ilegalización de las listas de la izquierda abertzale en las que figuren personas con delitos de sangre por los que aún no han cumplido la preceptiva condena y, en consecuencia, se hallan actualmente fuera de la ley es un mal para la comunidad política». Muy bien, señor obispo. En ese supuesto, claro.
De manera análoga, la contestación del misacantano Martínez Camino no está exenta de puntos de dudosa equidad a juicio de Pájaro bobo. Dice el perlado prelado: «Es objetivamente ilícito cualquier colaboración con los terroristas, con los que los encubren o respaldan sus acciones criminales».
Como Pájaro bobo no está asistido por el Espiritu Santo y, en consecuencia, no tiene ciencia infusa, apela a su sentido común y blasfema:
1) No es correcto afirmar que toda [no cualquier] colaboración con los terroristas es objetivamente ilícita. No lo es. Y, muchísimo menos, objetivamente. Y, si eso no es correcto, siguiendo ese camino tampoco lo es el resto de la declaración.
2) Hay muchas situaciones en las que no sólo es legítimo y lícito sino incluso ética y moralmente obligatorio colaborar con personas que se hallan fuera de la ley, sean o no sean terroristas.
3) No parece necesario y, por lo tanto, tampoco inteligente hablar aquí de terroristas. La norma no rige únicamente para los terroristas, término que, por otra parte, responde a un criterio subjetivo, no objetivo.
4) En opinión de Pájaro bobo, el representante, vocero o portavoz de la Conferencia Episcopal podría o debería haber dicho, por ejemplo: «En ausencia de una causa mayor, no es legítimo colaborar con personas que han cometido delitos de sangre y, por negarse a cumplir la condena que les corresponde, se encuentran fuera de la ley».
Si la norma es válida, lo es se trate o no se trate de terroristas. Aun así, en opinión de Pájaro bobo lo más importante es que tanto el obispo defensor como el obispo fiscalizador deberían prestar su colaboración para que esas personas se sometieran a la ley y sus disposiciones. Esa sería una forma de colaboración lícita. Otra, y ahora de obligado cumplimiento:
Los dos obispos deberían recordar en esta y otras situaciones similares que el Evangelio de Jesucristo es un mensaje de paz y de fraternidad o, como se nos enseñó en el catecismo, de caridad cristiana. Lamentablemente en las palabras de uno y otro obispo no hay ni rastro de ese mensaje evangélico. No hablan de lo que deben y hablan de lo que no deben.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿tiene o no tiene Pájaro bobo motivos para ser un heterodoxo?