Artículos de enero de 2021

España como tragedia, Cataluña como traición

Asisto, viejo e impotente, a la muerte de España, una España en la que, a mi modo de ver, sentir y entender, nunca hubo democracia: ni democracia real y auténtica, dicho sea en sentido ibérico,  ni democracia burguesa.

Y, por lo tanto, tampoco hubo nunca Estado de derecho.

La transición democrática de 1978 fue, en mi opinión,  una pantomima indecente escenificada por españoles a la vez maliciosos, ingenuos e ignorantes, mediante la cual se oficializó la hoja de ruta que habría de llevarnos a la destrucción de España, perpetrada por los propios españoles en beneficio, en primera instancia, de la burguesía catalana.

Por lo que sé y entiendo, la burguesía catalana siempre se apropió de la ideología dominante en España  y perteneció a la clase dominante en España. Tanto en el conjunto de España como en su predio natural.

Por lo tanto -siempre en mi opinión-, en Cataluña nunca hubo algo parecido a una democracia minimamente real. Con la democracia formal, antes de la democracia formal, incluso ahora, todos los cargos de su administración han estado siempre en manos de burgueses de vena separatista con sus subalternos, lacayos y prosélitos.

Esa burguesía cordial e irreductiblemente  desleal se ha cuidado y se cuida de que en su predio no se  conozca ni reconozca la existencia de una comunidad de lengua española y sentimiento español, no a pesar de ser claramente mayoritaria sino precisamente por serlo.

En definitiva, si la burguesía condal copa todos los cargos de la Generalidad y sus incontables entes asociados, tutelados y subvencionados (aconductats), desde el nacimiento de nuestra pseudodemocracia, es, a mi entender,  porque antes despojó  de sus derechos democráticos y constitucionales a un número de españoles suficiente para obtener una aparente mayoría social y parlamentaria. Y desde entonces la mantiene como hecho social y político incuestionable e irreversible.

¡Estafadores!

Aun así, no parece probable que los mercaderes burgueses vayan a salirse con la suya. Personalmente me inclino a pensar que la destrucción de España comportará necesariamente el aniquilamiento de su burguesía más desleal y depredadora.

Schadenfreude?

 

El destino de España, en manos de los separatistas catalanes

Llegada la hora de escenificar la pantomima  importa poco o nada quién asume el papel de separatista bueno y quién asume el papel de separatista malo.

Como pudimos ver en la Transición, estos actores siempre fueron intercambiables y continúan siéndolo.

Una cosa parece cierta: Salvador Illa, erigido en estrella ascendente del momento, va camino de convertirse, primero, en superministro; después, en sucesor de Pedro Sánchez en calidad de jefe del Gobierno de España.

Tiempo al tiempo.

Digamos ya ahora que los separatistas catalanes tutelados por Pedro Sánchez han recibido el encargo de decidir y fijar el destino inmediato de España y los españoles, empezando por Cataluña como antigua región española  y terminando por Catalunya  y su república cuasi independiente.

De acuerdo con mis cábalas, otra figura a tener en cuenta en esta hora y este contexto  es  Manuel Castells, separatista de vena catalana, natural de Hellín, Albacete, llamado a desempeñar un papel  relevante a la hora de planificar y programar la desmembración de España. Para eso fue convocado.

¿Y qué será de Miquel Iceta?

Descartado que vaya a ser nombrado ministro de Universidades, pienso que su papel en la política de este país va a seguir siendo el de eminencia gris de conjuras, intrigas y contubernios.

Él sabe muy bien que para ese cargo  no se requiere titulación académica y ahí no hay nadie que le gane, al menos en este país. Evidentemente, en la República de Catalunya lo tendría bastante más difícil.

En resumen, el destino de España y los españoles es ya ahora un asunto a tratar y decidir por catalanes y entre catalanes. Así lo ha querido un Gobierno traidor y así lo ha querido un pueblo abúlico y falto de espíritu patriótico.

 

Alemania ante la desmembración de España

Me permito afirmar que Alemania nunca se ha pronunciado abiertamente sobre la desmembración de España, ya en avanzado proceso de ejecución. Ni a favor ni en contra. Todo lo que ha hecho ha sido ignorarlo.

A estas alturas de la película resulta evidente, al menos para mí, que ni la ha denunciado ni ha condenado siquiera verbalmente a los responsables ni ha realizado algún tipo de gestiones para  detener o al menos frenar el proceso desintegrador.

Cierto. No es asunto de su competencia. Pero es asunto que afecta a sus intereses.

¿Negativamente?

Ese es para mí el quid de la cuestión.

Pensemos por un momento en la desintegración de la antigua Yugoslavia y sus repercusiones políticas y sobre todo económicas para Alemania. ¿Fueron negativas  para el país  contempladas de acuerdo con una perspectiva global a medio y/o largo plazo?

Otra referencia interesante en este contexto es Gran Bretaña,  pero como el Brexit está demasiado cerca en el tiempo, pienso que conviene esperar a ver en qué situación queda el país y, detalle de suma importancia, en qué quedan las aspiraciones de Escocia de sacudirse la tutela histórica de su anfitriona e integrarse en la UE.

En cualquier caso, mi conclusión es: Alemania recoge lo que otros países pierden por el camino y, en definitiva, suma, con lo que refuerza y acrecienta su hegemonía en el Continente (Alemania ha sido siempre una potencia continental como Gran Bretaña ha sido siempre una potencia marítima) en términos relativos y, posiblemente, también en términos absolutos.

 

De la consigna Black lives matter a la consigna All human lives matter the same

El asalto del Capitolio, sede institucional de la democracia estadounidense, perpetrado el día 6 de enero por individuos de manifiesta  filiación ultraderechista se presta a varias lecturas. Una de ellas permite ver el acto  como manifestación de una libertad democrática mal entendida y mal empleada.

Además, parece ser que  las fuerzas encargadas de velar por la seguridad de las instituciones y, sobre todo, de las personas reunidas en ellas decidieron no intervenir y se limitaron a contemplar los acontecimientos con mal disimulada complacencia.

Por lo tanto, el delito de los asaltantes se ve agravado por la complicidad de los agentes de la autoridad en su condición de servidores de la justicia de un Estado democrático de derecho.

Todo ello es sabido y conocido. Ahora sólo falta tomar las medidas pertinentes para restablecer el orden legal y procurar que esos actos, entendidos como conatos, no vayan a más y se repitan hasta acabar con una democracia tan imperfecta como se quiera, pero, al fin y al cabo, democracia.

En definitiva, lo que importan son las vidas humanas  y en mi opinión todas las vidas humanas importan lo mismo.

El lenguaje apodíctico del comentarista político

Imagino que Enric Juliana se tiene por un comentarista político perspicaz y entendido.

Aunque tal vez podría mejorar su español escrito, el buen hombre no duda en abordar puntos concretos de la política de nuestro país más bien ocultos o poco conocidos, haciendo gala en todo momento de la seguridad de quien conoce el asunto a fondo y dispone de información privilegiada y reservada a muy pocos.

Así, según él, [Joe Biden] «pedirá a España más activismo contra China». Y en una declaración propia, a mi entender, de un comentarista español afirma:  «La semana que viene ya no quedarán trumpistas en España».

Entiendo que Enric Juliana, fiel a sus raíces hispanas y a  su formación española, no expone su opinión o sus opiniones sobre alguien o algo, sino que, haciendo uso de un lenguaje apodíctico,  formula afirmaciones y negaciones referidas tanto al pasado y al presente como al futuro.

Arriesgado, muy arriesgado y, en mi opinión, irracional.

 

El apoyo a la independencia de Cataluña cae al 43%

La Vanguardia, órgano ni oficial ni oficioso de la burguesía separatista de Cataluña, dice hoy, lunes 11 de enero,  en su portada: El apoyo a la independencia  [de Cataluña] cae al 43% frente a casi el 50% que votaría en contra.

Tres preguntas y una denuncia.

-¿Ha habido alguna vez, en los últimos cincuenta años, un régimen realmente democrático en Cataluña?

-¿Se ha reconocido alguna vez la existencia de una comunidad de lengua y sentimiento españoles en Cataluña y se han respetado alguna vez  los derechos constitucionales de sus miembros, siendo como es claramente mayoritaria?

-Si, desde el inicio de la Transición, miembros de la burguesía separatista de Cataluña (siempre, necesariamente, minoritaria) han copado todos los cargos de la administración autonómica, ¿puede calificarse esta de democrática?

En mi opinión, Cataluña ha estado sometida desde la llamada Transición a un régimen dictatorial impuesto por el sector separatista de su burguesía y así continúa.

Por lo tanto, y siempre en mi opinión, todas las instituciones autonómicas de Cataluña son ilegítimas y anticonstitucionales.

LA REPRESENTACIÓN DE LOS PARTIDOS SEPARATISTAS NUNCA HA SIDO PROPORCIONAL AL NÚMERO DE SUS VOTANTES Y, EN CONSECUENCIA, TAMPOCO LO HA SIDO LA REPRESENTACIÓN DE LOS PARTIDOS CONSTITUCIONALISTAS

¿Hasta dónde tiene que caer el apoyo  [oficial y ficticio] a la independencia  para que  pueda hablarse de democracia equitativamente representativa en Cataluña?

 

Última versión de la envolvente catalana: trato entre separatistas

A mi modo de ver, el objetivo ideal de los separatistas catalanes ha sido y es que en Cataluña la política la hagan siempre y sólo los catalanes, tanto para ellos como para los no catalanes. Pero, como de momento eso no es posible, han ideado una variante aún mejor.

Parto de la base de que actualmente en Cataluña coexisten, grosso modo, dos comunidades político-lingüísticas: una española y otra catalana. Entiendo que la comunidad de lengua española es claramente mayoritaria y, asimismo, que la comunidad de lengua catalana es claramente minoritaria.

Conscientes de ese hecho y sus implicaciones en un sistema democrático o presuntamente democrático, los separatistas catalanes han puesto mucho cuidado en no mencionarlo y, de hecho, jamás lo han mencionado.

En cambio, durante las cuatro décadas y pico que llevamos de democracia nuestros separatistas se han dedicado en cuerpo y alma a copar una tras otra todas las instancias autonómicas de decisión y representación.

Hoy, la Generalidad  con sus incontables entes asociados y, claro está, con el gobierno autonómico en peso, al que ellos se empeñan en llamar Govern, están total o casi totalmente en manos de los separatistas.

En este contexto me permito observar que los partidos políticos de obediencia independentista actúan alterrnativa y/o simultáneamente como  partidos autónomos con el propósito  de cubrir todo el espectro socio-político catalán y como un partido único bajo una misma y sola dirección para aumentar su potencia de fuego y conseguir su objetivo final de la manera más rápida y más cómoda posible.

En la actual coyuntura, con las elecciones catalanas como cita aplazable pero ineludible, nuestros separatistas, ahora en alianza con el falso socialista español  Pedro Sánchez, han ideado un plan basado en una nueva variante de la envolvente catalana.

De acuerdo con ese plan, percibo que Salvador Illa actuará como candidato del Partido Socialista Catalán y el Partido Socialista Obrero  Español y, por lo tanto, como catalán leal a  España y los españoles, mientras que los candidatos de los demás partidos independentistas actuarán como separatistas tout court.

En resumidas cuentas, trato entre separatistas, en alianza con nuestros falsos socialistas,  como preámbulo y ensayo  de la operación con la que se pretende poner fin a España y su historia.

 

¿Primera añagaza de Salvador Illa en su nueva etapa?

Salvador Illa se ha apresurado a declarar que en estos momentos está concentrado  totalmente en la lucha contra el coronavirus, motivo por el que no ha querido pronunciarse sobre las elecciones catalanas y su aplazamiento (La Vanguardia, 16-1-21).

Vargas Llosa: «Los nacionalismos han sido la desgracia de este país».

El escritor peruano y español  ha declarado en el curso de una entrevista concedida a un colaborador de un periódico madrileño que «los nacionalismos han sido la desgracia de este país».

En cierto modo comparto la idea esencial y, ante todo, el sentimiento que alienta en las palabras de nuestro premio Nobel, pero a fuer de sincero debo confesar que para mí la desgracia  de España, incluida su más que posible ruina como realidad política, histórica, social y cultural, radica hoy en la falta de un sentimiento patriótico auténtico en sus ciudadanos, un sentimiento patriótico capaz de  imponerse con lealtad y entrega a toda posible forma de cainismo.

De hecho, la desintegración de España a  la que estamos asistiendo con actitudes que van desde la impotencia claudicante  hasta la cobardía sumisa  puede y acaso debe entenderse como la suma de todas nuestras cesiones y concesiones a esos a los que Vargas Llosa llamaría ahora nacionalistas y para mí han sido siempre separatistas.

En un acto de rara lucidez y sinceridad, nuestro compatriota confiesa que «cuando ganas el Nobel, se supone que ya eres una estatua y estás muerto».

En cualquier caso, ahí están algunas de las  cesiones y concesiones, no todas,  que, convertidas en otras tantas traiciones a nuestra Patria, han cristalizado en monstruosidades jurídicas y políticas como la llamada «Ley Celaá», que margina, prohíbe e incluso penaliza el uso del español, idioma oficial de España, en territorios e instituciones del propio Estado.

A mi entender, esa monstruosidad jurídica y política, amén de social, preside la hoja de ruta y marca la deriva que pretende llevarnos a la ruina como Pueblo, como  Nación  y como Estado.

Considero que Vargas Llosa tiene razón cuando dice que los nacionalismos han sido la desgracia de este país, pero se queda corto, muy corto.

 

Cerco y asedio de las autonomías al Estado en estado de alarma

Leo el titular capital  de un medio escrito de difusión nacional y, más afligido que alarmado, remedo y escribo: Cerco y asedio de las autonomías al Estado en estado de alarma.

Eso y lo que aún está por venir lo viví en forma de pesadilla cruel y disparatada  durante la escenificación de la  pantomima política llamada Transición democrática,  hace ya más de cuarenta años.

Aflicción sin duelo en una España sin españoles.

Consideraciones sobre el nacionalismo catalán

Entiendo que el llamado nacionalismo catalán empezó siendo esencialmente un movimiento burgués y, transcurrido un siglo y medio desde sus primeras manifestaciones, sigue siendo básicamente un movimiento burgués.

Movimiento burgués, primero, ilustrado y, después, mercantil.

En él se sigue echando en falta la presencia de ese elemento popular que aportan la capas inferiores de la sociedad, sólo las capas inferiores de la sociedad,  y sin el cual no parece lícito hablar de nacionalismo entendido como fenómeno social inclusivo o, si se quiere, nacional.

Con la toma del poder desde arriba, la burguesía catalana se empodera en cuanto que adquiere y asume poder político propio, pero en cierto modo se desentiende del proletariado urbano o, por mejor decir, suburbano surgido de la Revolución industrial, acaso el gran eje vertebrador del  próximo orden social.

Entiendo, pues, que la burguesía catalana, atenazada a un tiempo por Francia y España, Estados centralistas por antonomasia, pierde el tren de los nacionalismos surgidos en la época romántica, mientras que, en contrapartida, su proletariado sobrevive y  busca refugio  en la inmunidad del rebaño avant la lettre. 

Las capas inferiores de Cataluña y con ellas el proletariado industrial hablaban y siguen hablando español.

 

Perdidos en el laberinto

Jordi Juan, director de La Vanguardia, órgano oficioso  del catalanismo burgués institucionalizado, comenta hoy el panorama socio-político  de esta futura región española  -¡sólo región!-,  llamada y escrita Cataluña,  ante las improbables elecciones del 14 de febrero próximo.

Lo hace a vuelapluma y desde la distancia, pues declara: Todos parecen perdidos en el laberinto.

Entiendo que «todos» son todos ellos. Él ni está con ellos ni pertenece a su colla.

Parece ser que, como hombre previsor  y enterado, Jordi Juan se ha apartado a tiempo de la caterva de irresponsables que están llevando el país, su país, a la ruina económica, política y social. Sobre  todo económica, que para un burgués catalán no es la ruina más temible pero sí la más temida.

Él, como director de La Vanguardia,  no quiere estar ni un minuto más en el bando de los perdidos y perdedores.

En mi opinión, esa idea, convertida en consigna, podría marcar la evolución y consiguiente posición de la burguesía condal en un futuro inmediato.

Con y sin elecciones, pues parece obligado pensar que seguiremos sumidos  en la ciénaga durante algún tiempo.

¿Ciénaga? ¡Sí, la ciénaga catalana!

¿Todos? ¡Sí, todos los españoles!

 

De la España desnaturalizada a la república imposible

Muerto el Dios de mis cuentos infantiles y condenada a muerte la patria de mi infancia aterida, me dispongo a asistir al que para mí será probablemente el último capitulo de su historia y  mi vida.

Veo una España desnaturalizada que, en aras del nuevo espíritu de los tiempos, deriva en una república imposible por obra y desgracia de nuestros socialistas apátridas y nuestros separatistas con ADN fenicio.

De momento, falsos socialistas y separatistas auténticos están hundiendo a España y los españoles en un caos sistémico presidido por una irracionalidad absoluta: todos contra todos.

Los falsos socialistas han rechazado el orden capitalista y ahora se empeñan en instaurar una república imposible hecha de gestos fraternales  y ensoñaciones en torno a una sociedad sin clases, mientras que nuestros separatistas más auténticos y desleales pretenden no sólo destruir España,  Estado intrínsecamente fascista y opresor, sino incluso suplantarla dentro y fuera de sus fronteras de acuerdo con un futuro nuevo orden político de la península Ibérica.

Entiendo que España, oficialmente Estado responsable de la situación, acusa las consecuencias de años, incluso décadas y siglos de negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones.

Parece ser que la suerte ya está echada.

¿Puedo soñar todavía con la Patria de mi infancia?

 

Salvador Illa y el plan de Pedro Sánchez para Cataluña

Quiero pensar  que en el fondo Pedro Sánchez nunca se fió de sus correligionarios, los sedicentes Socialistas de Cataluña. ¿Puede alguien con un mínimo  conocimiento del ser humano (Menschenkenntnis) fiarse de  Miquel Iceta o cualquier miembro de  su banda?

Difícilmente.

En este caso parece lícito imaginar  que nuestro doctor cum plagio entra en el juego -la Operación Cataluña- sabiendo  plenamente  a quiénes tiene a su lado y a quiénes tiene enfrente.

Todos son separatistas, todos y cada uno de ellos están integrados en un mismo y único plan estratégico, aunque con funciones propias y diferenciadas en el plano táctico.

La innovación del doctor Sánchez consiste, a mi entender, en que ahora él acierta a distinguir entre separatistas buenos y separatistas malos. Los necesita para su plan y los quiere utilizar.

Como separatista bueno Pedro Sánchez elige a Salvador Illa, hombre aún no estigmatizado públicamente como separatista y por lo tanto apto para asumir el papel del separatista bueno que ha de representar en Cataluña, primero, al PSOE  y, después, al Gobierno de España. Todos los demás comparecientes e intervinientes en la operación (desde Puigdemont hasta Junqueras pasando por los Pujols y Pujolets locales y comarcales )  son separatistas malos a los que hay que hacer frente, aunque sólo sea para montar y escenificar la pantomima.

En definitiva, con ello se pretende que a la postre Cataluña y sus cosas queden entera y exclusivamente en manos de los separatistas: unos -los separatistas buenos encabezados por Illa- en representación del Gobierno de España-,  otros -los separatistas malos integrados en un partido único- en representación de sí mismos y del sector de la burguesía irreductiblemente desleal a España.

Me permito advertir por último que, de acuerdo con mis previsiones y predicciones, la Operación Cataluña se inscribe en el proceso de desnaturalización de España y su paso de un Estado centralista a una república imposible, víctima del caos.

Me gustaría imaginar que, aún entonces, España seguirá siendo la Patria de mi infancia.

 

La prueba del coronavirus

Es evidente que la actual pandemia está poniendo a prueba a las sociedades nacionales, entre ellas la sociedad española, sus instituciones y, ante todo, su Sanidad, pero también, y en no menor medida su población, desde las clases dirigentes hasta los trabajadores y los jubilados, pasando por los niños y los ancianos.

Todos vamos en el mismo barco y la pandemia no hace distingos. Todos somos víctimas potenciales.

Como es lógico, la eficiencia de los servicios sanitarios y la organización de su población determinarán en buena medida, junto con diversos factores coadyuvantes, la mayor o menor capacidad de una sociedad nacional para hacer frente con éxito a la pandemia.

¿Cuál es la capacidad de España en cuanto sociedad nacional para hacer frente con éxito a la pandemia?

De momento no lo sabemos.

Aun así, dentro de esa misma línea me atrevo a preguntar ¿qué sería de Cataluña con  su caos social, político y económico, agravado, no causado, por la  pandemia, si fuera   independiente en estos momentos?

En cualquier caso, de ahora en adelante podremos hablar de la prueba del  coronavirus.

 

Salvador Illa, el hombre de Pedro Sánchez en Cataluña

Imagino que los asesores de Pedro Sánchez, nuestro actual jefe de Gobierno, le soplaron hace tiempo que los asuntos de Cataluña debían ser tratados por catalanes, sólo catalanes, y, a lo sumo, controlados a distancia por no catalanes (léase españoles).

Que los catalanes son muy suyos y no permiten intromisiones de gente de fuera en sus asuntos y, menos aún, en sus cuentas.

Resulta poco menos que obligado pensar  que Pedro Sánchez, en mi opinión español de tierra adentro con alma de fenicio, se quedó con el soplo y, después de mucho vagar y errar, decidió estudiar a fondo el problema para solucionarlo de una vez por todas.

Aunque no lo parezca, el hombre tiene cabeza y cuenta con recursos.

Entonces, lo primero que se le ocurrió fue buscar un subalterno capaz de hablar y pensar en catalán pero sin pasarse, pues debía estar incondicionalmente  a su servicio y seguir sus instrucciones con fidelidad  y lealtad.

Tarea difícil, pero no imposible.

¡Eureka! Sánchez había dado con el hombre idóneo: catalán y militante del  Partido de los Socialista de Cataluña, pero no un Iceta.

Lo convocó, lo instruyó, lo convenció o eso creyó.

Los días siguientes estuvo hablando con él  de tú  tú y explicándole las líneas maestras de su futuro cargo, amén de algunos detalles de especial interés para ambos, jefe y subalterno.

Este último  debía mostrarse a la vez discreto y cercano, riguroso y cordial, pero por encima de todo debía ser leal a su superior, dada  su condición de jefe del Gobierno de España.

Y así fue como Pedro Sánchez dio con Salvador Illa, al que nombró candidato a la presidencia de la Generalidad de Cataluña con la idea de que, tan pronto como se convierta en presidente, los dos juntos puedan  poner en práctica el plan para controlar y dirigir Cataluña sin que su burguesía se soliviante a cada momento, pues tendrá poder político, sí, sí, sí, poder político auténtico, sin cortapisas ni intermediarios.

El nuevo presidente de la Generalidad será uno de los suyos y se comportará como uno de los suyos.

 

Miquel Iceta, el hombre de Pedro Sánchez en los Madriles, capital de todas las Españas

Entiendo que la política de la puta i la Ramoneta es la variante genuinamente catalana de la Realpolitik entendida como una manera de llevar o  gestionar los asuntos públicos atenta a  la situación existente en cada lugar y en cada momento, no a postulados morales o de índole similar, casi siempre intemporales y siempre abstractos.

Pragmatismo político y, por encima  y por debajo de todo, económico. Mal que  pese a algunos, hasta el presente la economía ha marcado y marca las vidas de los seres humanos como ninguna otra actividad suya.

Eso es lo que yo pienso ahora de los catalanes como colectivo organizado y provisto de una manera propia de captar e interpretar  la realidad inmediata tanto en el ámbito privado como en el público.

Y supongo que algo así debió de pensar también Pedro Sánchez cuando decidió confiar la gestión de los asuntos relacionados con los territorios españoles a Miquel Iceta, espíritu púnico y catalán auténtico.

Miquel Iceta no es ciertamente un Maquiavelo, tampoco un Rasputin, y en ningún caso un hombre de Estado de la talla de  Metternich, pero ha demostrado poseer perfidia más que suficiente para cumplir su cometido a plena satisfacción de su comitente.

Así las cosas, entiendo que con Iceta, separatista y constitucionalista en días alternos, en el cargo  de máxima responsabilidad para el futuro  de los territorios de España, con Salvador Illa  en el papel del buen separatista en Cataluña y el propio Pedro Sánchez a los mandos de la nave nacional está completa y  a punto para iniciar su labor la triada encargada de  llevar a España del Estado unitario a una república pensada y escenificada como antesala de su desintegración.

Me temo que, si Dios no lo remedia, el paso siguiente y previsiblemente último –la suplantación de España por una  república de Cataluña hegemónica en la península Ibérica– será la síntesis inexorable y fatídica  de todas nuestras traiciones y toda nuestra cobardía.

 

Mi padre

Siento y entiendo que los españoles no tenemos derecho a consentir la destrucción de España, nuestra patria, a manos de los separatistas catalanes y nuestros falsos socialistas.

Siento y entiendo asimismo  que el socialismo nace de la unión y busca la unión a través de la unión. Si eres socialista no divides, si divides no eres socialista.  La división de la sociedad comporta necesariamente la división y el empobrecimiento de la clase trabajadora.

Siento y entiendo también que seguir y cumplir instrucciones de una burguesía tan desleal como la catalana es una traición a todos los españoles y, en primer lugar, a los integrantes de su clase trabajadora, ellos fueron los que en su día dieron la cara y murieron.

Soy huérfano de guerra. Mi padre, obrero socialista, fue ejecutado, con tres compañeros suyos,  a tiro de pistola y fusil el día 13 de septiembre de 1936, en el término municipal de Puerto de Béjar. Yo tenía entonces 2 años. Mi vida ha sido dura, muy dura, pero creo que nunca he sentido rencor. Mi padre ha sido y es mi héroe.

Alguien me dijo hace tiempo: Tu padre murió para que tú vivieras. 

Los presos del procés y la Justicia del Estado de derecho

La Generalidad de Cataluña, siempre atenta a mitigar las penas y  penalidades de sus hijos predilectos, se apresuró a aplicar el tercer grado a los políticos catalanes condenados por  el procés y el jueves, 28 de enero, los puso en la calle con el propósito manifiesto de que participaran de manera activa en la campaña de las próximas  elecciones autonómicas, pero la Fiscalía reaccionó inmediatamente revocando la medida, a la que la Generalidad contestó a su vez devolviendo o intentando devolver los presos a la calle.

Y en esas deben de estar ahora jueces del Estado y políticos de la acera de enfrente.

Por ese motivo  y teniendo en cuenta tanto lo que hemos vivido en Cataluña como lo que, más que probablemente, tendremos que vivir, tal vez sea conveniente acuñar un término para definir con claridad la situación generada e implantada en esta región española tras el tira y afloja entre la Generalidad de Cataluña y  la Fiscalía o, por mejor decir, entre la Justicia del Estado de derecho  y el gobierno de esta comunidad autónoma.

Para cubrir ese vacío propongo el término de catalanización de la Justicia, una catalanización hecha de todas las trampas legales, lingüísticas y semánticas imaginables, como corresponde a sus practicantes y defensores, los separatistas catalanes.

En ese medio estas criaturas de Dios se mueven como pez en el agua.

En cualquier caso, considero que la Justicia debe exigir el cumplimiento de las penas de acuerdo con las sentencias de los jueces, pues la experiencia nos dice que si se dejan arrastrar al terreno de la catalanización tienen la batalla perdida, aunque sólo sea por cansancio y/o aburrimiento.

En estos territorios las trampas semánticas no cuentan negativamente  y la elipsis es sin duda uno de los grandes y secretos recursos dialécticos de los mensajes políticos de los separatistas, como puede verse,  por ejemplo, en  Lo volveremos a hacer (sin decir qué),  Procés (sin objeto ni objetivo), Independencia (sin mencionar «de Cataluña»).

¿Ocultar deliberada y reiteradamente una parte (esencial) de la verdad en un mensaje político es mentir y/o engañar?

 

Cataluña contra España, a mi pesar

Entiendo y lamento profundamente que los separatistas, minoría mayoritaria entre los dirigentes políticos y parapolíticos de Cataluña, lleven décadas trabajando en un plan para destruir e incluso suplantar a España, mientras los españoles no separatistas aún no  hemos acertado a elaborar un plan conjunto no ya para destruir el separatismo catalán sino ni siquiera para  hacerle frente y defender el Estado de derecho con los medios de que el Estado de derecho dispone a ese fin.

Entiendo que los separatistas catalanes llevan años, incluso décadas, infringiendo descaradamente las leyes de la Constitución española, y, como puede comprobarse a diario,  las instancias responsables del Estado español no son capaces de exigirles su cumplimiento estricto en defensa del ordenamiento constitucional.

Inaudito.

Más inaudito e inadmisible aún es que esos mismos separatistas, actuando siempre en contra de las leyes del  Estado de derecho y, por lo tanto, como delincuentes públicos contumaces, muestren desde hace años una hostilidad de calculada intensidad creciente a las instancias  de nuestro  Estado de derecho y sus representantes.

¿Qué buscan, la independencia o el enfrentamiento?

Plan del separatismo catalán: táctica y estrategia

Después de seguir la política de Cataluña y en Cataluña durante más de cincuenta años, con especial atención al movimiento separatista, creo estar en condiciones de decir algo sobre el particular.

En mi opinión, el objetivo de ese movimiento, en esencia un movimiento burgués,  ni nacional ni nacionalista, es destruir España, incluido el sentimiento de pertenencia histórico, social y político de los españoles, y, una vez destruida y aniquilada España,  ocupar su espacio y suplantarla con una república catalana de cuño formalmente democrático y europeo de acuerdo con el espíritu de los tiempos imperante.

Ese es para mí su objetivo estratégico.

La táctica elegida por nuestros separatistas responde claramente a su temperamento o tarannà y consiste básicamente, de una parte, en aniquilar el  sentimiento de pertenencia  integrador de los españoles y, de otra parte, en primar y fomentar simultáneamente un sentimiento de pertenencia propio y excluyente, centrado en Cataluña y lo catalán.

A partir de ahí entra en juego la burocratización por partida doble. La hiperburocratización se encargará de diluir el sentimiento de pertenencia de los españoles, con la consiguiente creación de  ejércitos de prosélitos subvencionados, y, al mismo  tiempo, de potenciar el sentimiento catalanista y vestir al futuro Estado con una administración propia a la altura de sus exigencias.

A mi entender, la gran innovación del separatismo catalán en este terreno ha sido y es conseguir que España, la nación a la que se quiere destruir y se  está destruyendo financie y dirija la independencia de Cataluña con dinero, instalaciones  y knowhow, incluso con personas.

Por ese y otros motivos me inclino a pensar que los separatistas intentarán permanecer dentro y fuera de España el mayor tiempo posible.

En cualquier caso, aunque no sé qué  fuerzas ocultas concibieron el perverso plan de destruir España y decidieron su puesta  en marcha, ahora me resisto  a hablar de los peones que cumplen y llevan a cabo sus órdenes.

Como Friedrich Nietzsche, me niego a  ser siervo de siervos.