¿Fraude de ley a cargo del Estado?: de la economía productiva a la economía especulativa pasando por la subcontratación

Es un hombre joven, activo y con ese tipo de inteligencia que combina la visión lúcida —radiográfica—  de  las  cosas y las situaciones con la acción directa, ad rem.  Ha triunfado como empresario de la construcción en Suiza y Alemania,  mercados  sumamente  crueles y competitivos, máxime para alguien que viene del Sur.  Pero el hecho es que él, mitad gallego, mitad vasco, ha triunfado   gracias  a esas dotes naturales y sobre todo a una asombrosa capacidad de trabajo.

Me dice que,  por sistema, todos  sus empleados  tienen contratos en regla.  Nada de subcontratación. Según este avispado Geschäftsman, con la subcontratación el empresario se libera de la pesada carga que supone mantener de manera permanente una nómina y, por eso mismo, gana en libertad de acción, pero siempre al precio  de enajenar todos esos activos que, junto con el  know-how de sus cuadros y sus operarios, constituyen el patrimonio de una empresa.

En definitiva,  el  hecho es que, de ese modo,  el empresario deja de serlo para convertirse en  intermediario o, lo que es igual, en un nuevo practicante-beneficiario  de la economía especulativa.

Pregunta ingenua e intempestiva:  ¿si,  como piensa Pájaro bobo,  la subcontratación  es un fraude en cuanto práctica dolosa en beneficio propio y en perjuicio de terceras personas, por qué en España la han adoptado  incluso entidades y  organismos estatales,  mientras que  en los países más avanzados de Europa es perseguida por vía legal como una refinada forma de economía sumergida o semisumergida?

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