El Rey Juan Carlos y su marcha preventiva

Parece ser que el Rey emérito no está todavía imputado de  ningún delito, al menos grave.

¿Debería estarlo?

En mi opinión existen razones más que sobradas para haberle llevado ante los tribunales, hace ya años, por su comportamiento en general y por actos concretos relacionados con actividades delictivas, abierta y gravemente delictivas, muchas de ellas conocidas por la opinión pública.

Y, sin embargo,  estoy en contra del procesamiento del Rey Juan Carlos porque considero que es malo, muy malo para España y su futuro.

Estoy convencido de que el procesamiento y la más que probable condena del Rey Juan Carlos acelerarían en años, incluso en décadas, el proceso de desintegración  y destrucción de España.

Para mí, esa es la cuestión decisiva.

Por todo ello soy partidario de que se le permita salir cuanto antes de España, si es que no ha salido ya,  y se le deje vivir tranquilamente con su concubina alemana en un lujoso resort caribeño como al parecer desea.

 

El descrédito de la Monarquía española y más allá

Siento y entiendo que el descrédito de la Monarquía española es necesariamente el descrédito de España, Nación y Estado.

Y, lo que es más triste, siento y entiendo que ese doble descrédito es un nuevo paso en el proceso de destrucción de una Patria milenaria a manos de sus enemigos externos e internos.

En esas están. Y los españoles, sin reaccionar. ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo?

Me resisto a aceptar la destrucción de España como hecho fatal,   pero, por encima de todo,  me niego a asistir a su destrucción como un cobarde.

De Pujol a Torra: conciencia burguesa y religiosidad

Entiendo que en Cataluña la burguesía autóctona sigue siendo la clase dominante sencillamente porque, más allá de todas las vicisitudes históricas, sociales y políticas,   mantiene el control de los resortes de poder materializados en sus instituciones, instituciones ahora formalmente, sólo formalmente, democráticas.

La burguesía procura controlar la situación, cualquiera que sea el régimen político imperante en cada momento, y  deja que el grueso de la sociedad, formado por las clases inferiores, se organice democráticamente, siempre  que respete su posición hegemónica o, si se prefiere, sus privilegios.

Estamos en el año 2020 y esa burguesía sigue controlando, al menos aparentemente, la situación en Cataluña.

Pero sólo aparentemente, porque, como dicen en mi pueblo, la avaricia rompe el saco.

A mi entender,  el negocio de la burguesía catalana, desde el honorable patriarca Jordi Pujol hasta el muy católico Quim Torra, está a punto de saltar por los aires victima de su avaricia o  insaciable voracidad.

Ahora sus mandatarios políticos piden y exigen la adhesión incondicional a su causa de  los representantes de la Provincia Eclesiástica Tarraconense (Cataluña), cosa que no parece viable, pues equivaldría a instaurar una Iglesia Nacional de Cataluña, abiertamente cismática y heterodoxa.

Una vez más, el Vaticano tiene la última palabra.

 

Ilusión

Me siento atraído por el orden, la lógica y la belleza.

Mi ilusión es alcanzar su síntesis.

Mientras tanto, trato de vivir ignorando la falta de orden, la falta de lógica, la falta de belleza.

Para mí el enigma y estigma del ser humano es su falsedad, que considero causa y consecuencia de su alienación.

La falsedad del ser humano es, necesariamente, mi falsedad.

La envolvente catalana: de Pujol a Torra

A mi entender, la mayoría de las acciones de los separatistas catalanes para hacerse con lo que no es suyo por vía para ellos democrática responde a un  esquema que consiste básicamente en meterse en el sistema para, acto seguido, manipularlo en beneficio propio de manera permanente.

Hace ya años bauticé ese modus operandi con el nombre de envolvente catalanaSus exponentes van desde la falsa comisión del tres por ciento ideada por el santo patriarca Jordi Pujol hasta la añagaza urdida recientemente por esa criatura de Dios que es Quim Torra para timar unos cuantos millones de euros, de manera periódica, al jefe del Gobierno de España.

Por desgracia para él y los suyos, en el ultimo caso el panoli  y/o pringao no sólo  ha aprendido sino que incluso ha terminado atrapando al enteradillo en su propia trampa.

Moraleja

Si tu hecho diferencial gira en torno a esa envolvente,  recuerda que aquí hasta los panolis  y pringaos terminan aprendiendo.

 

Separatismo catalán: identidad y mesianismo

Puedo imaginar que los separatistas catalanes, cuyo número en términos porcentuales se puede situar entre un treinta y cinco y un sesenta y cinco por ciento de una población total de dos millones y medio de personas, no se sienten ciudadanos  de un Estado de derecho cuyas leyes, justas y democráticas, todos deben respetar.

De acuerdo con  el  relato de estas angelicales criaturas, el Estado español es un Estado opresor y ellos, los catalanes separatistas y no separatistas,  viven en condiciones de opresión y marginación esencialmente injustas y lesivas para el pueblo catalán.

Por eso han decidido tratar de recuperar su identidad y sus derechos colectivos e históricos como pueblo por procedimientos siempre legítimos, lícitos, pacíficos y democráticos.

El relato, con todas sus incidencias pero sobre todo con sus últimos capítulos dedicados a la redención, me trae instintivamente a la memoria la biografía colectiva de los hijos de Israel.

Entiendo que en ambos casos los oprimidos se convierten a la postre en opresores pero conservando su (falsa) buena conciencia y su pretendida superioridad moral.

 

Una Cataluña sin españoles

Entiendo que Cataluña está sometida a una dictadura de estirpe burguesa y clara tendencia separatista, con una comunidad minoritaria de lengua y sentimiento catalanes que acapara la totalidad o casi la totalidad de las instituciones autonómicas de decisión y representación, y una comunidad de lengua y sentimiento españoles, claramente mayoritaria (entre el sesenta y el setenta por ciento de la población), con una representación institucional ofensivamente baja en cantidad y calidad.

Lo dicho, Cataluña está sometida desde hace años, incluso décadas,  a una dictadura burguesa rabiosamente separatista y rabiosamente antiespañola.

Y, como a mi modo de ver la  imposición de esa dictadura ha respondido a un plan previo cuidadosamente elaborado e implantado, debo declarar y declaro que,  en mi opinión, todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas, inconstitucionales y, en definitiva, antidemocráticas.

¿Cuál ha sido y es la representación de la comunidad de lengua española en las instituciones políticas de Cataluña?

Respuesta de los separatistas: esa pregunta no procede porque en Cataluña ni hay ni ha habido nunca una comunidad de lengua española (reconocida).

 

El Govern abre expediente a la Iglesia (catalana)

Parece evidente que lo que quiere y persigue el separatismo politico catalán es que la Iglesia en su conjunto o, si se quiere, católica cumpla sus órdenes y actúe como correa de transmisión social de su causa y sus consignas.

Y con mucha  más razón  la Iglesia (nacional) de Cataluña, ni cristiana ni católica, o sea, universal.

Sencillamente,  para los separatistas catalanes,  la Iglesia tiene que estar al servicio del separatismo, no el separatismo al servicio de la Iglesia.

Por desgracia para nuestros queridos y siempre desleales compatriotas, los representantes de la Iglesia católica en Cataluña saben que la población de lengua y sentimiento españoles de esta región, claramente mayoritaria,  está sometida desde hace décadas a una dictadura encubierta de estirpe burguesa y prácticas poco o nada democráticas.

El arzobispo de Barcelona y cardenal Josep Omella no sólo lo sabe sino que además parece decidido a no incurrir en un delito/pecado (mortal) de claudicación y  prevaricación.

Que el Espíritu Santo le guíe y le ilumine.

¿Existe una izquierda española?

Confieso que me duele profundamente que en España no haya hoy, y tal vez no haya habido nunca, una izquierda  en verdad de izquierdas y, al mismo tiempo, en verdad española.

Para mí, eso significa que la española ha sido y es una sociedad políticamente desequilibrada y enferma, pues entiendo que una sociedad mínimamente equilibrada y sana requiere de una derecha segura de sí misma y sus valores y, como elemento obligado de compensación y equilibrio, de una izquierda fiel  a los ideales del sindicalismo y el socialismo históricos y, al mismo tiempo, consciente de su función en la lucha por una sociedad cada vez menos injusta y, precisamente por defecto, cada vez más próxima a la justicia universal.

Ahí está como prueba y aval de lo que digo la Europa de las naciones que, surgidas a partir del siglo XVIII en el  ámbito del puritanismo laico protestante, protagonizaron las sucesivas revoluciones burguesas y eclosionaron en la Revolución industrial con el proletariado urbano como fruto de un decisivo salto cualitativo en lo social y, como consecuencia obligada, en lo político.

Confieso que naciones como Italia y sobre todo Francia me producen envidia. Como es sabido, durante la Segunda Guerra mundial, en el país transalpino pero sobre todo en Francia la izquierda llevó el peso de una resistencia activa contra el invasor en la que, dicho sea de paso, siempre destacó la acción solidaria y activa de los republicanos españoles. Y así fue reconocido oficialmente por el Gobierno francés.

Salvando todas las diferencias de escenarios y actores, esa es la izquierda, asentada en la lealtad irrenunciable a España,  que yo quiero para nosotros y ahora me esfuerzo por ver encarnada en el catalán Francisco Frutos.

El doomscrolling en los medios

Creo que tengo una idea, más o menos precisa, de lo que significa en inglés doomscrolling, palabra hecha de palabras, neologismo hecho aparentemente de  neologismos.

Aun así, en este caso prefiero echar mano de una paráfrasis y decir sencillamente que tal como se emplea en los medios de comunicación el doomscrolling  consiste en dar prioridad informativa a las malas noticias,  en concreto a las que hablan de la muerte y el infortunio de las personas.

Es posible que en el fondo responda a una tendencia natural o, al menos, atávica del ser humano, pero lo cierto es que hoy el doomscrolling cobra una especial actualidad a causa de la epidemia de coronavirus y sus plagas asociadas, en su inmensa mayoría de alcance planetario y muy profunda gravedad.

Y, como los signos premonitorios están ahí, creo que es momento de empezar a pensar que muy posiblemente estamos  ante un futuro sin futuro.